áfrica al sur del sahara - Museo Nacional de las Culturas

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Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi
ÁFRICA AL SUR DEL SAHARA
Raffaela Cedraschi
Mayo 2004
ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y CULTURALES
Geológicamente, el continente africano es un zócalo macizo y estable, protegido de las
penetraciones exteriores por un inmenso desierto y dos océanos. Las costas y el clima son por lo
general inhóspitos. A un lado y otro del Ecuador, encontramos zonas que se podrían considerar
simétricas: a partir del centro, la zona de clima ecuatorial y selvas con lluvias violentas, calor y
humedad constantes, se extiende de oeste a este del continente, cuya anchura sin embargo, no
es muy considerable. A medida que nos alejamos del Ecuador hacia el norte o el sur, el clima es
cada vez menos húmedo y la media de lluvias anuales desciende, por lo que se suceden franjas
de maleza espesa, de sabana arbórea y de sabana seca, hasta llegar a los desiertos -Sahara al
norte y Kalahari al sur. Por último, más allá de las zonas desérticas, encontramos dos regiones
de clima mediterráneo; África del Norte y la región del Cabo.
No obstante, este esquema peculiar de zonas climáticas "simétricas" se rompe al este del
continente, a causa de su particular relieve. Como consecuencia del plegamiento alpino, el borde
oriental del continente se ha levantado produciendo una enorme falla a lo largo de 7,000
kilómetros. Las diferencias de relieve llevan consigo climas muy distintos de los que dependerían
de la latitud; en efecto, todas las altiplanicies orientales, desde Etiopía hasta Mozambique, gozan
de climas templados, independientemente de su cercanía con el Ecuador (Bertaux, 1972).
A pesar de sus climas extremosos y zonas inhóspitas, África debe de considerarse como la cuna
de la humanidad. Es el único continente donde se encuentran, escalonados sobre millones de
años, los restos característicos de una evolución continua, desde los primates, hasta el hombre
actual. Esto se debe precisamente al clima templado que gozaba el continente africano durante
las cuatro grandes glaciaciones (Günz, Mindel, Riss y Würm). Además, las condiciones
geológicas de ciertas partes del continente han favorecido la preservación, a relativamente poca
profundidad, de una gran cantidad de restos fósiles, gracias a los cuales se ha podido comprobar
que África ha estado ocupada por los ancestros del hombre desde el Mioceno (hace
aproximadamente 26 millones de años).
También a través del registro fósil, se pudo constatar que, justamente en África, el antepasado
del hombre comenzó a diferenciarse de otros primates hace alrededor de 25 millones de años.
Estos datos proporcionados por la prehistoria africana hacen suponer que, hace
aproximadamente dos millones de años, empezaron las grandes migraciones de Homo erectus,
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que se fue desplazando desde las regiones centrales del continente hacia África del Norte,
Europa y Asia (Bertaux, 1972; Ki-Zerbo, 1980).
Dos hechos caracterizan la prehistoria de África y marcan a su vez su historia: por una parte, el
desecamiento progresivo del Sahara, y, por otra, el proceso de separación racial al interior del
continente1.
El Sahara, como parecen demostrar los restos de las culturas que han prosperado en él, no ha
sido siempre un desierto; hace unos 10,000 años, gracias quizá al incremento de la pluviometría
durante la última glaciación, el Sahara era una región verde y llena de ríos y lagos, donde
prosperaba la caza, la cría de animales y el cultivo del trigo la cebada. La progresiva aridez de
esta zona causó el comienzo de una serie de migraciones hacía el este y el sur que serán una
constante en la historia de África.
Por otro lado, la población de África comenzó a separarse racialmente hace alrededor de 8,000.
Se piensa que el tipo físico dominante anterior al proceso de diferenciación haya sido un
antepasado de los pigmeos y bosquimanos actuales. Hoy en día, encontramos ciertas
diferencias morfológicas que permiten agrupar a la población de África subsahariana en cuatro
grandes rubros: los grupos negros, cuyo hábitat original son las selvas y sabanas de África
occidental; los nilo-saharianos, que habitan la región con el mismo nombre; los grupos de
pigmeos, con una estatura promedio de un metro y medio2, que viven en las zonas selváticas
más exuberantes de Camerún, Gabón y Congo; y los khoisan o "Hombres de los Arbustos"
(bushmen, bosquimanos)3, que han sido confinados a lo largo del tiempo a las regiones más
inhóspitas del desierto del Kalahari entre Sudáfrica, Namibia y Botswana.
