UN SUEÑO CASI PERFECTO Resultaba duro tener que permanecer postrada en la cama con su pierna izquierda inmóvil. La mala fortuna había hecho que cayera rodando con sus patines cuando pisó el envase grasiento de una palmera de chocolate. La visita de los abuelos le había alegrado mucho y más aún cuando le llevaron un montón de cuentos para que Rosalía amenizara esos ratos de aburrimiento. La lectura se había convertido en su actividad favorita. Había leído tantas horas, que se sumió en un profundo sueño. - ¿A dónde vas Caperucita? – dijo Rosalía. - A casa de mi abuelita - ¿Te puedo acompañar? - ¡Claro! ¡Si tú quieres! Qué contentas iban las dos por el bosque disfrutando de los pequeños animalillos que se escondían asustados a su paso. Rosalía contemplaba admirada los árboles y matorrales, respiraba profundamente el aire puro. Allá, a lo lejos, tres siluetas se agachaban y recogían ramas secas caídas de los árboles quizás en un día de tormenta, eran Los tres cerditos. -Hola cerditos, ¿Qué estáis haciendo? – preguntó Rosalía. - Estamos ayudando a mi hermano a construir su casita de madera –respondió el cerdito mayor. - Seguid, seguid, no quiero que perdáis tiempo por mí, tenéis que terminarla antes de que aparezca el lobo. Siguieron su camino, todavía quedaba un largo trecho por recorrer. No lejos de allí divisaron una casita hacia la que se dirigían dos niños, los cuales iban tirando blancas piedrecitas por el camino. - ¡Hola! ¿Cómo os llamáis? - Yo, Hansel y mi hermana, Gretel. Estamos perdidos. Por culpa de nuestra madrastra nuestro padre nos ha abandonado en el bosque. - Venid con nosotras –dijo Caperucita Y así siguieron su camino. - Vamos a refrescarnos un poco en aquel lago –comentó Gretel. - ¡Que bellos cisnes! –exclamó Rosalía. Todos quedaron paralizados al oír una voz procedente del lago. - ¡Hola chicos! - ¿Tú quién eres? –preguntó Rosalía - Soy al que antes llamaban El patito feo. - ¡Pues anda, con lo hermoso que eres! ¡Y qué aguas tan cristalinas! No habían caminado mucho cuando a lo lejos vieron sentada sobre un tronco a una hermosa niña que escondía entre sus manos la cara, por la que deslizaban un par de lagrimillas. Se acercaron y le preguntaron: - ¿Quién eres? ¿Por qué lloras? - Soy Blancanieves. Un cazador me ha abandonado en el bosque, me ha librado de la muerte a la que mi madrastra me había condenado. - No sufras más, vente con nosotros. Atravesaban el bosque deteniéndose a cada paso, saltando y disfrutando de todo lo que la naturaleza les deparaba, pero no podían entretenerse más, debían llegar a casa de la abuelita antes de que la noche les alcanzara. ¡Nunca Rosalía se había sentido tan feliz en medio de la naturaleza! De pronto, la niña gritó: - ¡Eh chicos, mirad quién viene por allí! - ¡Es el flautista de Hamelin! – dijeron todos a la vez. Su música se aproximaba oyéndose unos tonos cada vez más audibles, le seguían cientos de ratas provenientes de la cercana ciudad. - ¿De dónde ha salido esta multitud de ratas? - La ciudad estaba invadida por ellas debido a la suciedad de sus calles, la basura está por todas partes, la gente tira los desperdicios al suelo… -respondió el flautista con gesto preocupado. - Hummm! Eso me suena – afirmó Rosalía. - ¿Pero qué dices? –dijeron todos a una- ¡Eso es impensable! - Vosotros estáis acostumbrados a respirar aire puro, a tener un bosque limpio, a querer a las plantas, a los animales y a disfrutar de las aguas cristalinas. En cambio donde yo vivo, en la ciudad, no es así. - Pues tendréis que hacer algo –dijo Hansel - Sólo tendría la gente que cumplir y respetar lo ya escrito: es decir guiarse por los colores y depositar en cada contenedor lo indicado. En el amarillo, envases de plástico, latas y briks; en el azul envases de cartón, papel, periódicos y revistas. Y además, ¿sabéis? todo ello se puede reciclar. Lo único que tenemos que hacer es colaborar todos. - Eso es fácil, y más si se aprende desde niño –replicó Blancanieves. De repente, Rosalía vislumbró la ciudad más limpia jamás vista. La gente concienciada, seleccionaba y depositaba la basura en cada uno de los contenedores. Su emoción era tal que solo deseaba compartirlo con sus nuevos amiguitos. - ¡Caperucita, Cerditos, Patito, Hansel…! - Rosalía despierta ¿Sucede algo? - He tenido un maravilloso sueño, mamá. He vivido una aventura con los personajes de mis cuentos favoritos, pero lo más increíble de todo es que nuestra ciudad se veía como nunca de limpia. - ¡Ah, ya! Y no había envoltorios de golosinas por el suelo –rió la mamá.