el conflicto colombiano: entre la negación, el desconocimiento y el

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El conflicto colombiano: entre la negación, el desconocimiento y el
despropósito
Fabio Monroy
Abogado-Periodista
“En Colombia no hay conflicto armado”, dice el Presidente colombiano, Álvaro
Uribe Vélez. “Aquí no hay crímenes de Estado”, manifiesta el Asesor del
Presidente Uribe, José Obdulio Gaviria. Mientras, Carimagua, las más de
diecisiete mil hectáreas asignadas a miles de desplazadas y desplazados iban
a ser entregadas a cinco (5) inversionistas privados por parte del Ministro de
Agricultura, Andrés Felipe Arias; cambiando de manera radical la destinación
del predio oficialmente aprobada.
En medio de tantos sobresaltos, cerca de cuatro millones (4.000.000) (1) de
colombianas y colombianos desarraigados de sus parcelas a la fuerza
deambulan por calles extrañas a la buena de Dios, en procura de un pedazo de
tranquilidad, sin saber la razón de tal proceder en su contra. El único delito que
han cometido es el de ser honestos, trabajadores, humildes y labriegos en
zonas de mucho interés para los grandes inversionistas (palmicultores y demás
explotadores de riquezas naturales-petróleo, oro, entre otras. De manera
coincidente se superponen los territorios de masacres y desplazamientos
forzados con los de las ubicaciones de megaproyectos).
Negación del conflicto como arma política y económica.Si politizar es traer al primer plano el conflicto, despolitizar es negar el conflicto.
Es lo que ocurre con los llamados al consenso y es lo que hay detrás de ese
lugar cómodo identificado como centro político. Siempre que se despolitiza se
pierde de vista un conflicto que, no por negado dejará de seguir acechando”.
Juan Carlos Monedero, en el “Gobierno de las palabras. De la Crisis de
legitimidad a la trampa de la gobernanza”, módulo de Viva la Ciudadanía para
Escuelas de Liderazgo Democrático.
El gobierno colombiano ha insistido vehementemente que, “en el país no hay
conflicto armado, lo que tenemos son terroristas”, siguiendo el mandato
estadounidense del 11 de septiembre de 2001. De tal manera, la espiral de
violencia continúa, impulsada desde el Estado, con el pretexto de “lograr la paz
ganando la guerra”. Si el estatus de beligerancia lleva a la mesa de diálogo a
los actores del conflicto, con la esperanza de acuerdos en pro de la paz, el
concepto de “terroristas” profundiza la guerra.
Dicho sofisma garantiza a productores de armas continuar devengando
pingues utilidades; con lo que la nación más endeudada del mundo, los
Estados Unidos, pretende salir de su atolladero.
La beligerancia y el Derecho Internacional Humanitario.La beligerancia entraña una serie de obligaciones para quienes sean acogidos
bajo tal figura del Derecho Internacional; así lo conceptúan tratadistas del tema,
entre ellos el profesor Alejandro Valencia Villa, quien manifestó en una
entrevista concedida a BBC Mundo: "La beligerancia es una vieja figura del
derecho internacional público, por medio de la cual un Estado considera como
un igual a una fuerza que está sublevada, en cuanto a lo que a la guerra
atañe”.
El profesor Valencia Villa, además, indica que: “esa fuerza armada con carácter
beligerante debe tener organización y normas internas, mando unificado,
control territorial y anhelos de poder”.
Finalmente, de manera categórica ratifica: “la beligerancia implica derechos como reconocimiento e interlocución internacional- pero también obligaciones:
entre ellas, el compromiso de cumplir las normas del derecho internacional
humanitario”.
Desconocimiento de los crímenes de Estado, olvido de las víctimas.El que se pretenda desconocer no significa que no exista. José Obdulio
Gaviria, desde su privilegiada posición de Asesor Presidencial, quien
rasgándose las vestiduras dice a los cuatro vientos que “no hay crímenes de
Estado en Colombia”, intenta mandar un mensaje equívoco a la comunidad
nacional e internacional.