Las migraciones internas de África, denominadas generalmente bantúes, son fundamentales en
la organización sociocultural de todo el continente. Como mencionábamos anteriormente, el
continuo avance del Sahara provoca, a partir de hace alrededor de 5,000 años, una serie de
grandes migraciones de población bantú y zande hacia el sur y este del continente en búsqueda
de tierras y pastos. Al tiempo en que los bantúes avanzan hacia el sur, fueron orillando los
pigmeos y más tarde, los khoisan en zonas muy reducidas y poco aptas para el cultivo o la cría
de ganado. Estos desplazamientos durarán hasta aproximadamente el siglo XIII (McEvedy,
1983; Bertaux, 1972).
Básicamente en la región conocida como Valle del Rift, cerca del Lago Victoria, entre Uganda, Kenia y
Tanzania, donde se encuentra la famosa Garganta de Olduvai.
2
Hay diferentes grupos y subgrupos, pero los más conocidos son los mbuti, aka, baka, kola, bongo, tswa,
cwa y twa. La palabra pigmeo deriva del griego, literalmente "un codo de altura", y estos pueblos eran
conocidos en el mundo griego a través de los egipcios desde 2,250 a. C.
3
Junto con los hotentotes o khoi, son conocidos también como khoisan: en la lengua hotentote, khoi quiere
decir hotentote mientras que san designa a los bosquimanos. "Todos los khoisan son conocidos por su
baja estatura, el color rojizo de su piel, su pelo como 'granos de pimienta', y el peculiar sonido 'click' de las
consonantes de sus varias lenguas" (Barnard, 1978: 2). Ver también nota en la página 11.
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Hasta la expansión del Islam en África, el mundo occidental ignoraba casi por completo la parte
del continente que se extiende al sur del Sahara. En el siglo VIII, los cronistas árabes citan el
nombre de Ghana, como el país del otro lado del desierto para quienes conocen las rutas de las
caravanas de sal, mercancías y esclavos a través del Sahara. Así sucesivamente, gracias a los
relatos de cronistas, viajeros, religiosos y geógrafos árabes, se llega al conocimiento de otras
ciudades y regiones africanas como Timbuctú, Kano, Zanzibar. En efecto, a pesar de que
siempre se ha considerada aislada por los historiadores europeos, África era una zona de
intenso comercio interno e intercambios de todo tipo a nivel externo.
El desarrollo de grandes imperios o reinos parece atestiguarlo, a pesar de que han sido todavía
muy poco estudiados, en parte porque, desde siempre, las civilizaciones africanas privilegiaron
la palabra hablada en lugar de las técnicas de la escritura que llegaron de fuera.
En todo caso, lo que nosotros conocemos como reino o imperio, no corresponde exactamente a
la realidad africana. Lo que encontramos son organizaciones que se acercan más al término de
hegemonías, las cuales, en ciertas épocas y en condiciones específicas, superponen a la
organización de jefaturas, muy común en toda África, un sistema más vasto. Las hegemonías se
extienden en territorios muy amplios y se apoyan generalmente en una jerarquía administrativa,
fiscal y militar. Su constitución se da como respuesta a ciertas circunstancias: protección contra
una corriente comercial, organización de una conquista o de una defensa contra la amenaza de
una invasión. Estos tres factores, generalmente combinados, dan lugar a estructuras estatales
con fuertes jerarquías étnicas, religiosas, militares o de castas, dependiendo de los casos
(Bertaux, 1972; Maquet, 1962).
Los imperios más antiguos de África occidental -Ghana4 (s. IV-XI), Mali (s. XI-XV) y Songhai (s.
XV-XVII)-, se han fundado, los tres sucesivamente, en la desembocadura meridional de las
principales rutas transaharianas, de cuya actividad dependían directamente la prosperidad de
estos imperios; se intercambiaba sal por oro y esclavos, estos últimos indispensables a su vez
para la explotación de las salinas del desierto.
