VIVIR EL AÑO DE LA FE CON MOTIVACIÓN SCALABRINIANA Estamos viviendo el Año de la Fe, razón oportuna para aprender del Beato Scalabrini algo sobre esta virtud teologal. Scalabrini vivió intensamente la fe, nos dejó un edificante testimonio de vida y profundos ‘tratados sobre ella’. Nos dice: “La fe nos aproxima de Dios y nos revela sus misterios. Ella ilumina y sublima nuestra razón, ennoblece nuestros afectos, infunde en nuestra alma el bálsamo de las celestes consolaciones, nos da el coraje, la fuerza para sustentar las luchas de la vida. ¿Qué sería del hombre sin la fe? Sin ella, el hombre nada conoce de lo sobrenatural, nada sabe sobre santidad, nada bueno y virtuoso puede hacer, que merezca el premio eterno. [...] Es la fe que nos hace ver todos los hombres como hermanos. Es la fe que, en todos los acontecimientos de este mundo, alegres o tristes, nos hace ver la piadosa mano de Dios, que todo dispone para nuestro bien”.1 Igual que él, percibimos que, cuando la fe es vigorosa, la persona es potenciada en sus dones naturales y, los coloca a servicio de los hermanos/as de camino. Ella hace fructificar el amor de Dios que fue “derramado en el corazón” (Rm 5,5). Fuertes en la fe podemos ver mejor la acción de Dios en nuestra vida y estamos más aptos a vislumbrar, en cada persona, un hijo/a amado/a de Dios. Percibiremos más fácilmente el llamado a colaborar, con humilde gratitud, en el crecimiento del Reino de Dios entre los migrantes a partir de nuestras comunidades, sea en gestos o en palabras. El heroísmo con que el Fundador supo vivir, nos muestra la convicción que animaba su donación. “La fe es necesaria a nuestra condición actual, como es necesario oscurecer el cristal para quien mira el sol, si no se quiere quemar los ojos. La fe es necesaria, porque, siendo Dios infinito y nosotros limitados, ella debe llegar allá donde la razón no llega. La fe es para la razón lo que el telescopio es para nuestra vista débil”.2 Es bien oportuno este modo de comparar la fe con un telescopio, pues sólo gracias a ella podremos ver más allá de las apariencias captadas con la potencia natural de nuestra vista. Humanamente hablando, no siempre es fácil percibir, en los otros, la imagen divina. Fue con el ‘telescopio de la fe’ que Scalabrini vio en los obreros ajusticiados, en los niños sordomudos, en las explotadas segadoras de arroz, en los migrantes de la estación de Milán, la imagen de Jesús obligado a migrar, de Jesús ajusticiado, de Jesús sin derechos... ¿Cómo actuaríamos nosotros, si no tuviésemos el “telescopio de la fe” para mirar las personas? Él vivió en tiempos de grandes problemas sociales. Buscó todas las formas, que le fueron posibles, para establecer estrategias que pudiesen salvar la persona en su globalidad. Hizo un llamado a los laicos para actuar en los puertos de embarque, local de explotación de los ya explotados por la pobreza. Informó y advirtió a las autoridades estatales para incentivarlos a hacer lo que a ellos competía para el bien de los ciudadanos que eran obligados a migrar porque esa era la única alternativa, como ellos acostumbraban decir: “o migrar o robar". En tal contexto actuó el profético Juan Bautista Scalabrini. Hoy, cuando la situación del éxodo se torna aún más gritante, especialmente por el éxodo forzado, presente en todos los rincones de la tierra, podríamos preguntarnos: ¿qué nos diría el 1 2 Scalabrini: Uma voz atual. p.39. Idem. p. 38. Fundador? Es preciso “salir de la sacristía”, ir al encuentro del pueblo necesitado, pues si “en tiempos de fe y de paz generalizada, buenos párrocos, con virtudes comunes pueden ser suficientes, pero ahora que el grito de la impiedad no resuena sólo allá lejos, sino que nos presiona y amenaza tragedias, es necesario que nuestro cuidado sea equiparado, al menos, a la maldad de nuestros tiempos”.3 Este es un desafío más para todos nosotros. El cuidado de nuestra vivencia de fe debe ser al menos igual a la fuerza de los no creyentes. Sí, porque llega hasta nosotros el grito de los desesperados, la violencia de los impíos, la maldad de los corazones sin Dios. Para hacer frente a todo esto, urge personas de fe robusta. Personas que sepan mirar con los mismos "ojos misericordiosos de Dios" y, por esto, aptas a encontrar maneras amables de abordar a los más necesitados que Dios pone en nuestro camino. Pues, una fe sin obras está muerta en sí misma (cf. Tg 2,17). Por esto, para vivir el Año de la Fe, a ejemplo de Scalabarini, es preciso fortalecer la propia fe, mejorar la relación con el Señor que habla en la Palabra y establecer programas concretos, pertinentes a nuestra realidad, para allí transbordar amor, tener una fe que se hace vida, sembrar esperanza capaz de hablar a los corazones de los compañeros/as de peregrinación de los bienes eternos que nos esperan y actuar para el bien de ellos. "Aquellos que tienen fe, que viven de fe, no sólo aman a Dios, sino que se sienten impelidos a hacerlo amar por los otros, porque el amor no se adapta nunca a la indiferencia. Esto justifica la ‘fiebre' de los santos capaces de todos los sacrificios por la salvación de las almas...Quien no arde de este fuego celestial, no puede ser llamado de verdadero cristiano, no es verdaderamente católico",4 ¡ni verdadera hermana mscs! Reavivar la fe, como pedía Jesús a los suyos, es un compromiso diario, y vivirla como la vivió Scalabrini o como la Iglesia nos propone, es un llamado. Así volveremos a vivir la ternura con Jesús presente en los otros/as. Por lo tanto, es eficaz volver a hacer actos de fe, profundizar el Credo que la Iglesia nos presenta, incrementar la lectura atenta de la Palabra. Y, a partir de esto, los hombres y las mujeres que encontramos y servimos, nos parecerán sagrados, tal como lo son en su originalidad, a la luz de la fe. Y, con el “telescopio de la fe”, los serviremos con una renovada ternura de amor propia de quien vive el carisma scalabriniano. 3 4 R. I. Zanini. Della stessa forza di Dio. P.95. Idem. P. 96-97.