See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/282110279 Acerca de la ciencia, su método y su filosofía Research · September 2015 DOI: 10.13140/RG.2.1.4827.1843 CITATIONS READS 0 46,662 1 author: José Eduardo García Mendiola Universidad de Colima 5 PUBLICATIONS 0 CITATIONS SEE PROFILE Some of the authors of this publication are also working on these related projects: Philosophy of mathematics View project Filsofía de la ciencia View project All content following this page was uploaded by José Eduardo García Mendiola on 23 September 2015. The user has requested enhancement of the downloaded file. Acerca de la ciencia, su método y su filosofía José Eduardo García Mendiola Colima, Col. (México); Junio de 2015. 1 INTRODUCCIÓN Este ensayo está basado en el texto de Mario Bunge, La ciencia, su método y su filosofía, y en el que se hace un planteamiento de la ciencia como una actividad productora de nuevas ideas. El autor conforma su postura considerando, primeramente, la distinción al interior de la ciencia entre ciencias formales y ciencias fácticas. El factor común a ambas es la creatividad que, aunque no se maneja explícitamente, lo hace mediante la construcción tanto formal como fáctica. Otro elemento considerado en el texto es, además de una amplia revisión de las principales características de la ciencia fáctica, el método en la ciencia, haciendo girar su planteamiento en torno a la verificabilidad, la inducción, la experimentación y la teorización. Por último, se expone una serie de pautas a modo de guía de seguimiento científico. La ciencia, su método y su filosofía 1. Ciencia formal y ciencia fáctica Una primera distinción entre disciplinas formales y fácticas es el objeto de estudio. Mientras las primeras tienen como objeto ciertas entidades ideales, las segundas se refieren a entes reales. Así, la lógica y la matemática no son objetivas, ya que no proporcionan información acerca de la realidad; no tratan con hechos. Son disciplinas que inventan ciertas entidades formales y establecen relaciones entre ellas. Ahora bien, es posible establecer –y de hecho así se hace- ciertas correspondencias entre las entidades formales y la realidad objetiva, ya sea respecto a objetos o bien a procesos, tanto naturales como artificiales. En este sentido es como la física, la química, la fisiología, la psicología, la economía, y las demás ciencias hacen de la matemática una herramienta para realizar una construcción de complejas relaciones entre los hechos y sus diversos aspectos. En esta correspondencia se da entonces una interpretación de las formas ideales en términos de hechos y experiencias, es decir, se da una formalización de ciertos aspectos de la realidad fáctica. La interpretación de las relaciones formales en términos fácticos según reglas adecuadas de correspondencia, genera la posibilidad de plantear enunciados científicos, esto es, enunciados acerca de sucesos y procesos reales. De aquí se desprende otra distinción entre las disciplinas formales y las fácticas: las primeras tratan con relaciones entre signos, mientras que las segundas, con relaciones entre entes extracientíficos. Otra de las diferencias entre las ciencias formales y las fácticas, es el método. Las primeras requieren únicamente de la aplicación de las reglas de la lógica y esta aplicación persigue demostrar teoremas. La demostración de teoremas es un proceso deductivo que, según Bunge, queda confinado a la esfera teórica. Por otra parte, las ciencias fácticas requieren 2 de la observación y la interacción empírica, es decir, la experimentación, además de la congruencia entre el formalismo y la realidad. Las llamadas ciencias formales -la lógica y la matemática- son deductivas. Cuando se señala en el texto que el único proceso constructivo se da, dentro de estas disciplinas, en la postulación de axiomas y que en ese momento la experiencia de lo real juega un papel de sugerencia, parece indicarse que en este proceso constructivo es posible partir de ciertos hechos para construir los puntos de partida de una teoría formal. Los teoremas derivables de los axiomas son verdaderos en tanto sean demostrables –lógicamente. Así, la verdad matemática – y formal, en general- es