A lo largo de la historia africana, las hegemonías que se fueron conformando han sido muy
numerosas y complejas, por lo que nada más mencionaremos algunas de las más importantes:
además de Ghana, Mali y Songhai encontramos, siempre en la parte occidental del continente,
los estados Mossi (s. XI), los reinos Yoruba (s. XI-XIX), el reino de Benin (s. XII-XVII), los reinos
Bambara (s. XVII-XIX), los estados Haussa (s. X-XVIII), Kanem-Bornu (s. VIII-XIX) y las
hegemonías Peules (s. X-XIX). Al sur del Ecuador, por otra parte, surgen Monomotapa (s. XVXVIII), los reinados Luba, Lunda y Kuba (s. X-XIX) y el reino del Congo (s. XV-XIX). Por último,
no hay que olvidar el surgimiento de los reinos o las monarquías sagradas de la región de los
Grandes Lagos, en la parte oriental de África: Buganda, Nyoro y Rwanda (s. XVIII-XIX), entre
otras (Bertaux, 1972; Lifschitz, 1987).
4
En algunos autores se maneja como Gana (Ki-Zerbo, 1980), para diferenciarlo del actual Ghana.
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A principios de 1400, los chinos visitaron al continente africano en la costa oriental, recolectaron
algunas curiosidades, entre ellas una jirafa, y se fueron.
Durante el siglo XV, se construyen en Europa, además de China, barcos capaces de cruzar los
océanos puesto que se encuentran dotados de velas múltiples; entre ellos se destaca la carabela
portuguesa. Entre 1420 y 1460 se dan inicio a los viajes en mar abierto hacia África, impulsados
por el particular interés del príncipe Enrique de Portugal. Se descubre Madeira en 1420, poco
después se alcanza la boca del Senegal, y en 1460 se llega hasta Sierra Leona. En 1481, la flota
que deja Lisboa rumbo a Guinea es mucho más grande de la habitual; el nuevo rey, Juan II, ha
decidido que es pertinente construir asentamientos permanentes en África. En 1482, el rey tenía
su fuerte llamado San Jorge de Mina, nombre que posteriormente se modificará por Elmina. Los
portugueses no obtuvieron beneficios directos de sus conquistas, sino que ampliaron, en este
periodo, las regiones conocidas. En 1486 llegan hasta el reino del Congo, y en 1488 hasta el
Cabo de Buena Esperanza. En 1497, Vasco de Gama emprenderá el viaje que,
circunnavegando África, lo llevará hasta la India (Bertaux, 1972; McEvedy, 1983).
No cabe duda que dos de los aspectos que más radicalmente transformaron África fueron el
esclavismo y el colonialismo. El descubrimiento de África por parte de los europeos está
íntimamente relacionado con dos cuestiones: en primer lugar, el deseo de encontrar nuevas
rutas de comercio con la India y, en segundo lugar, la construcción de un nuevo tipo de nave, la
carabela, capaz de recorrer grandes distancias, como mencionamos anteriormente.
Con el descubrimiento de islas como Madeira, Cabo Verde, Santo Tomás y Príncipe, donde se
podía sembrar caña de azúcar, los portugueses se enfrentan al problema de la falta de
trabajadores que cultiven estos productos. A partir del siglo XVI, el incremento de la trata de
esclavo en la región occidental resuelve este problema. El surgimiento de algunos reinos
africanos a partir del siglo XVI, está directamente relacionado con el comercio de oro y de
esclavos.
Los efectos del esclavismo en el continente africano pueden englobarse en tres grandes rubros:
en primer lugar, el continente fue objeto de un despojo masivo de fuerza de trabajo; en segundo
lugar, algunos de sus grupos étnicos sustituyeron sus actividades de subsistencia cinegéticas y
agrícolas por la práctica esclavista, y por último, se asistió a la destrucción de la organización
social y económica de los grupos que sufrieron de manera directa los efectos del esclavismo
(Maquet, 1962; Bertaux, 1972).
Sobre el primer aspecto, podemos observar que los efectos demográficos del esclavismo sobre
África fueron impresionantes; en el periodo que abarca de 1650 a 1850, la población africana no
presenta ningún crecimiento, manteniéndose "estable" en 100 millones de habitantes. Por
contraste, en el mismo periodo, la población europea se incrementó de 100 a 274 millones
(MacEvedy, 1983).
