LAS BONDADES DEL CUY Cavia aperea porcellus Un equipo de cuyes entrenados se embarca en una misión: mostrar al mundo sus beneficios. Como mamífero roedor nativo de América del Sur, especialmente de la zona andina de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, hace más de 500 años ya era adoptado como mascota por las tribus aborígenes. Fue llevado hasta Europa por los conquistadores, donde su cría se perfeccionó. Este pequeño roedor recibe varios nombres en castellano; varía según el país. Su nombre científico es Cavia porcellus. En América del Sur se lo conoce como cuy—derivado del quechua quwi—, nombre onomatopéyico que aún lleva en el Perú, sur de Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile y Uruguay. En el centro de Colombia le dicen curí, nombre que se suma a cuyo, cuye, curí, curie, curiel, cuis, cobaya, cobayo y —finalmente —conejillos de Indias. Tal vez sean más famosos porque son muy utilizados en experimentos de laboratorio. Los investigadores los aprecian por su temperamento tranquilo, que se logra con el manejo intensivo al que son expuestos; algunas líneas albinas se seleccionan por su mansedumbre. En países como el Perú y Bolivia se usa también en la medicina tradicional andina, sobre todo en períodos de recuperación (parto, enfermedades, etc.) y en ritos mágico-religiosos, como la ‘Pasada de cuy’: se pasa sobre el cuerpo del enfermo un cuy negro entero, absorbiendo así todos los embrujos que dañan al humano. Sin embargo, este pequeño animalito tiene más funciones que la de mero animal de laboratorio. En Colombia, Ecuador y en el Perú se cría un tipo especial de este roedor para el consumo popular de su carne, la cual se encuentra en varias preparaciones culinarias de estos países. En Bolivia, Cochabamba es la región que más consume el cuy. “Es un plato muy típico del valle cochabambino, bajo en colesterol y con altos porcentajes de proteínas. Lo que hace mi granja es promocionar este tipo de carne porque es muy buena y sana para los niños y todas las personas en general. Su rica carne blanca tiene menos grasa incluso que el pollo, pero la gente no la conoce. Lastimosamente todos creen que el cuy es derivado de la rata, pero no tiene nada que ver con ella, lo único en común que tienen es que son roedores”, explica la doctora Arauco. La doctora Alison Arauco Flores se encarga de la granja CMLÍA, donde trabaja, desde el 2005, en la ciudad de Cochabamba, para promover e incentivar al futuro dueño de adquirir este animalito como una alternativa, una mascota diferente y original. “Me interesaron los cuyes desde la universidad, cuando estuve haciendo mi tesis con una ONG, para trabajar con estos animalitos, no los conocía. Me pareció un tema muy interesante porque tenía que ser un tema de investigación en cuanto a rendimiento. Hice mi tesis, me capacitaron, me quedé en la ONG para trabajar con ellos, la verdad me apasionaron”, explica. La veterinaria zootecnista hizo un estudio de mercado y se dio que en Cochabamba era donde mejor se podía dar toda la producción de cuyes —un factor que provocó su traslado desde La Paz hasta el valle—. Hoy en día sigue creciendo la demanda de esta carne para consumo en el país. Una carne, que según los expertos nutricionistas es muy rica en proteínas y Omega3, y baja en grasa y colesterol. Casi el 95% de la crianza de cuy en Bolivia se realiza para el autoconsumo, de manera artesanal y sin considerar ni pensar en el desarrollo comercial de esta actividad. Es decir, que realizan una actividad familiar, generalmente con fines de subsistencia más que una producción, que compensa principalmente necesidades alimenticias y evita el uso de técnicas actuales de manejo. El 5% restante realiza un sistema familiar-comercial, el cual genera ingresos económicos para el productor. “El sistema comercial-tecnificado, muy poco utilizado en nuestro medio, satisface principalmente necesidades económicas y fomenta el uso de técnicas actuales de manejo, no dañando así al medio ambiente ni alterando el ecosistema. Por otro lado, gran parte de la crianza familiar en Bolivia, con cuyes criollos, obtiene un sistema deficiente y falto de control, obteniendo así animales de baja calidad para consumo y reproducción”, explica