un asunto de coherencia. En este sentido, las verdades matemáticas no son absolutas sino relativas a la teoría en la cual son demostrables. Se ilustra este hecho mediante la adición aritmética “24 + 1”. Esta no es igual a 25 en la aritmética modular módulo 24, que es el sistema que usamos para contabilizar las horas del día, sino a 1. Las teorías matemáticas son teorías abstractas. Cuando alguna de estas teorías se pone en correspondencia bajo ciertas reglas con determinados hechos fácticos, se obtiene una interpretación o, en otro término, un modelo. La teoría abstracta, al contener sólo términos no interpretados, es decir, signos a los que no se atribuye un significado fijo, y que por lo tanto pueden adquirir distintos significados, no tiene que tratar con el problema de la verdad, al menos no como correspondencia entre sus formas y lo real, sino como coherencia. Acerca de lo anterior, piénsese por ejemplo, en el formalismo que subyace a la geometría y que genera la geometría euclidiana. En los Fundamentos de la Geometría, que Hilbert publicó en 1899, se sustituyen los tradicionales axiomas de Euclides por un sistema formal de 21 axiomas. Tales axiomas no se toman como verdades evidentes. Los elementos tales como el punto, la recta, el plano y otros, se pueden sustituir con mesas, sillas, utensilios de cocina y otros objetos. Lo que se desarrolla es una teoría abstracta de relaciones definidas conforme a reglas de construcción. Así, Hilbert comienza enumerando los conceptos sin definición: punto, recta, plano, incidencia (una relación entre puntos y planos), estar entre, congruencia de pares de puntos y congruencia de ángulos. Los axiomas unifican la geometría bidimensional y tridimensional en forma euclidiana en un único sistema. Por lo que se refiere a las ciencias fácticas, éstas emplean sólo símbolos interpretados. Además, la racionalidad, esto es, la congruencia formal al interior de sus teorías, son una exigencia, pero no garantiza la validez de éstas. Dado que la verdad en estas ciencias se da en términos de correspondencia, se requiere que los enunciados de las teorías científicas sean verificables en la experiencia –aun cuando esto no pueda hacerse directamente. El criterio de verificabilidad es uno de los elementos esenciales del empirismo en la filosofía de la ciencia, de ahí que las ciencias fácticas son también conocidas como ciencias empíricas. 3 Las proposiciones derivadas de las teorías fácticas son proposiciones empíricas, esto es, acerca de hechos observables y de experimentos. La racionalidad más la correspondencia formal-fáctica permiten hablar de la verdad de una determinada teoría, aunque esta verdad nunca es concluyente sino sólo más o menos probable. Podemos traer a colación aquí el criterio popperiano del falsacionismo en cuanto a la relevancia que éste tiene para propiciar el progreso en la ciencia: la falsación genera teorías más adecuadas para la explicación y descripción de un área fáctica determinada. “El conocimiento fáctico, aunque racional, es esencialmente probable: dicho de otro modo: la inferencia científica es una red de inferencias deductivas (demostrativas) y probables (inconcluyentes)” (Bunge, pág. 3). Las ciencias fácticas, ya sean las de la Naturaleza o las Sociales, tienen como rasgos esenciales la racionalidad y la objetividad. El conocimiento racional se conforma de conceptos, juicios y raciocinios que pueden combinarse de acuerdo a un conjunto de reglas lógicas para generar nuevas ideas (inferencia deductiva). Además, tales ideas se ordenan sistemáticamente, y no meramente en forma cronológica –y menos aún caótica. Esta sistematicidad es lo que otorga a un conjunto de enunciados fácticos el carácter de teoría. Que un conocimiento sea objetivo significa que concuerda aproximadamente con su objeto, es decir, que busca la verdad –la correspondencia con los hechos a través de la observación y la experimentación. 