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Por lo que se refiere a los cambios provocados por la trata de esclavos en las actividades
socioeconómicas de las etnias africanas, si bien en un principio fueron los árabes quienes se
dedicaron predominantemente a las incursiones en busca de esclavos, grupos como los ashanti
de Costa de Oro, actual Ghana, los yoruba, los edo y los grupos de la región del Río Cross entre
Nigeria y Camerún, encontraron en el esclavismo la posibilidad de intercambiar hombres por
mercancías que no se conocían y no eran producidas en África. Sin embargo, dicho negocio
provocó cambios importantes en las actividades tradicionales de estos grupos. En el caso de los
edo encontramos un ejemplo representativo de una organización estatal cuyas bases sociales se
desestructuran a causa de las actividades esclavistas. Pueblo dedicado fundamentalmente a la
agricultura y al comercio, en el siglo XVIII inicia el comercio esclavista, obteniendo su mercancía
mediante incursiones militares dentro y fuera de su territorio. Muchos de los esclavos no eran
vendidos, sino, por el contrario, se insertaban en la estructura social convirtiéndose en siervos
dedicados a las labores agrícolas. No obstante, el alto costo de las campañas militares y, a la
vez, la defensa de los grupos que eran el blanco de estas incursiones, obligó a los edo a la
venta, en calidad de esclavos, de aquellos que se dedicaban al cultivo, con el fin de obtener
medios para continuar las expediciones militares. Al socavar su propia base productiva, este
grupo provocó el derrumbamiento económico de su reino (Maquet, 1962; Bertaux, 1972).
El despojo de fuerza de trabajo de África resultó contradictorio con el intento de algunos
colonizadores por incrementar las actividades productivas en el propio continente. En efecto, los
esfuerzos de países como Inglaterra por aumentar la producción y el comercio del aceite de
palma, hacían necesaria la existencia de trabajadores disponibles para ser empleados en dichas
actividades, existencia que el esclavismo había puesto en peligro.
El incremento de las actividades comerciales fue otro de los elementos que repercutieron en las
sociedades africanas, teniendo como consecuencia tanto la eliminación y el desplazamiento de
los productos africanos, como la expansión de productos propiamente comerciales, en
detrimento de aquellos utilizados para la subsistencia. La explotación del algodón en África, y la
compra de telas manufacturadas en Europa con ese mismo algodón, muestra la dinámica de las
relaciones que se consolidaron entre los dos continentes. Al igual que el esclavismo, el mercado
fue un factor de desplazamiento de las actividades económicas tradicionales; el comercio del
marfil, por ejemplo, tuvo como efecto que las actividades ganaderas y agrícolas pasaran en
segundo término frente a la cacería de elefantes, lo que, además del exterminio masivo de estos
animales, aumentó la dependencia de los grupos étnicos a los centros comerciales controlados
por los europeos.
El esclavismo y el comercio fueron, como vimos, los aspectos más importantes de la destrucción
de las sociedades tradicionales africanas. Sin embargo, sólo marcaron de manera profunda la
estructura social de los grupos situados en las costas. Independientemente de las incursiones
esclavistas y comerciales al interior del territorio africano, lo cierto es que los aspectos sociales,
ideológicos y religiosos de muchos pueblos se mantuvieron relativamente estables, aun a pesar
de las modificaciones de sus procesos productivos, ahí donde el comercio no esclavista
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estableció relaciones constantes de intercambio. En estas circunstancias, el inicio del
colonialismo estará marcado por el mantenimiento de las estructuras étnicas que sobrevivieron a
la destrucción esclavista o comercial.
En el largo proceso de abolición de la esclavitud, que se inicia en el último cuarto del siglo XVIII y
se prolonga hasta la mitad del siglo XIX, son tres los países que lograron mantener su
hegemonía en el continente africano, haciendo a un lado las naciones dedicadas exclusivamente
a la trata de esclavos. De esta manera, Francia, Inglaterra y Alemania desplazan a los
holandeses, daneses y suecos del contexto socioeconómico africano. Así, aunque la
Conferencia de Berlín reúne a la mayoría de los países europeos -además de Estados Unidos y
Turquía-, serán las tres potencias mencionadas las que obtendrán la mayoría de las colonias en
África.
En el periodo anterior a la Conferencia de Berlín, los embajadores y cónsules de las tres
potencias en cuestión desarrollaron una febril actividad de concertación de acuerdos y tratados
con los diferentes grupos sociales africanos, para llegar a la mesa de negociaciones en posición
de fuerza. Sin embargo, al término del reparto colonial de 1885, se observa que la fiebre de
colonización decrece rápidamente y las potencias no impulsan su dominio sobre los nuevos
territorios hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de la frustrada
expansión italiana en Eritrea (Bertaux, 1972; Ki-Zerbo, 1980).
En 1985 se cumplió un siglo de que África fue objeto del reparto por parte de 14 países
occidentales. Las transformaciones que las civilizaciones africanas sufrieron a partir del
colonialismo, abarcaron el conjunto de la economía y la cultura de los distintos pueblos de este
continente.
