Construcción Alfonso Fierro López Mi necesidad para conciliar el sueño en las noches es poder imaginar la vida de personajes plásticos que invento para condensar a los protagonistas de mis ficciones favoritas. El coronel Aureliano Buendía, Paul Atreides, Tyler Durden, Samsagaz Gamyi, Serpico de Vandimion y otros tantos nombres sin cuerpo son armados con porciones de mi alma y animados en la profunda oscuridad de mis ojos. Mis historias corren con el tiempo del mundo y se detienen con el cansancio de mi sangre, pero entre su cuasi existencia y el olvido soy artífice de una leyenda. Durante veinte lunas acompañé a los héroes en duelos honorables y cruzadas religiosas. Asistí a funerales de hombres que nunca nacieron y agoté las razones sensatas para iniciar una revolución. Imaginé tantas vidas que interrumpí las proyecciones para juzgar si veía recuerdos o inventos. Las dudas eclipsaron la ilusión y volví a ver solo el vacío de la espera. La impaciencia por el sueño es un gran despertador. Para resistir la ansiedad de la oscuridad me convencí de reproducir cuentos de cuna con un volumen bajo, este anestésico infantil fracasó por la imparable expectativa de descubrir la lección moral que el narrador esperaba enseñarme. Quería encontrar un somnífero más pacífico y la caridad del destino me presentó al señor Chico Buarque y su brillante bossa nova. Supe que él podía entender mis encarnaciones de la vida con un arte más precioso y preciso. Chico no sufría de fronteras en la forma de su ser, tal vez por eso congeniaron su son y mis fantasías. El primer matraz en que admiraría pertinentemente su genialidad llevaría mezclada la canción Construçao. Amou daquela vez como se fosse a última Beijou sua mulher como se fosse a última E cada filho seu como se fosse o único E atravessou a rua com seu passo tímido Subiu a construção como se fosse máquina Ergueu no patamar quatro paredes sólidas Tijolo com tijolo num desenho mágico Seus olhos embotados de cimento e lágrima Sentou pra descansar como se fosse sábado Comeu feijão com arroz como se fosse um príncipe Bebeu e soluçou como se fosse um náufrago Dançou e gargalhou como se ouvisse música E tropeçou no céu como se fosse um bêbado E flutuou no ar como se fosse um pássaro E se acabou no chão feito um pacote flácido Agonizou no meio do passeio público Morreu na contramão atrapalhando o tráfego El primer acto de la canción es un hombre anónimo, trabajador de la construcción en una ciudad cualquiera. No se muestra que él tenga devociones particulares o ambiciones trascendentales, solo es cierto que a sus hombros y con amor reposa su familia. Para la coincidencia histórica es posible pensar en la tragedia urbanística que fue la fundación de Brasilia. Una ciudad perfectamente geométrica que representaba la superioridad creativa del hombre sobre la permanencia tropical del Brasil interior. Era un proyecto político que prometía simplificar las labores administrativas y servir como monumento de modernismo e industrialización al servicio de la federación. Contrario a la nobleza de su propósito, su construcción conllevó la migración forzosa y la inmolación de los obreros encomendados a cumplir con el erguimiento de los colosales edificios del nuevo estado. El anónimo puede darle forma al mundo con cemento y lágrimas, actuando por debajo de la historia y concentrando los tiempos que no podrá vivir en la permanencia de sus ladrillos. La estructura física y metafísica de la sociedad es nutrida con el deber para trascender que tienen los fundadores, aunque estos desconozcan esta responsabilidad. El protagonista descansa con simpleza de su obra y su dicha es indistinguible de la de un príncipe. Me gusta pensar que Chico creía en la igualdad de los hombres porque todas las alegrías llenan el corazón y todas las lágrimas son saladas. La empatía homogeniza a las sociedades mejor que la ley. El agotamiento y la bebida lo entumen en su trance de gozo y, por accidente, muere. La aleatoriedad le hizo vivir sin rostro y morir sin cuerpo. Fue ignorado y olvidado a pesar de su irremplazable