2. Características de las ciencias fácticas a. El conocimiento científico es fáctico, es decir, parte de los hechos y se vuelve a ellos a través de la observación y la experimentación con el fin de adecuar sus teorías explicativas de un determinado ámbito de la realidad. De esta interacción con la facticidad se obtienen los llamados datos empíricos, i.e., datos que han sido comprobados por las teorías y que son, a su vez, generadores de nuevas aproximaciones teóricas. b. El conocimiento científico trasciende los hechos mediante la racionalización de la experiencia. Esta racionalización se apoya en el desarrollo de hipótesis y teorías que conllevan una explicación de determinados hechos o fenómenos que se muestran con una mayor relevancia para el sistema teórico que se considere. Esta racionalización induce la generación de ciertos conceptos, tales como los del átomo, campo, masa, energía, adaptación, integración, selección, clase social, o tendencia histórica que, aun cuando carecen de correlato empírico, se refieren a ciertas relaciones teóricas con correspondencias fácticas que le otorgan al aparato explicativo su carácter de sistema teórico. c. La ciencia es analítica en tanto que trata de comprender un determinado ámbito fáctico a partir de ciertos elementos que se consideran constitutivos de él. Se trata de entender un ámbito real en su integración a partir de sus componentes. 4 d. La investigación científica es especializada. Esto es consecuencia, apunta Bunge, de la analiticidad de la ciencia y ocasiona que el método científico –cuya unidad no se pone en duda- no se aplique del mismo modo en todas las disciplinas científicas. Al mismo tiempo, le especialización propicia la interdisciplinariedad, como se da en los casos de la biofísica, la bioquímica, la neurofisiología, la cibernética o la psicolingüística, entre otras. e. El conocimiento científico es claro y preciso, a diferencia del conocimiento ordinario, que suele ser vago e inexacto. El conocimiento científico intenta, primeramente, formular claramente sus problemas; matiza sus enunciados teóricos de acuerdo al ámbito de especialidad –así, la noción de distancia tiene una acepción particular aplicada a la física mecánica o a la geometría métrica; conviene en definir consensuadamente sus conceptos, a veces partiendo de otros primitivos o bien funcionalmente; mide y registra los hechos y fenómenos relevantes a su ámbito de estudio aritmética y geométricamente. No obstante, apunta Bunge, la matematización de la ciencia no alude necesariamente a la cuantificación. Cuando se habla de exactitud en la ciencia se refiere a una exactitud general que no excluye el uso que las ciencias fácticas hacen de teorías matemáticas no numéricas o métricas tales como la topología, la teoría de grupos o el álgebra de clases, que se refieren no a números ni a figuras sino a relaciones. f. El conocimiento científico es comunicable a través de un lenguaje informativo y no expresivo (artístico) o imperativo. Es decir, no es inefable; más aún, la inefabilidad es tema de estudio científico psicológica o lingüísticamente. La precisión científica permite su comunicabilidad y aquélla es, además, necesaria para la verificabilidad de las hipótesis y teorías científicas –o en otros términos, podría decirse, permite la refutación de hipótesis gracias a su falsabilidad. g. El conocimiento científico es verificable mediante pruebas empíricas, esto es, por medios observacionales y experimentales. Estos últimos pueden generar cambios fácticos en lugar de limitarse al mero registro de variaciones, aislando y controlando ciertas variables consideradas relevantes. Ahora bien, la ciencia fáctica es por esto empírica, esto es, en el sentido de que la comprobación de sus hipótesis requiere de la experiencia; más esto no implica necesariamente la experimentación –por ejemplo, la astronomía o la economía que, sin embargo, pueden resultar altamente exactas. h. La investigación científica es metódica, se realiza de acuerdo a un plan, lo cual implica orden y consistencia con el conocimiento previo, así como el control de ciertas variables que se consideran relevantes. (Aquí hemos de recordar que la relevancia teórica depende de la situación paradigmática de la ciencia en un momento dado). En general, el método científico es un conjunto de prescripciones falibles (perfectibles) que permiten organizar la investigación partiendo del planteamiento de los problemas científicos. 