A partir de los años '30 del siglo pasado, se inicia un proceso de defensa de la cultura y las
costumbres de los pueblos africanos, aunada a la lucha por la descolonización y la constitución
de naciones independientes. En tres hombres se expresaron principalmente las inquietudes de
los pueblos africanos por una ruptura con el universo colonial: G. A. Nasser, K. N'Krumah y P.
Lumumba. Entre los hombres de Estado del Tercer Mundo, Nasser es uno de los primeros
(después de Cárdenas en México) que da un golpe decisivo al capital financiero imperialista; en
1956 nacionaliza el Canal de Suez y abre el camino a otras nacionalizaciones. N'Krumah
representa probablemente el teórico más importante de la liberación continental y del
panafricanismo; en 1957 hace de Ghana, antigua Costa de Oro, el primer territorio liberado de
África subsahariana. En 1960, Lumumba arranca al dominio extranjero toda la inmensa cuenca
congoleña. Después de estos hechos, 17 países africanos obtienen su independencia en 1960 y
así sucesivamente.
Es muy grato poder observar que, a partir de la victoria de Mandela en Sudáfrica en 1994, el
colonialismo y la discriminación racial deberían de ser parte del pasado del continente africano.
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AREAS CULTURALES
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La clasificación de las áreas culturales africanas que seguiremos a continuación es el resultado
de una serie de observaciones dirigidas a una mejor comprensión de ciertas culturas, de ninguna
manera, sin embargo, se pretende dar por concluida una discusión tan vasta y compleja sobre
área cultural, ni pretendemos en ningún momento proponer una nueva clasificación con base en
elemento distintos a los empleados clásicamente. Nuestra propuesta se fundamente
básicamente en las características socioculturales de los grupos en cuestión, lo que, en la
mayoría de los casos, corresponde a una división geográfica evidente y a una clasificación
lingüística a grandes rubros5.
Culturas del Sudán occidental
Esta amplia región se extiende en el noroeste a lo largo de buena parte del continente y que
comprende desde Senegal, Mali, parte de Mauritania, Níger, Burkina Faso y Chad, incluyendo
las regiones del norte de Sierra Leona, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benin y Nigeria.
Las sociedades sudanesas se caracterizan por ser en cierto modo duales: por un lado la
población rural, que vive de la agricultura en un círculo económico y social limitado a las aldeas y
los grupos étnicos vecinos, que conservan una manera de vida muy tradicional y que han sido
islamizados sólo de manera parcial o superficial; por el otro lado, nos encontramos con los reinos
y las ciudades-estado orientadas hacia el exterior, que constituyen los centros de complicadas
redes de comunicación y comercio, con una organización jerárquica, y cuyos gobernantes se
convirtieron por completo al Islam.
Los estados sudaneses debían su riqueza a la explotación de los recursos naturales y su
comercio con el exterior, lo que los diferencia de los reinos-jefaturas de África del Sur o de las
monarquías de la región de los Grandes Lagos, que estaban basados en el excedente agrícola o
un capital en ganado. Esta diferencia básica tiene como resultado otras; en Sudán se agrupa
una enorme cantidad de gente al servicio de los órganos de poder, concentrados en centros
urbanos y administrativos, que serían los mismos centros de las rutas comerciales
transaharianas y capitales religiosas islamizadas. Por las mismas condiciones que ofrece la
urbanización y la acumulación de riquezas, encontramos el surgimiento de una enorme clase de
ilustrados, artesanos, sacerdotes y un ejército profesional.
Las descripciones de los elementos característicos o más relevantes de cada área cultural está basada
en los datos generales de J. Maquet, 1962 y W. Schmalenbach, 1988.
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Por lo que se refiere a la población rural de la sabana sudanesa, el elemento característico,
común a la mayoría de los grupos étnicos, lo constituye la gran importancia de las sociedades
secretas en la organización política y social. Todos los momentos más importantes de la
comunidad están marcados por rituales en máscara que pertenecen a diferentes asociaciones
más o menos secretas; algunas están relacionadas con las tareas agrícolas, otras al culto de
determinados espíritus o divinidades y ciertas entre ellas cumplen el papel de control social y
jurídico.
