“Mi gratificación está en trabajar con la gente y hacerla feliz”

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LATERCERA Sábado 28 de diciembre de 2013
Cultura&Entretención
RR El Walt Disney Concert Hall fue inaugurado en 2003, en Los Angeles. La orquesta residente es dirigida por el venezolano Gustavo Dudamel. FOTOS: CREATIVE COMMONS
Frank Gehry
ARQUITECTO
Arquitecto canadiense:
“Mi gratificación
está en trabajar
con la gente y
hacerla feliz”
Frank Gehry
Nació en Toronto en 1929. Es arquitecto y ganador del Premio Pritzker,
en 1989. Entre sus obras están el
Museo Guggenheim de Bilbao, el Experience Music Project en Seattle, el
Walt Disney Concert Hall en LA y la
Galería de Arte de Ontario, Canadá.
R Sus edificios son íconos culturales, pero el
SU MARCA DE ARQUITECTO
arquitecto reniega de la celebridad.
“Es cierto que uno no puede
escapar de su firma. Existe
este tipo de noción de que
yo sigo una receta, como si
hiciera mermelada. Eso está
muy lejos de la verdad”.
R En proyecto tiene un nuevo Museo
Guggenheim en Dubai y una oficina de
Facebook en Silicon Valley.
RR Dancing House es sede de una compañía de seguros en Praga.
Peter Aspden
(Financial
Times)
Un hombre que lo conoce me dice
que Frank Gehry es malhumorado.
“Malhumorado, pero dulce”. Tengo
esa descripción en mente cuando
me presentan al arquitecto en la oficina de su estudio en Los Angeles y
le explico de una manera educada mi
función como periodista de arte del
Financial Times. “Así que usted no
sabe nada acerca de arquitectura”,
me dice en un tono que, con toda honestidad, no transmite dulzura. He
recogido algo de experiencia en el
camino, le digo. “¿Entonces no piensas llamarme ‘starchitect’? Eso no
me agrada”, advierte.
Gehry, de 84 años, es un arquitecto de no poca reputación, cuyos logros con seguridad se pueden describir como estelares. Pero sus sentimientos sobre esa pequeña palabra,
aparentemente inofensiva, encapsulan el debate sobre su posición en el
panteón de los arquitectos contemporáneos.
Los espectaculares edificios de Gehry -entre los más famosos están el
Museo Guggenheim de Bilbao y el
Disney Concert Hall en Los Angeles,
dirigido por el venezolano Gustavo
Dudamel- son criticados por abrumar el entorno donde aparecen. El
estilo de su firma -que tildan de “metálico-sensual”- es, dicen, repetitivo
y falto de respeto de su contexto local. Diseña edificios arrugando papeles. Disfruta de su fama, y sus clientes disfrutan de la asociación con lo
que se ha vuelto una de las marcas líderes de la cultura mundial.
Siempre he tomado esas críticas
como malintencionadas o simplemente tontas (la definición del papel arrugado apareció como una
broma en el cameo de Gehry en Los
Simpson). Pero ese epíteto de “starchitect” evidentemente le provoca
escozor. “Usted sabe, los periodistas
lo inventaron, y ahora lo utilizan
para condenarnos”, afirma a la defensiva. Me encanta su arquitectura, digo con honestidad. Me encanta desde que fui asignado para cubrir
la inauguración del Museo Guggenheim, en 1997. Fue la primera vez en
mi vida que vi cómo la cultura puede señalar con tanta claridad el futuro: “El nuevo siglo llegó y pasó
por aquí”.
La mención del Guggenheim tiene
un suave efecto. “Alguien me dijo
que ese edificio ayudó a cambiar el
clima político en el País Vasco. Una
vez que fue construido, este movimiento separatista que estaba buscando su propia identidad tuvo de
repente un ícono. La verdad, nunca
lo pensé de esa manera”, dice Gehry. “La gente hablaba de sus esperanzas de un levantamiento comercial.
Para mí era como si todos creyeran
de nuevo en el hada de los dientes...
Un edificio no era capaz de hacer
eso”. Sin embargo, lo hizo: el 80% de
la actividad económica de la ciudad
tiene que ver con el museo, el que
atrae a cerca de un millón de visitantes al año.
¿Su nombre es una marca?
La gente dice eso, pero no creo que
sea así. Es cierto que uno no puede escapar de su firma. Uno de los
más grandes arquitectos del siglo
XX, Mies van der Rohe, se repetía
sin cesar. Si algo es bueno, es bueno. Existe este tipo de noción de
que yo sigo una receta, como si hiciera mermelada. Eso está muy lejos de la verdad. Mi gratificación
está en trabajar con la gente, interpretarla y hacerla feliz.
Gehry nació en Toronto como
Frank Goldberg, hijo de padres polacos judíos, que cambiaron su
apellido a mediados de la década
del 50 en respuesta al antisemitismo. “Crecí leyendo el Talmud (tex-
to central del judaísmo), y en él la
regla de oro es hacer a los demás lo
que te gustaría que te hicieran a ti.
Tienes que tener respeto por el
hombre que está al lado tuyo”.
Sin embargo, su arquitectura se
considera controversial. ¿Disfruta a veces de la polémica?
¡No! Me gusta la interacción con el
cliente. Yo interpreto sus criterios
financieros, prácticos, de fecha límite, y trato de explicarles sus opciones para que puedan decirme:
“¡No, yo no quiero eso!”.
Lo cierto es que el mundo parece
disfrutar diciéndole que sí a Gehry.
Entre los proyectos que ya tiene en
carpeta están otro Museo Guggenheim en Abu Dhabi; la sala de conciertos Dudamel en Barquisimeto,
Venezuela; un memorial para el ex
Presidente de EE.UU. Dwight D. Eisenhower en Washington D.C.; una
serie de edificios de apartamentos en
la central eléctrica de Battersea de
Londres, y el nuevo campus para Facebook en Silicon Valley.
Gehry me lleva a su taller, donde
hay imágenes aparentemente inconexas y dibujos repartidos en cada
estación de trabajo. No puedo dejar
de notar pedazos arrugados de papel verde en todas las maquetas.
¿Así que sí hace uso de papel arru-
gado después de todo? “Son árboles”, responde Gehry, inexpresivo.
El proyecto Eisenhower es el que
le ha dado la mayor cantidad de dolores de cabeza, con la familia del ex
presidente en su contra, quienes insisten en enfatizar en la obra la modestia de sus orígenes. “Es complicado”, dice el arquitecto. “Se trata del
gobierno, de una figura histórica
que ya no está aquí y de su familia.
A mí me parece que he hecho un retrato honesto”. Luego, el tono de su
voz se apaga repentinamente: “No sé
si voy a conseguir construirlo”.
Gehry también me muestra la
maqueta del campus de Facebook.
A rasgos generales, no tiene mucho
de la marca que lo ha hecho famoso. Se trata de un largo e inclinado complejo de estructuras con
jardines en el techo y una biblioteca de un solo ambiente. “Un centro de investigación no tiene por
qué ser un edificio emblemático.
Mark Zuckerberg me habló mucho
sobre lo que ama, y ama caminar.
Es un chico que aprecia el aire libre. Así es como él ejercita, así es
como él piensa. Por supuesto que
he tenido en cuenta eso para el
edificio. Soy un buen oyente”, dice
Gehry, casi lastimeramente. “Presto atención”.b
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