5 i. j. k. l. m. n. o. El conocimiento científico es sistemático como producto de su racionalidad y el empeño en mantener una estructura relacional lógica entre sus enunciados fácticos. “Esta conexión entre las ideas puede calificarse de orgánica, en el sentido de que la sustitución de cualquiera de las hipótesis básicas produce un cambio radical en la teoría o grupo de teorías.” (Bunge, pág. 9). El conocimiento científico es general, ubicando los enunciados particulares en esquemas teóricos generales. la singularidad de un hecho o enunciado fáctico es una función de su pertenencia a una cierta clase fenoménica. Los hechos de la ciencia no son hechos aislados. Un principio ontológico que Bunge menciona en este sentido es el de que la variedad y la unicidad en ciertos respectos son compatibles con la uniformidad y la generalidad en otros. La ciencia intenta exponer la universalidad detrás de la particularidad y la singularidad. De aquí que la terminología científica aluda a generalidades en forma de clases de hechos o fenómenos. El conocimiento científico es legal mediante la inserción de hechos singulares en esquemas generales llamados “leyes”, ya sean naturales o sociales. La búsqueda de regularidades en la investigación científica propicia la legalización de ciertos enunciados fácticos. La ciencia es explicativa en base a leyes y principios. La explicación científica –al menos dentro del modelo nomológico-deductivo- consiste en la deducción de enunciados particulares a partir de enunciados generales –leyes- y éstos a partir de principios más generales. Tal es el caso de las leyes de Kepler, las cuales explican los movimientos planetarios al tiempo que, según lo reveló Newton, tales leyes se explican por el principio de la gravitación universal. Ahora bien, las explicaciones científicas no siempre son en términos de causas: “Hay diversos tipos de leyes científicas y, por consiguiente, hay una variedad de tipos de explicación científica: morfológicas, cinemáticas, dinámicas, de composición, de conservación, de asociación, de tendencias globales, dialécticas, teleológicas, etc.” (Bunge, pág. 11) El conocimiento científico es predictivo, basado en las leyes científicas y particularmente en su universalidad. La predicción permite poner a prueba las hipótesis y, a la vez, mantener el control o modificar acontecimientos. Ahora bien, la predictibilidad se caracteriza por su perfectibilidad, más que por su certeza. La ciencia es abierta, esto es, el conocimiento fáctico es refutable por principio, y siempre hay apertura a nuevas ideas y conocimientos. La ciencia no tiene axiomas evidentes por sí mismos, de modo que aún los principios más universales son susceptibles de refinamiento y hasta de refutación. Por esto, la ciencia no puede ser dogmática. La ciencia es útil en la medida en la que busca la verdad junto con la universalidad y la objetividad. La expresión más evidente de la utilidad de la ciencia es la tecnología, que es el enfoque científico de los problemas prácticos. Por otra parte, 6 la ciencia es útil como constructora de concepciones del mundo en correspondencia con los hechos y, además, como promotora de una disposición crítica y abierta al examen riguroso, características esenciales en quienes buscan vivir en congruencia con la verdad. 3. Veracidad, verificabilidad, método científico El conocimiento científico requiere dar razón de sus postulados y enunciados fácticos; de sus hipótesis y sus teorías, y aún de sus principios más generales. La verdad es una cuestión de proposiciones y, para ser científicas, deben ser verificadas. La verificación implica la confrontación de las proposiciones con otras, así como procedimientos empíricos tales como el recuento o la medición. Ahora bien, no todas las proposiciones son verificables. Por ejemplo “América es el continente situado al oeste de Europa” es una proposición producto de una convención referente a los puntos cardinales. En este sentido, no es ni verdadera ni falsa, ya que no es una afirmación fáctica, sino una proposición nominal. Tampoco son verificables las proposiciones acerca de fenómenos sobrenaturales, no porque no se refieran a hechos reales, en la medida en que se pretende que sí sean reales, sino porque