Los apóstoles llegaron a creer en Jesús no porque entendieran

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Jueves Santo 2015
JUEVES SANTO CICLO B 2015
Estamos en el día más misterioso de la Semana Santa. Ha llegado la hora de la que tanto hablaba
Cristo a sus apóstoles. Los apóstoles creían en Jesús no porque entendieran mucho lo que decía,
sino porque veían cómo vivía, cómo era. Intuían que encima de la mesa de la cena, además de
alimentos y utensilios para comer, había una realidad profunda y subterránea: la entrega de
Jesús.
Con la última cena y el lavatorio de pies llega la última etapa de Jesús. Y nos da un mensaje
clarísimo y que es la esencia del cristianismo: que no puede haber eucaristía sin verdadero
servicio a los hermanos. Y esa es la tarea que encomienda a sus discípulos para que la continúen,
porque Él va a pasar de este mundo al Padre. Llega su Pascua.
Describe su muerte en términos de "paso". Es lo que significa pascua: el paso del pueblo de la
esclavitud de Egipto -de cualquier esclavitud y alienación- a la libertad. Jesús va a pasar de este
mundo al Padre a través de una muerte violenta, consecuencia de haber querido ser fiel a sí
mismo; de haberse negado a contemporizar con los jefes religiosos y políticos; por haber roto
con las instituciones opresoras de Israel. Por haber tenido y vivido con la verdad y la libertad por
bandera.
Con su vida, Jesús nos demuestra que el verdadero amor y la verdadera libertad son siempre
exigentes. ¡Esclava sociedad, la que cree que es libre porque hace solo lo que le apetece o sigue
lo que el mandatario fanático le dicta! Jesús es plenamente libre porque es totalmente pobre de
sí mismo. En él sólo hay lugar para la voluntad del
Padre y el amor hecho servicio. EN LA verdadera
libertad y amor, para lo único QUE NO hay sitio
es para el egoísmo. La libertad y el amor de Jesús
desafían la mentalidad de los políticos y religiosos
y estos son los que le llevarán a la cruz. La cruz
fue el "premio" lógico a su vida comprometida
con la justicia y el amor. Nunca es la libertad un
camino de facilidades.
El sentido y el estilo de su vida no fue otro que el vivir para los demás. Su misión tiene un
nombre: servicio. Su aliciente tiene otro nombre: amar. Nunca cedió ante la amenaza y el
peligro. Amaba a los suyos, a los que había liberado de la institución judía y con los que había
formado su comunidad, y al final se los demostró con su entrega hasta muerte. Una muerte que
fue la consecuencia de su vida. Una vida que Juan quiere clarificarnos con las dos escenas: el
lavatorio y el mandamiento nuevo. El lavatorio de los pies resume lo que fue toda la vida de
Jesús: servicio y amor a la humanidad.
La pasión y muerte de Jesús es una terrible lucha entre el reino de Satán -las fuerzas del mal- y el
reino de Jesús -el amor-. En este enfrentamiento, las máximas autoridades religiosas, políticas y
uno de sus íntimos se aliaron en contra suya.
"El diablo", del que habla, es el padre de los dirigentes judíos. Se es esclavo del "diablo" cuando
se es del dinero -de todo lo que representa- y se centra el interés en poseer, aunque sea a costa
de despojar a los demás, empleando la violencia y la mentira, el chantaje y la imposición. Este
"diablo", el dios del propio interés y egoísmo, traducido en ambición y codicia, ha empujado ya a
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Judas a entregar a Jesús aliándose con los círculos de poder y empuja a muchos Judas de hoy a
entregar a sus semejantes a considerarlos seres inferiores y por tanto manipulables.
Por eso su amor desde la libertad se tradujo en acciones concretas de servicio, porque para Él
todos somos iguales, hermanos. Y Jesús se levanta de la mesa; se despoja del manto, y se ciñe
una toalla a modo de delantal y se pone a lavar los pies a los apóstoles. Lavar los pies era
considerado entre los hebreos oficio de esclavos. Jesús no tiene en cuenta esas consideraciones,
y se presenta ante sus discípulos con vestidos y en función de esclavo e inicia el lavatorio de los
pies de los discípulos. Gesto impresionante e insólito en aquellos tiempos, que deja mudos a los
discípulos. Con su acción quiere enseñar a los suyos cuál ha de ser su actitud en el mundo. Qué
significa amar y ser cristiano.
Y S. Juan centra el relato del lavatorio en la figura de Pedro por dos razones: por el prestigio de
Pedro ante el resto de discípulos y porque su reacción iba a proporcionar a Cristo la oportunidad
de darle la enseñanza al que había escogido como máximo representante de la Iglesia. "Señor,
¿lavarme los pies tú a mí?" Son unas palabras que reflejan bien la actitud de Pedro. Él, que había
visto tantas veces la grandeza de Jesús, no resistía ahora verle a sus pies con intención de
lavárselos.
Y Pedro no aprueba ese gesto de Jesús. Se imagina el reino mesiánico como una sociedad
parecida a la del mundo. No comprende las intenciones de Jesús. Jesús no se extraña de la
incomprensión de Pedro. Acabará por entender, pero dentro de algún tiempo. Será necesaria la
venida del Espíritu para que llegue a la plena comprensión."No me lavarás los pies jamás". Pero
en aquella actitud de Pedro, de indudable amor a Jesús, había aspectos censurables. Necesitaba
que Jesús le diera una lección más.
En su negativa, Pedro –que simboliza a la Iglesia- viene a afirmar que en una comunidad cada
uno debe ocupar y defender su puesto, su rango, y en eso estamos, pero equivocados de pies a
cabeza. Pedro quiere mantener los principios que rigen la sociedad.
