LA CONCIENCIA Siempre ha resultado complicado definir el concepto de conciencia (o consciencia: provienen del mismo origen latino conscientia, “con conocimiento”). La ciencia no tiene medios para estudiar algo que carece de materia o de cualquier tipo de fuerza o energía medible. La idea evolucionó con el desarrollo de la psicología y la neurofisiología en paralelo con la filosofía. Ésta insistió en el aspecto subjetivo, mientras que las otras dos disciplinas se fijaban en el comportamiento o en propiedades fisiológicas. Cada área de estudio ofrece sus definiciones arbitrarias según su campo de investigación. Por lo tanto, cuando hablamos de conciencia nos estamos refiriendo a: • • • La capacidad de conocer nuestro entorno y ubicarnos en él, o sea, la lucidez. La capacidad de reflexionar sobre la realidad y asumir una postura frente a ella. La capacidad de juzgar nuestras acciones desde una perspectiva moral (buenas o malas). Los mismos sentidos aplican cuando catalogamos a alguien de consciente o inconsciente, y para empleos mucho más específicos de la palabra, como los que veremos más adelante. Por último, debemos decir que la conciencia, entendida como la capacidad de percibir, entenderse y juzgar la propia existencia, es una capacidad, que sepamos, exclusiva de los seres humanos. Además, constituye, paradójicamente, uno de los misterios no resueltos más grandes de nuestra existencia: ¿dónde reside la conciencia? ¿qué cosa exactamente es? ¿de qué manera se genera? Son preguntas que muchas religiones intentaron responder con la noción de “alma” o “espíritu”, y que todavía no tienen una respuesta científica definitiva. El problema fácil y difícil de la conciencia El filósofo australiano David J. Chalmers (1966) diferencia entre los problemas fáciles (considerar la conciencia como una capacidad mental más, que incluye la focalización de la atención, la integración de nueva información, etc.) y el problema difícil (cómo la conexión física entre neuronas mediante impulsos eléctricos puede producir la experiencia subjetiva que llamamos conciencia). Pero básicamente la conciencia se podría explicar como el entendimiento o conocimiento que un ser vivo tiene de sí mismo (de su propia existencia) y de su capacidad para actuar sobre su entorno. Es lo que sentimos al tener contacto con nuestra realidad, y está nutrida por nuestro sistema de creencias adquirido en la cultura que nos ha tocado vivir. La conciencia es un estado mental sólo accesible por el propio sujeto, que le permite analizar cómo se percibe a sí mismo como ser autónomo, interactuando con los estímulos externos que le rodean a través de sus sentidos, para después poder reflexionar e interpretar esos estímulos relacionándolos con su memoria y construir su realidad. TEORÍAS El neurobiólogo estadounidense Gerald Edelman (1929-2014) plantea que la conciencia brota como consecuencia de la interacción entre grandes grupos de neuronas que se coordinan entre sí en el cerebro, manteniendo conexiones continuas con el cuerpo y el ambiente. La conciencia nace cuando el cerebro se da cuenta de sí mismo. Distingue entre conciencia primaria, construida de experiencias vividas en el presente e interpretadas según las categorizaciones (conceptos que creamos de nuestras experiencias y que asignamos con palabras) hechas por el individuo: es un “presente recordado”; y conciencia superior, que se basa en la emergencia del lenguaje en el ser humano que nos permite relatar subjetivamente nuestra vida pasada. Una parte importante de lo que somos es producto de nuestro diálogo interior. Para el neurólogo portugués Antonio Damasio (1944) la conciencia es un proceso gradual que se asocia con una secuencia de tres tipos de yoes que conforman nuestra identidad: 1- el Proto-Yo: es una secuencia temporal inconsciente y coherente de pautas neuronales que simbolizan el estado de nuestro cuerpo momento a momento. Es lo que permite distinguirnos del medio exterior (facultad propia de la mayor parte de seres vivos). 2- El Yo central: somos conocedores de este yo, puede activarse ante cualquier elemento natural y va experimentando pequeños cambios a lo largo de su vida. Solo experimenta el presente separando nuestro yo como entidad propia frente a otras cosas externas que nos afectan. 3- El Yo autobiográfico: es la memoria autobiográfica, compuesta por memorias implícitas de las experiencias vividas en el pasado y también de la previsión de un futuro incierto. Esta memoria nos proporciona la conciencia de un “yo enriquecido” por los archivos de nuestra experiencia vital. El filósofo sueco Peter Gardenfors (1949) ve en el lenguaje el último estadio en el proceso que lleva a la conciencia humana. Piensa que primero estuvieron las sensaciones, luego la atención, las emociones, la memoria, los pensamientos, la planificación, el yo, el libre albedrío y, finalmente, el lenguaje. Los pensamientos son representaciones internas del mundo, lo que permite a los animales que los tienen separarse del mundo inmediato, pudiendo crear más de un curso posible de acción. El neurocientífico estadounidense Joseph LeDoux (1949) cita a varios científicos que definen la conciencia como el saber lo que hay en nuestra “memoria de trabajo”, memoria que contiene representaciones mentales en forma de episodios que se manifiesta en el momento presente. Para darnos cuenta de algo, ese