humanidad, pero además, la colmena con descaro subestima su sacrificio al tratarlo como un inconveniente de tránsito. La indiferencia al prójimo es una forma de despreciarle sin crueldad. como se fosse o último (Beijou sua mulher) como se fosse a única (E cada filho seu) como se fosse o pródigo E atravessou a rua com seu passo bêbado Subiu a construção como se fosse sólido Ergueu no patamar quatro paredes mágicas Tijolo com tijolo num desenho lógico Seus olhos embotados de cimento e tráfego Sentou pra descansar como se fosse um príncipe Comeu feijão com arroz como se fosse o máximo Bebeu e soluçou como se fosse máquina Dançou e gargalhou como se fosse o próximo E tropeçou no céu como se ouvisse música E flutuou no ar como se fosse sábado E se acabou no chão feito um pacote tímido Agonizou no meio do passeio náufrago Morreu na contramão atrapalhando o público El segundo acto renueva al protagonista, pero no al mundo. Se intuye que es un hombre sensible pero desleal, capaz de cumplir con su deber sin ser agraciado por su manera de vivir. El hombre se para sobre un obelisco sólido y continúa su ascenso con lógica, sin tener que improvisar ni inventar en la estructura. Tiene el mérito de saber cuidar un legado, pero carece de la intensidad para construir el suyo propio. Cuando Brasilia estaba terminada, era magnífica. Nada podía comparársele en la región y el orgullo de sus potenciales habitantes era inmenso. Los defectos se hicieron nítidos solo cuando los albañiles se dieron cuenta que habían fabricado corrales exclusivos para burócratas. Habían sido hábilmente engañados para construir un palacio que sus sueldos no les permitían habitar. Tal infamia no podía ser reprochada porque discutir el precio de sus obras implicaría denigrarse o ser difamados, por lo que la habitación y expansión de Brasilia ocurrió simultáneamente con villas ingratas de obreros traicionados y edificios excéntricos llenos de políticos sin escrúpulos. El protagonista resiste su vida con dignidad hasta que la ebriedad le hace enfrentar la desvalorización de su ser. Él siente que el mundo lo desprecia y se refugia en la bebida. Trágicamente, este refugio ahonda el rechazo de sus cohabitantes y por ello su muerte pasa a ser un inconveniente público. Amou daquela vez como se fosse máquina Beijou sua mulher como se fosse lógico Ergueu no patamar quatro paredes flácidas Sentou pra descansar como se fosse um pássaro E flutuou no ar como se fosse um príncipe E se acabou no chão feito um pacote bêbado Morreu na contramão atrapalhando o sábado Por esse pão pra comer, por esse chão pra dormir A certidão pra nascer e a concessão pra sorrir Por me deixar respirar, por me deixar existir Deus lhe pague Pela cachaça de graça que a gente tem que engolir Pela fumaça, desgraça que a gente tem que tossir Pelos andaimes pingentes que a gente tem que cair Deus lhe pague Pela mulher carpinteira pra nos louvar e cuspir E pelas moscas bicheiras a nos beijar e cobrir E pela paz derradeira que enfim vai nos redimir Deus lhe pague El último acto de la canción es una descontextualización y aceleración de los dos primeros, más allá de los brillantes intercambios de los significantes entre los versos, Chico concluye con una esterilización de la vida del trabajador. Ama como máquina y actúa automáticamente. La velocidad de la vida le impide crear estabilidad y cuando puede controlar la ligereza de su tiempo interrumpiendo el propósito mecánico del reloj, el obrero muere. La coda es el sarcástico diálogo de un vagabundo cínico que agradece a su mundo por un mínimo vital. Ante la degeneración y el resquebrajamiento de las necesidades nuestro Diógenes responde con doble sentido amenazante “Dios le pague”. Construçao es el testimonio de la monumental sensibilidad social de Chico Buarque para comprender la leyenda de la gente sin nombre en la historia. Con aquella nueva verdad puedo imaginar cada noche la nobleza del común y la infinita deuda con el pasado que nos acosa a los vivos. Chico canta mi lealtad a la ilusión del futuro y apaga la cruenta quietud de la noche.