Las actividades más importantes, sin embargo, se centran en los ritos de iniciación de los
jóvenes, hombres y mujeres, y en los funerales de los grandes iniciados que, a su muerte, se
convierten en antepasados. La estratificación social resultada de la pertenencia a ciertos linajes
está matizada por la jerarquía adquirida a través de estas asociaciones; en la base se hallan los
no iniciados y las mujeres, siguen los recién iniciados, los adultos en diferentes grados, y por
último los ancianos que han alcanzado los grados más altos en conocimientos y sabiduría.
Culturas de las selvas ecuatoriales
Comparten esta cultura los pueblos que habitan las grandes extensiones de la selva ecuatorial
africana que comprende los territorios del sur de Costa de Marfil, Ghana, Liberia y parte de
Sierra Leona en la Costa de Guinea, mientras que en la Cuenca del Congo encontramos parte
de Camerún, Gabón, Rep. Pop. del Congo y Rep. Democrática del Congo6.
Dadas las peculiaridades del cultivo en las regiones de selva -roza, tumba y quema, rotación de
cultivos y descanso obligatorio de la tierra por un tiempo considerable para su recuperación-, el
nomadismo agrícola es una característica esencial de estos grupos. Este fenómeno lleva
consigo que las comunidades sean numéricamente muy pequeñas y las aldeas bastante
separadas entre sí, puesto que con ello logran un mejor aprovechamiento de los recursos del
medio ambiente. Estos aspectos han favorecido su sobrevivencia a las más variadas invasiones,
y han así podido mantener relativamente intactas sus formas culturales.
Este condicionamiento ecológico, aunado a su respuesta socioeconómica, ha generado en los
pueblos de selva africana un complicado sistema de parentesco en linajes exógamos. El sistema
de linajes permite la unión y la solidaridad de los grupos a un nivel más amplio, por ejemplo entre
aldeas distanciadas, a la vez que facilita la escisión de un grupo, demasiado numeroso para
sobrevivir en la selva, en dos linajes diferentes aunque emparentados. De esta manera, el
Las dos regiones selváticas están divididas por una franja en el Golfo de Benin, donde el río Níger
desemboca en el Atlántico.
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hombre de la selva es antes que nada el descendiente de un ancestro, y es a través de su
parentesco, real o simbólico, que un hombre se coloca en la sociedad.
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Culturas de las sabanas centrales
Esta grande zona se extiende al sur de la Cuenca del Congo, ahí donde la selva húmeda
desaparece progresivamente para dar lugar a la sabana arbolada y la sabana herbosa. Sus
límites al este son la región de los grandes altiplanos, mientras que al suroeste la sabana se
pierde en las enormes regiones desérticas de Namibia y del Kalahari.
Tampoco aquí, como en la selva, el suelo es de los mejores; hay que dejar descansar la tierra,
practicar la rotación de cultivos y remover el suelo sólo en la superficie. Se utiliza por lo tanto el
mismo instrumento, la azada, puesto que el arado, desconocido por los agricultores africanos, se
adapta muy mal al suelo de este continente dado que, al penetrar demasiado profundamente,
pone al descubierto las capas estériles y favorece la erosión. Sin embargo, la producción
agrícola de la sabana es más abundante que la de la selva y se centra más que nada en el
cultivo de cereales.
Aunque los problemas de nutrición (desbalanceo entre proteínas animales, casi inexistentes, y
carbohidratos) son notables, las culturas de la sabana producen un excedente no despreciable,
puesto que sus productos se pueden almacenar y conservar por una larga temporada: cereales
como sorgo, maíz, arroz y diferentes tipos de mijo y leguminosas como chícharos, frijoles y
habas.
Por las características mencionadas, este tipo de excedente permite la acumulación de riqueza
móvil. Los graneros más grandes pertenecen al jefe que recibe una parte de la cosecha de todos
los habitantes del pueblo y concentra así en sus manos la gran parte del excedente producido
por la comunidad. Esta acumulación permite al jefe consagrar toda su actividad al gobierno; con
el excedente, además, se mantienen los artesanos especializados, el séquito de consejeros y los
funcionarios ejecutivos del jefe; se utiliza también para las fiestas colectivas y los periodos de
sequía u otra calamidad natural.
Los procesos del surgimiento de las jefaturas son muy variados; algunas se limitan a unos
cuantos pueblos, mientras que otras, la mayoría, se caracterizan por las constantes luchas por la
dominación en las cuales no podían sino que someter o ser sometidos, pero no mantener la
independencia. Así, se constituyeron los grandes reinos, centralizados o federados, cuyas
historias apenas se empieza a reconstruir por medio de la rica tradición oral.