no se cuenta con mecanismos de verificación. El conocimiento científico se conforma de teorías e hipótesis que son verificables de algún modo y, en la medida en que son probadas empíricamente, se consideran verdaderas –no obstante que, como se ha indicado, lo son en grado probable y nunca concluyente. Las hipótesis se formulan, en muchas ocasiones, por vía inductiva, pero también por analogía, como la teoría ondulatoria de la luz le fue sugerida a Huyghens (1690) por semejanza con las olas; también se dan los casos de utilizar analogías matemáticas en base a las formas de las expresiones matemáticas. Incluso consideraciones de tipo filosófico pueden guiar una senda conjetural, tal como le sucedió a Oersted quien, sobre la convicción de una supuesta naturaleza polar de todo lo existente, estableció una conexión entre la electricidad y el magnetismo. Por otra parte, la convicción filosófica de la complejidad ilimitada de la naturaleza condujo a David Bohm a conjeturar acerca de la existencia de un nivel subcuántico, basándose en una analogía con el movimiento de tipo browniano. La metodología es la disciplina que se encarga de averiguar los procesos de planteamiento de los problemas que la investigación científica intenta resolver a través de hipótesis y cómo se establece la posible comprobación. El estudio del método científico es, así, la teoría de la investigación y tiene una función tanto descriptiva como normativa. Si se trata de ciencias formales, la verificación es la búsqueda de coherencia formal y, si se trata de ciencias fácticas, la verificación es por medios empíricos y/o racionales. 7 En el caso de los métodos teóricos, la constatación del comportamiento real se da en base a la generación de modelos conceptuales de los hechos, dentro del marco más amplio de un determinado cuerpo teórico. Estos modelos apuntan a la descripción de los mecanismos que no siempre corresponden con la realidad perceptible en forma directa, sino sobra la base de ciertas relaciones teóricas postuladas y con cierto grado de confirmación, ya sea empírica o por contrastación con otras teorías. Las hipótesis científicas pueden tener soporte no necesariamente empírico –lo cual muchas veces no es posible- sino extracientíficos. Esto es, mientras que los soportes empíricos y racionales de las hipótesis fácticas son objetivos, los soportes extracientíficos son, en gran medida, materia de preferencia individual, de grupo o de época. En este sentido, el método experimental no agota el proceso que conduce a la aceptación de una suposición fáctica. El proceso de investigación se inicia cuando se reconoce algo problemático y se plantea como un problema. El reconocimiento de un problema nos induce a una búsqueda de cierta información que pudiera existir alrededor de éste y que, en el entendido de que no representa una solución, sí apunta a obtenerla a manera de antecedentes sobre el tema y dibujando el marco de discusiones que se generan con ese fin. Posteriormente se encuentra la etapa de experimentación. En ella se lleva a cabo una serie de pruebas que permiten contrastar escenarios, situaciones, modelos con el objetivo de deducir posibilidades explicativas, discriminar entre ellas y afinar las más prometedoras. Es una etapa de creación de hipótesis y de interpretación de observaciones. Finalmente, la etapa de comunicación consiste en expresar fielmente el contenido de la investigación, con apego a la estructura del trabajo científico. Para esta etapa es importante conocer también los canales adecuados para la difusión del trabajo científico. Las tres etapas mencionadas conforman una visión sintética de lo que puede entenderse como la actividad científica. Así, Chalmers establece que la "concepción más adecuada de la ciencia debe originarse en la comprensión del entramado teórico en el que tiene lugar la actividad científica [...] El significado de los conceptos depende de la estructura de la teoría en la que aparecen, y la precisión de aquéllos depende de la precisión y el grado de coherencia de ésta" (Chalmers, 2003, págs. 98, 99). La relevancia de los enunciados científicos, así como su aceptación -y su eventual eficacia práctica- depende de su grado de sustentación