Cree que la desigualdad es legítima y necesaria. Si el jefe se rebaja o iguala a los demás, ¿dónde
iríamos a parar? Parece mentira que después de 2000 años y después del gesto clarísimo de
Jesús, excepto el Papa y cuatro seguidores, los demás no se quieran enterar.
Pues la respuesta de Jesús a Pedro y a la Iglesia de hoy es tajante: "Si no te lavo, no tienes nada
que ver conmigo". Para tener parte con Él hay que estar dispuesto a lavar los pies a los demás y a
dejarse lavar los propios, a servir a los otros y dejarse servir por ellos, empezando por la
jerarquía, ¿se entiende? Pues quien rechaza, o no practica esta enseñanza de Cristo queda
excluido de la unión con Jesús. Podrá ser cualquier otra cosa, pero nunca cristiano. Y esto que es
tan fácil de entender, a muchos-en la Iglesia- por un
oído les entra y por otro les sale.
Amigos, las palabras de Jesús son irresistibles para
los que lo aman. Y Pedro, a pesar de su carácter
impulsivo, se ofrece también a que le lave "las
manos y la cabeza". Sin entender el gesto del
Maestro, le muestra su adhesión incondicional. Con
tal de no separarse de Él está dispuesto a hacer
todo lo que quiera, pero por ser voluntad del jefe,
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no por convicción personal.
En unos minutos, tan solo en unos minutos Jesús ha revolucionado el mundo de lo religioso. La
autoridad, el culto, la institución..., tienen sentido si sirven para que el hombre crezca y la
sociedad se transforme. Con aquel signo explicaba: la consecuencia de la eucaristía que había
instituido, la autoridad del sacerdocio y el significado del mandamiento nuevo; todo ello
instituido para SERVIR Y ENTREGARSE A LOS DEMAS ¿Porque se ha querido ahogar esta
revolución, la única verdadera? Naturalmente por mantener el chiringuito y las prebendas,
propias de los cesares mundanos eclesiásticos, pero no de Cristo. Si, ha llegado la hora, ha
llegado la hora de decir la verdad y toda la verdad.
¿Quién es capaz de ponerse a servir espontáneamente a los demás? Los que tienen dinero y
poder ponen a su servicio a otros que no lo tienen. Cuanto más poderosa y rica es una persona,
tiene más servidores y esa persona como un semi-dios. Quien tenga esta mentalidad no entiende
nada de los criterios evangélicos sobre el servicio a los demás. Es el gran virus que también ha
infectado a la Iglesia
"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros..?" Jesús con estos gestos les quiere hacer
comprender en qué consiste verdaderamente ser maestro y señor; y consiste en servir hasta dar
la vida. El servicio es la manifestación del amor a los demás. Un amor que no puede limitarse a
palabras, porque necesita demostrar su autenticidad con hechos. "Os he dado ejemplo para
que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis".
Jesús no nos dejó grandes teorías sobre la vida, ni un catálogo de dogmas, ni un código moral, ni
un organigrama que determinara cómo debía organizarse su comunidad..., sino una manera de
vivir. Todo eso fue inventado después por los hombres "religiosos" para evitarse el compromiso
de imitarle. Y eso es así, guste o no guste, pero la verdad es la verdad –y como dice el Papa- la
verdad no se puede ocultar. Se trata de amar siempre, sirviendo a los demás con alegría ¿Se
entiende?
Decía un poeta: "Soñé que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida es servicio. Serví, y
experimenté que el servicio es la alegría".
Al ponerse Jesús, "Dios-con-nosotros", a los pies de los discípulos, destruyó la idea de Dios
creada por las religiones. Quizá fuera mejor decir que intentó destruirla porque, según nos
muestra la historia de las religiones, incluida la nuestra, no lo han asimilado. Nuestro Dios es un
Dios que quiere la igualdad, eliminar todo rango y así lo demostró Cristo. En su reino no hay
amos y criados; todos son señores, al ser todos servidores. Con Jesús, Dios ha recobrado su
verdadero rostro, deformado por los hombres, que habían proyectado en Él sus ambiciones,
miedos, intereses y crueldades.
Ni el deseo de hacer el bien puede justificar el ponerse por encima de los demás. Ponerse por
encima del hombre es ponerse por encima de Dios, que sirve al hombre y lo eleva hasta Él. La
comunidad de Jesús no es piramidal, sino horizontal: todos al servicio de todos, a imitación suya
y de Dios. No es que Jesús se haya humillado al lavar los pies a sus discípulos, sino que ha
destruido las desigualdades o categorías sociales. La grandeza humana no es un valor al que Él
renuncia por humildad, sino una falsedad e injusticia que Él no acepta. La única grandeza está
en ser como Él: don total y gratuito de sí mismo.
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Y la Iglesia, las comunidades cristianas resistiéndose, como Pedro... Queriendo ser más que "El
Maestro y El Señor. Un cristianismo que sigue sin comprender el gesto de Jesús, y que para
muchos es un simple rito. Es necesario que nos convirtamos en Iglesia sencilla, humilde, sin nada
para sí misma, solícita por los demás, preocupada por los otros; sin nada que suene a poder,
prestigio, riquezas, miedo o imposición.
Desde el Cenáculo, la Iglesia y cada comunidad cristiana no tienen más sentido en el mundo que
ser servidores de la humanidad, abriéndole, con su estilo de vida, un camino de plenitud, de
solidaridad, de fraternidad universal. ¿Aprenderemos alguna vez? Mejor. ¿Querremos aprender
alguna vez?
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