En la toma de posesión como P. Provincial de CAyC. (Festividad de la Virgen de la Altagracia). 21 enero 2013. Ayer leíamos en el evangelio el hermoso texto del banquete de las bodas de Caná. Una pareja de enamorados inician juntos una nueva vida, el uno para el otro. Y aparece un problema. Cualquier familia en una situación semejante hubiese experimentado el mismo temor que aquellos sirvientes, al comprobar que no tenían algo tan importante en una comida como es el vino. Se imaginaban la catástrofe cercana. Pero junto al temor, vieron a María y a ella se dirigieron: no queda vino. Y María con gran serenidad, se dirige a Jesús y le repite: no tienen vino. Ya sabemos qué sucedió después. Hoy nos hemos reunido también para celebrar el inicio de una vida en unión. Y a más de uno se le hará presente más de un temor. Si miramos lo que iniciamos con facilidad podremos objetivar más de una dificultad. Pero hoy, también tenemos a María cerca. Y a ella, también nos dirigimos. Y ella vuelve a hacer lo mismo: se dirige a Jesús, y nos presenta. Y Jesús nos habla. Y María repite: Haced lo que él os dice. Queridos hermanos, hoy nosotros, aquí reunidos, hacemos presente el nacimiento de un nuevo cuerpo con vida. Una Provincia escolapia con hermanos que quieren vivir en comunidad, unidos por la hermosa misión de evangelizar a niños y jóvenes especialmente pobres, en comunión con la Escuela Pía y la Iglesia universal y de cada lugar en la que nos hacemos presentes. Y lo queremos hacer con las mismas palabras de María: Haced lo que Él os diga y lo hacemos sabiendo que ella que nos vio nacer hace cuatrocientos años, nos va a seguir protegiendo cada día. El texto del profeta Isaías es una palabra reveladora para esta Escuela Pía americana. Acaz no quiso pedir señales y el Señor se las dio. Hoy, en el inicio del camino nosotros también necesitamos señales que nos vayan marcando el camino a seguir. Para que nos digan si nuestros pasos siguen el camino marcado, lo que el Señor nos va diciendo, o nos hemos salido de él. El Señor le da a Acaz la señal que necesitaba, el nacimiento del niño-mesías. El Evangelio nos muestra la señal de las señales: La Anunciación. María se fió, en el gozo del nacimiento y el sufrimiento al pie de la cruz. Luego vendría la sorpresa de la resurrección. El sobrecogimiento del Pentecostés. Nosotros queremos seguir el camino de María: acoger el anuncio del Señor de ser sus nuevos hijos, llamados a caminar; con sus momentos de gozo y los momentos de pena; con los de ser fieles y los momentos que naces, demasiadas veces, del pecado que también habita con nosotros. Pero sabiendo que toda cruz es el paso anterior de la resurrección. Y que la nueva vida que nace de la resurrección se mantiene con la fuerza del Espíritu Santo. Y como en el caso de María, todo sucede en la normalidad de nuestras vidas. Aquí tampoco hay aparatosidad propia de un film, aquí, si acaso, hay sorpresa de decir, como María ¿y quiénes somos nosotros para haber sido escogidos para iniciar esta nueva tarea? Es, también como María, el amor de Dios el que se ha fijado en este pequeño grupo de creyentes escolapios, religiosos y laicos, para iniciar esta andadura. Y tampoco nos sentimos ni dignos ni con fuerzas, pero ante la palabra insistente del Señor, hoy, queridos hermanos no nos cabe decir otra cosa que “hágase según tu palabra”. Es el tiempo de la Gracia, de lo dado por puro amor. Hoy, este grupo de religiosos escolapios presentes en la Eucaristía, son reflejo de los 56 religiosos que sumamos la nueva provincia; estos hermanos de la Fraternidad hacen presente a los hermanos escolapios que comparten carisma y espiritualidad escolapia en las cinco Fraternidades Escolapias de la provincia. Estos educadores del Calasanz, hacen recuerdo a los educadores, a los alumnos y a las familias de estos alumnos de los 13 colegios que cada día imparten la buena noticia del Evangelio. Todos nosotros aquí reunidos hacemos presente en nuestra Eucaristía a tantos fieles que se congregan diariamente en cada una de las 10 parroquias y 19 capillas con culto público que atendemos los sacerdotes, diáconos y ministros de la Palabra y de la Eucaristía, Catequistas y tantos otros colaboradores nuestros que nos facilitan la labor. Hoy no nos olvidamos de tantos niños, jóvenes y adultos que frecuentan cualquiera de las 16 obras de Educación no Formal de nuestra Provincia. Muchos escolapios, religiosos y laicos, que han respondido a la llamada del Señor durante estos años, y que siguen queriéndolo hacer a partir de hoy. Pero nosotros, que recibimos el encargo de la paternidad y maternidad sobre tantos niños y jóvenes, no podemos olvidar que también somos hijos. Y hoy quiero hacer recuerdo de nuestras madres. Las que enviaron a sus más querido hijos a tierras entonces desconocidas. Los hermanos de Cataluña que allá por 1857 llegaron a Guanabacoa, en la isla de Cuba. Los hermanos, mis queridos hermanos, de Valencia que respondieron allá por 1949 al llamado del obispo de León de Nicaragua. Los hermanos de la Provincia de Vasconia, allá en el norte de la Península ibérica, llegaron a Carora en Venezuela en el año 1951. Muchos escolapios españoles trabajando por traer el carisma de Calasanz, con la ilusión y entusiasmo que traspasara su envío a jóvenes americanos que continuaran su fervor. Hoy, podemos decir aquello de ‘misión cumplida”. La Escuela Pía americana ha sido bendecida con la llamada y la respuesta de jóvenes que se han ilusionado con la tarea de la evangelización que Calasanz nos encomendó. Hoy, yo personalmente, doy gracias por todos y cada uno de ellos. Hermanos que el señor no siga bendiciendo. Y termino. Y lo hago pidiendo a María, aquí bajo la advocación de la Altagracia, madre de este hermoso país que acoge a la Escuela Pía por más de 60 años, que no nos deje solos. Que podamos seguir diciendo que “A tu amparo y protección, Madre de Dios, acudimos. No desoigas nuestros ruegos y de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita, defiende siempre a tus hijos.”