En los grandes reinos, pero también en las pequeñas jefaturas, el poder del jefe aparece en toda
su amplitud y sus fundamentos son muy diferentes a los de los patriarcas de linaje. El poder de
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cada jefe descansa sobre una base cuádruple: su riqueza, su séquito, su jurisdicción y su papel
sagrado. Su riqueza real consistía en el número de pueblos bajo su dominación de los cuales
obtenía tributos, trabajadores y jóvenes para su ejército. Su séquito estaba compuesto de
funcionarios, de miembros de su linaje, que gozaban de rangos particulares, y de otros
cortesanos. Puesto que era el heredero directo del nombre y los espíritus tutelares de un jefe
muerto, el jefe gozaba de una fuerza mágica considerable que le permitía influir sobre la
prosperidad de su reino o jefatura. Su estado de salud afectaba directamente al bienestar de sus
súbditos, su vida sexual recobraba una importancia colectiva relacionada con la fertilidad de la
tierra y las mujeres, por lo cual la vida del rey estaba circunscrita dentro de los límites de
numerosas prohibiciones y tabús.
Culturas ganaderas orientales
Esta constituye la más vasta área cultural de África, en un territorio que se extiende desde el Nilo
Blanco, en el actual Sudán, -donde viven los dinka, shilluk y nuer-, hasta el Natal de Sudáfrica,
región habitada por los zulú, a lo largo de toda la parte oriental del continente.
La característica más sobresaliente y común a toda esta zona y que la conforma como un bloque
cultural bastante homogéneo, es el elemento fundamental del ganado y su cría, alrededor del
cual gira toda la vida social económica y cultural de estos pueblos. Hasta las guerras, otro
elemento que destaca de estas culturas, no tenían otro objetivo que él de robar ganado; la
guerra no era un factor desestabilizador de la sociedad, un fenómeno de crisis, sino un aspecto
institucionalizado e integrado a la organización económica y social.
La organización social de estos grupos ganaderos está basada fundamentalmente en cinco
grupos de edad: el primero lo integran los niños y adolescentes hasta alrededor de dieciséis
años, los cuales se dedican a cuidar el ganado de su padre y no pueden participar en ninguna
actividad social fuera de la familia. Después de la iniciación, estos jóvenes forman el grupo
generacional de los jóvenes guerreros; construyen su propia aldea, donde vivirán tres o cuatro
años, durante los cuales serán instruidos sobre las costumbres y las leyes propias del grupo, así
como en el arte de guerrear. Cuando tendrán más o menos veinticuatro años, esta clase de edad
será iniciada a un grado superior, como guerreros adultos, cuya tarea principal serán las
expediciones de saqueo de ganado. En esta clase de edad, los hombres se podrán casar pero
sin tener hijos, a causa de los peligros de la guerra. Después de alrededor de doce años, los
guerreros se convertirán en "jóvenes ancianos": depositarán los atuendos de guerreros y se
dedicarán a formar una familia, a cuidar su ganado y a educar otra clase de jóvenes guerreros. A
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partir de los cuarenta y cinco años, se convertirán en "ancianos", dedicados a dirigir todos los
asuntos políticos y sociales de la comunidad7.
En estas sociedades se fomentaban las virtudes individuales y la competencia, sobre todo entre
los guerreros; a nivel grupal existía un sentido de la superioridad de su propio grupo étnico y un
cierto desprecio hacia los demás. Este elemento se evidencia cuando se dan los casos de
sociedades mixtas, es decir, cuando un grupo de pastores se establece en el territorio de
agricultores; en la mayoría de los casos, los pastores-guerreros se convierten en la clase
dominante y se forman las monarquías sagradas, divididas en castas hereditarias que dominan
los pueblos agricultores constituyendo relaciones serviles de tipo feudal. Este es el caso de los
reinos de los Grandes Lagos que florecieron entre el siglo XVIII y XIX.
Dada la vida esencialmente nómada de los pueblos ganaderos, no se encuentra entre estos
grupos una expresión artística material (como arquitectura, máscaras y esculturas) parecida a la
de los pueblos agricultores y sedentarios. Sin embargo, la riqueza artística de los pueblos
ganaderos encuentra otras vías de expresión, tan válidas como las anteriores. Baste mencionar
la música y el arte de la narración en los cuentos, cantos y poemas épicos que se transmiten de
padre a hijo, a veces tan antiguos que conservan lenguas arcaicas. Tampoco hay que olvidar el
arte de la pintura facial y corporal, así como el atuendo entre hombres y mujeres que, con sus
colores y formas, constituye un código de comunicación en sí mismo.