algo debe estar representado mentalmente y después relacionarse con la representación mental del yo que lo experimenta. Otras teorías parecidas identifican la conciencia con la fijación de la atención. La neuróloga irlandesa Suzanne O’Sullivan concibe la conciencia como una totalidad compuesta por diversos estados: la atención, la percepción y la memoria. Es la habilidad de elegir selectivamente nuestra experiencia mental. La atención selecciona algo, y después la percepción lo identifica subjetivamente según nuestras creencias alojadas en nuestra memoria. Desarrollo de la conciencia La conciencia podría iniciarse cuando abrimos los ojos por primera vez y nos encontramos frente a nuestro entorno, a nuestro mundo, y experimentamos lo personal (nuestro yo) y lo exterior (el ambiente) como dos naturalezas distintas que se afectan mutuamente. Después, poco a poco, iríamos penetrando en nuestra propia experiencia cuando alcanzamos a diferenciar lo imaginario de lo real en nuestra representación mental. Mediante nuestra vigilia, nuestro estado de alerta vigilante, vamos seleccionando diversos estímulos ambientales que, a través de la atención, serán almacenados en nuestra memoria. Así va desarrollándose nuestra conciencia: atesorando nuestro pasado, percibiendo nuestro presente asistido por nuestras emociones y, gradualmente, construyendo nuestra propia identidad. La conciencia nos permite crear metáforas, concebir posibilidades, expandir nuestra existencia. Nuestra representación simbólica de la realidad nos habilita para extraer conclusiones y elaborar nuevos conocimientos a partir de los que ya tenemos. La conciencia existe en nuestra voz interior que nos hace preguntarnos de dónde venimos, por qué estamos aquí y qué futuro podemos crear. Permite que demos un significado a nuestras emociones y nos anima a comprendernos para alcanzar la felicidad. CLASES DE CONCIENCIA Conciencia social Cuando usamos el término “conciencia social”, nos estamos refiriendo a la capacidad o el interés que posee un individuo respecto a las condiciones de vida de los demás miembros de su comunidad. De modo que una persona socialmente consciente, así, es aquella que se reconoce a sí misma como parte de un colectivo humano, comprende y acepta las responsabilidades que ello implica. En cambio, las personas que viven sin preocuparse por su comunidad, ni involucrarse en ella, ni sentirse de ningún modo responsable por lo que en ella tenga lugar, son individuos desprovistos de consciencia social. Conciencia moral El término “conciencia moral” puede ser en ciertos contextos redundante, ya que el ejercicio de la conciencia suele ser un ejercicio de la moral, o sea, del discernimiento entre aquello que se considera bueno, apropiado, acorde, y aquello que se considera malo, inapropiado o fuera de lugar. La moral, sin embargo, cambia conforme al marco cultural en donde se encuentre, o sea, de una cultura a otra, o de una época a otra en la misma cultura. Por ende, la conciencia moral es también cambiante, y en general tiene que ver con la opinión pública, y con la noción de la ética: la responsabilidad hacia los demás que detentamos cuando ejercemos un cargo, un oficio o una autoridad. Así, la conciencia moral es la capacidad para juzgar las propias acciones de acuerdo con el marco cultural al que pertenecemos. Es justamente a este tipo de conciencia al que apelamos cuando percibimos que nuestras acciones podrían resultar dañinas u ofensivas para otro, o cuando implican valores contrarios a los que desearíamos ver reinar en el mundo, si tan solo dependiera de nosotros. Conciencia ambiental Similarmente, se habla de “conciencia ambiental” o “conciencia ecológica” para referirse al grado de lucidez y conocimiento de un individuo respecto al impacto medioambiental de sus acciones, de su manera de vivir y de sus hábitos cotidianos. De una persona dotada de conciencia ambiental se espera que viva tomando en consideración la contaminación y los grados de daño ambiental que pueden prevenirse de manera cotidiana, a través de pequeñas acciones o hábitos: reciclar y reusar, ahorrar energía, no consumir ciertas marcas de productos, etc. Conciencia de clase El término “conciencia de clase” proviene del marxismo, y se emplea para referirse al grado de conocimiento que una persona posee respecto a su propia ubicación dentro de las relaciones socioeconómicas y de poder que hay en la sociedad. Dicho más simplemente, una persona con consciencia de clase sabe a qué estrato socioeconómico pertenece, y por lo tanto sabe qué sectores se oponen al desarrollo y mejoramiento de las condiciones de vida de su clase social, y qué sectores, por el contrario, son favorables a su causa. Este concepto tiene sentido dentro de la lógica de la “lucha de clases” propuesta por la filosofía marxista como explicación al cambio histórico: las clases sociales competirían entre sí por el control de los medios de producción, a medida que unos intentan explotar a los otros para generar riquezas (“La explotación del hombre por el hombre”). ¿Cuál es la importancia de la conciencia? Es indispensable tener la conciencia de lo que se siente en cada momento, ya que esto permite, que los pensamientos, acciones y sentimientos logren estar en armonía, y de esta manera poder identificar si lo que se está viviendo es lo que se quiere y de no ser así cambiarlo.