Siglo nuevo NUESTRO MUNDO Palabras de Poder La buena fama como fuente de felicidad criminales como él siempre fueron temidos aun por sus propios admiradores. Hitler fue inmensamente popular pero jamás tuvo la menor buena fama. Jacinto Faya C laro está que lo que otros opinen de nosotros influye para bien o para mal en nuestra existencia. Baltazar Gracián afirmó que el buen nombre es la fragancia que más gusta a todos. Goethe escribió: La fuente de la felicidad radica en dos cosas: en gozar de una buena fama y en tener una justa distinción de las cosas. Esta ‘justa distinción’ se refiere a poseer un juicio certero, así como sensatez, claridad de pensamiento y sentido común. La buena fama consiste en la opinión favorable que los demás tengan de nosotros. Es incuestionable que disfrutar de buena fama es algo muy distinto a la popularidad. Una persona es popular cuando es muy conocida en cierto ambiente de una región, un país o internacionalmente, y además es aceptada y querida por ese público. Pero el individuo con gran popularidad no necesariamente tiene buena fama. Por ejemplo, un boxeador despiadado con sus contrincantes pude tener miles o millones de admiradores a pesar de su pésimo comportamiento personal. Es el caso de actrices y actores de cine conocidos internacionalmente: sus seguidores pueden ser millones, aun y cuando sus vidas sean un verdadero desastre moral y emocional. Todos conocemos a una gran cantidad de histriones a los que se aplica este ejemplo. La buena fama siempre va a acompañada de un respeto a la persona admirada; respeto ganado por su integridad moral, por sus aportaciones a la ciencia o al arte. Adolf Hitler tuvo millones de seguidores, pero siempre fue enormemente temido y fue odiado y despreciado por muchísima gente más. La persona de buena fama casi nunca provoca miedo. En cambio, genocidas y despiadados ¶ abrir muchos corazones, y lo positivo de ello es que la persona jamás usa esa ganzúa para abrir corazones de manera perversa. Pero también es cierto que la buena fama, sin proponérselo, se abre paso por sus propios méritos; es más, las personas le abren paso. Esto sucede porque la gran mayoría de la gente muestra tendencia a respetar y admirar a todo individuo de buen nombre. Hay en la naturaleza humana un inmenso potencial que inclina a mujeres y hombres a tender a lo bueno, a lo noble y a lo verdadero, y algo más y muy importante: toda persona de buena fama enfoca sus esfuerzos al servicio de los demás, aun y cuando luche por sus propias metas. Twitter: @palabrasdpoder Hay quienes no son reconocidos por su gran inteligencia, cultura o por alguna cualidad particular relevante, e incluso así tienen un excelente buen nombre, [...] gracias a su buen comportamiento Ésta va unida a la virtud. De hecho, todos los que gozan de ella nos parecen confiables, ‘dignos de fiar’, como se dice comúnmente. Hay quienes no son reconocidos por su gran inteligencia, cultura o por alguna cualidad particular relevante, e incluso así tienen un excelente buen nombre, única y exclusivamente gracias a su buen comportamiento y a virtudes que en todo tiempo y sociedad han gozado de permanente aceptación: generosidad, bondad, nobleza o compasión, mismas que pertenecen al campo de la moral. Todos conocemos el dicho popular: “Es bueno ser importante, pero es más importante ser bueno”. Nada hay más difícil que ganarse un buen nombre. Quien lo consigue tiene en sus manos una ganzúa que puede Apoyos que dan vergüenza Antonio Álvarez Mesta A unque se revele como verdad de Perogrullo hay que decirla: ser intelectual no exime de cometer crasos errores de juicio y entre éstos destacan los apoyos vergonzantes. He aquí unos ejemplos: Jorge Luis Borges odiaba tanto al dictador militar Juan Domingo Perón que irreflexivamente aplaudió el hecho de que Isabel Martínez, viuda de Perón, fuera derrocada de la presidencia de Argentina. El autor de El Aleph y de Ficciones tardó en darse cuenta de que el gobierno que tomó el poder era una dictadura militar muchísimo peor que la de Perón y que acabaría cobrando millares de vidas y pisoteando los derechos humanos de millones. El derramamiento de sangre provocado por Videla, Viola y Galtieri hizo que los argentinos pronto añoraran los días del paternalista Perón. Pablo Neruda se enorgullecía de ser reconocido por José Stalin y se convirtió en un fervoroso apologista del gobierSn • 43