Culturas de cazadores-recolectores
Dentro de las múltiples respuestas dadas por el hombre al problema fundamental de la
subsistencia, la caza, la pesca y la recolección son las más antiguas y las que más han
perdurado en el tiempo. Esta duración se debe muy probablemente a un uso equilibrado de los
recursos del medio ambiente, gracias a la baja tasa poblacional, los medios para la obtención de
los alimentos y la misma organización sociocultural de este tipo de grupos.
En esta última parte optamos por tratar en conjunto a los pueblos pigmeos, que viven en
pequeñas regiones de las densas selvas de Gabón, Camerún y Rep. Dem del Congo, y los
khoisan8, confinados en los territorios más áridos del desierto del Kalahari. Ambas son culturas
de caza y recolección, a pesar de que correspondan a medios ambientes opuestos, no
pertenezcan al mismo grupo lingüístico y constituyan dos grupos físicos muy particulares.
Este resumen esquemático de las clases de edad se basa principalmente en la organización maasai; no
pretendemos generalizarla a todos los pueblos de la región, sin embargo la consideramos representativa
del sistema social al cual nos estamos refiriendo.
8
El nombre despectivo de "bushmen" -"hombre de los arbustos", de donde deriva bosquimano- está
probablemente relacionado con la palabra "orangután" (Pongo pygmaeus) que en malayo significa
literalmente "hombre de la selva" (Internet, Consejo Nac. De la Fauna A.C., 2002).
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El foco central de la vida económica de estos pueblos consiste en las actividades cinegéticas y
recolectoras; generalmente los hombres se dedican a la caza mayor, mientras que las mujeres al
trabajo de recolección y a la caza o pesca menor. En este sentido, en cada región se han
desarrollado técnicas específicas para cada actividad que reflejan la particularidad de las
estrategias de subsistencia dictadas por el medio ambiente.
Otra de las características importantes en este aspecto, es la relativa abundancia en la que viven
los pigmeos, por supuesto, pero también los khoisan, no tan evidente debido a un hábitat mucho
más riguroso. Efectivamente, estos grupos, considerados hasta hace poco como sociedades con
una economía de escasez dada la falta de acumulación de bienes y su tecnología vista como
rudimentaria, han desarrollado una tecnología y una organización socioeconómica de lo más
apropiadas para la necesidad de consumo de su sociedad, puesto que de ninguna manera está
basada en la producción de excedente.
La organización social de los cazadores-recolectores se funda en una integración de bandas, lo
que permite la delimitación del territorio correspondiente a cada una de ellas, así como el
intercambio de mujeres, importante no sólo por los matrimonios en sí, sino sobre todo por el tipo
de alianzas que proporcionan. Estos lazos de parentesco permiten las alianzas entre las
diferentes bandas lo cual es fundamental, en determinados casos, para la sobrevivencia de los
mismos grupos.
La obtención de los alimentos condiciona el tamaño de estos grupos, a la vez que los obligan a
un continuo desplazamiento. En efecto, la banda, al superar un cierto número de individuos (un
promedio de 30-40), se divide en dos, puesto que el territorio no proporciona los recursos
suficientes para la sobrevivencia de todos. Asimismo, el nomadismo evita el agotamiento de los
recursos naturales de las áreas utilizadas e imposibilita a su vez la acumulación de bienes.
Otro aspecto muy particular entre los khoisan, pero sobre todo entre los mbuti de la Rep. Dem.
del Congo, es la falta casi total de autoridad. Las pautas de comportamiento, como el reparto de
la caza entre todos los miembros de la comunidad, son a tal punto interiorizadas que no se
necesitan sanciones impuestas para que se respeten. Así, de la misma manera que el sistema
de parentesco reglamenta las alianzas entre bandas, el sistema de intercambio de bienes dentro
de un mismo grupo impone una reciprocidad tácita pero ineludible, sin la cual el individuo ni el
grupo podrían sobrevivir.
A través de este pequeño resumen sobre la historia y los rasgos culturales más diferenciados de
África nuestro único objetivo es dejar vislumbrar la complejidad y variedad de las culturas
africanas, cuya riqueza se extiende y rebasa cualquier frontera, espacial, temporal o cultural.
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