la doctora Arauco. Por ello, la granja de la veterinaria paceña se caracteriza por manejar un sistema adecuado de crianza tecnificado de mascotas. “Como yo estoy capacitada como médico veterinario zootecnista hago una crianza tecnificada, que aplico a todo el manejo de carnes para ofrecer garantías al consumidor. Empleamos un paquete tecnológico en infraestructura, alimentación, manejo y, sobre todo, sanidad por la utilización de métodos técnicos, con los que se logra un nivel de mejoramiento del animalito a corto y largo plazo, obteniendo mascotas de buena calidad tanto para reproducción y/o venta en Pet Shop, el mismo que ofrece una buena perspectiva para elevar el estándar de vida del animal y la docilidad del mismo para su posterior manejo”, menciona Arauco. Los establecimientos cochabambinos demandan un mayor porcentaje de carne de cuy beneficiado fresco y en menor proporción como animal vivo. Sin embargo, los que prefieren al cuy vivo es debido a que siempre lo han adquirido así y tienen más confianza en el estado animal, ya que encontrarán en ellos la garantía, comodidad y calidad-precio que prefieren. “Es evidente que algunas familias prefieran la presentación tradicional del cuy, pero están también las otras, que reconocen que una presentación diferente, adecuada al mundo moderno es aun más atractiva y beneficiosa. Ahí es donde entra mi granja, que se adapta a las necesidades de los clientes”, comenta la doctora Alison. Mascotas reales de peluche En algunos países del mundo estos animales tan peludos son el compañero perfecto para un departamento en la ciudad. “El cobayo es uno de los roedores más buscados en la actualidad. Este encantador roedor se adapta perfectamente a la vida en un piso con unos sencillos cuidados. Su carácter, tranquilo y nada violento, hace de este animal una mascota perfecta, ya que son dóciles, amables, su domesticación y dieta es muy sencilla y económica. No tiene por costumbre trepar, saltar o rascar; lo que facilita el diseño de su hogar. Son animales sumamente inteligentes, pueden aprender diversos trucos que se les enseñe, se puede conseguir incluso que obedezca órdenes no muy complicadas si lo cuidamos bien. Su promedio de vida está entre los cuatro a seis años de edad, incluso puede llegar a vivir hasta ocho años si se lo cuida bien, en relación con otros roedores como el hámster o el ratón, que sólo suelen vivir dos años”, cuenta. Existen cuatro tipos de cuyes, diferenciados por las diferencias de pelo: “En el primer tipo tenemos los cuyes de la variedad Inglesa o Americana: tienen el pelo corto y liso. Pueden ser de varios colores —blanco, negro, marrón, rojo, arenoso o crema— pudiendo tener varios colores combinados. El segundo tipo es de raza Abisinia, tienen el pelo arremolinado formando rosetas. Los del tipo trs son los más demandados como mascotas, debido a su rareza y características exóticas. Pertenecen a la variedad Peruana, Aristócrata o de Angora. Tienen el pelo largo y sedoso. Los del cuarto tipo también son de raza Abisinia, pero tienen el pelo arremolinado, es áspero y tieso”, explica la experta. En Cochabamba hay un instituto de cuyes, Mejocuy, de la Universidad Mayor de San Simón. “En la UMSS tienen becas y pasantes que trabajan con nosotros en el mejoramiento de cuyes para el consumo y como mascotas”, relata. Arauco reconoce que de todos los animales y variedades que han pasado por sus manos y por su granja, hay 10 conejillos de Indias que no ha podido vender ni para carne, ni como mascotas: “De esos 10 pequeños, cada miembro de mi familia se ha tenido que quedar con uno. Yo tengo tres que son míos y ya están conmigo un tiempo”, explica azorada. Son unos animales muy versátiles: quienes estén acostumbrados a comerlos se sentirán extrañados al ver que otros los tengan como mascotas, y a la inversa. “Supongo que depende de dónde uno se haya criado. La primera vez que probé un plato de cuy tuve que armarme de valor. A mis familiares y amigos no les explico lo que es, les doy a probar sin que sepan la carne que están comiendo, luego ya les digo que el plato era de cobayo. A la mayoría le gusta mucho”. Una carne baja en grasas y deliciosa, ¿qué más se puede pedir? Texto: José L. Escobar