y de confirmación. “Si, como estimaba Demócrito, una sola demostración vale más que el reino de los persas, puede calcularse el valor del método científico en los tiempos modernos. Quienes lo ignoran íntegramente no pueden llamarse modernos; y quienes lo desdeñan se exponen a no ser veraces ni eficaces.” (Bunge, pág. 29) 8 CONCLUSIÓN La ciencia trata con entes reales –hechos o fenómenos- pero también con entes extracientíficos cuando se trata de dar soporte a hipótesis y teorías. Tales entes son psicológicos y culturales. Feyerabend ha sido uno de quienes más han acentuado el comportamiento muchas veces un tanto cultural, tradicional y prejuicioso de la actividad científica, como una más de las actividades humanas. No obstante, la verificabilidad del conocimiento científico siempre apela a la contratación, ya sea empírica o con otras teorías. En el caso de las ciencias formales, su verificabilidad se da en términos de demostración, lo cual, para Bunge, queda en el ámbito meramente teórico. Esta aclaración es importante porque cabría cuestionarse si el calificativo “teórico” puede ser asimilado en las disciplinas formales. No hay un consenso acerca del estatus de teoría, por ejemplo, en la teoría de conjuntos o la teoría de grupos, entre otras áreas de la matemática. Por otra parte, acerca de la relatividad de la verdad formal que, como apunta Bunge, se da en el sentido de que los enunciados matemáticos, ejemplificados aritméticamente (Bunge, pág. 3), lo sean por tener “un resultado” distinto en distintos módulos aritméticos, puede considerarse lo siguiente. Desde una perspectiva más general – y la búsqueda de mayor generalidad es lo que dinamiza el desarrollo de la matemática- la diferencia de resultados mostraría la consistencia de la Aritmética Modular –como teoría general de los números, en la que cabe tratar con diversos módulos. La Aritmética Modular es un sistema aritmético para clases de equivalencia de números enteros llamadas clases de congruencia. En este sentido, hablar de verdad relativa –y, por tanto, de verdad absoluta- en ciencias formales, particularmente en Matemáticas, no parece ser adecuado. Respecto al contenido de la filosofía de la ciencia, tiene relevancia el apunte de Bunge acerca de la filosofía, ya sea científica o no, que analiza lo que se le presenta y, a partir de este material, construye teorías de segundo nivel, es decir, teorías de teorías. Recalca Bunge que la filosofía será científica “en la medida en que elabore de manera racional los materiales previamente elaborados por la ciencia. Así es como puede entenderse la extensión del método científico al trabajo filosófico.” (Bunge, pág. 27). Lo que este apunte señala es lo que hace de una disciplina investigadora una empresa científica: la racionalidad. En este sentido puede entenderse cómo Bunge entiende que las formales también son ciencias, al lado de las fácticas. Por último, en cuanto al cientificismo concebido como reduccionismo naturalista, consistente en intentar resolver toda suerte de problemas mediante las técnicas disponibles para las ciencias naturales, ignorando las cualidades específicas e irreductibles de cada nivel de la realidad, es algo de lo que se haría bien en prevenir pues, 9 por una parte, degrada la racionalidad, universalidad y objetividad de la ciencia y, por otra parte, induce una concepción del mundo que raya en el mecanicismo. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Asensi-Artiga, V., & Parra-Pujante, A. (2005). EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA NUEVA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA. ANALES DE DOCUMENTACIÓN, N.º 5, 9-19. Bunge, M. (s.f.). La ciencia, su método y su filosofía. Chalmers, A. (2003). Qué es es cosa llamada ciencia? Madrid: Siglo XXI. Echeverría, J. (1997). La Filosofía de la Ciencia en el siglo XX: Principales tendencias. AGORA Papeles de Filosofía, 16/1, 5 - 39. Escohotado, A. (1987). Filosofía y Metodología de las ciencias. Madrid: UNED. García Jiménez, L. (junio, 2008). APROXIMACIÓN EPISTEMOLÓGICA AL CONCEPTO DE CIENCIA: UNA PROPUESTA BÁSICA A PARTIR DE KUHN, POPPER, LAKATOS Y FEYERABEND. Andamios Volumen 4, número 8, 185-212. 10 View publication stats