Constantemente aparecen asesinados Defensores de Derechos Humanos.
Sobre el estado colombiano recae la responsabilidad de “velar por la vida,
honra y bienes” de las personas que habitan en el país, sean naturales o
extranjeros. Más aún, cuando se ha puesto en conocimiento a las autoridades
del peligro inminente al que se encuentran expuestos ciudadanas y ciudadanos
por razón de pertenecer a determinada población, o ejercer alguna actividad
que implica alto riesgo (Defensores de derechos Humanos, Desplazadas y
Desplazados, Periodismo, y demás), sin obtener la atención adecuada en
cuanto a prevención y protección.
El Estado es responsable por omisión puesto que constitucional, legal y
moralmente está obligado a garantizar la vida, honra y bienes de todas y todos
en Colombia. Las tutelas presentadas en procura del cumplimiento de las
normas respectivas abundan, fundamentadas en la Sentencia T-025 de 2004,
de la Corte Constitucional sobre la Protección del derecho a la vida y a la
seguridad personal de líderes de la población desplazada y personas
desplazadas en situación de riesgo.
Estado de cosas inconstitucional y el despropósito de las políticas
gubernamentales
“En la sentencia T-025 de 2004, la Corte Constitucional declaró que respecto
de la población desplazada por la violencia existía un estado de cosas
inconstitucional pues era tal la magnitud de la violación de los Derechos
Humanos de dicha población, que ya más de tratarse de una demanda contra
una o varias entidades del Estado, se trataba de un problema estructural,
derivado de grandes falencias en la actuación de un conjunto amplio de
instituciones que forman parte de lo que la ley ha llamado el Sistema Nacional
de Atención Integral a la Población Desplazada (SNAIPD).
Dicha declaratoria tuvo como precedentes otras decisiones de la Corte, en las
que el Alto Tribunal ha calificado el desplazamiento forzado por la violencia
como una de las más graves catástrofes humanitarias que ha vivido el país,
pues conculca de manera simultánea e integral derechos humanos, civiles y
políticos, derechos económicos, sociales y culturales y normas del Derecho
Internacional Humanitario”. (2).
La situación con desplazadas y desplazados continúa agravándose. Al perder
sus propiedades (terrenos, muebles y enseres) y trasladarse a donde el destino
los “arrime” se enfrentan a todo tipo de maltratos sociales y de las autoridades;
en muchos casos, quienes atienden a ésta población, les exigen documentos
que han sido extraviados por las y los que les han arrebatado sus predios, o
han sido dejados entre las pocas pertenencias que pudieron tener en sus
“ranchos”, en la prisa por verse sanos y salvos de las arremetidas de sus
víctimarios.
El caso tristemente célebre de Carimagua, nos muestra la manera de manejar
sus políticas el gobierno actual. En un principio, la destinación de 17.000
hectáreas era para que mil familias de la población desplazada (estamos
hablando de cerca de cinco mil-5.000- personas) desarrollaran proyectos
productivos. El Ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, prefería cederlas a
cinco inversionistas privados, exponiéndose a la moción de censura ante el
Congreso de la República.
Por su parte, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones
Unidas, dice: “Persisten graves vulneraciones a los DDHH y DIH por medio de
un patrón de ejecuciones extrajudiciales y de desapariciones forzadas,
asociadas a violaciones vinculadas a la administración de justicia y a la
impunidad.
También se registraron detenciones arbitrarias torturas y tratos crueles,
inhumanos o degradantes, y atentados contra la libertad de expresión. Esas
violaciones no forman parte de una política deliberada del Estado desde las
más altas esferas, pero su escaso reconocimiento por las autoridades y la
insuficiencia de acciones correctivas impidieron superarlas. Continuaron
existiendo violaciones de derechos humanos por la acción u omisión de
servidores públicos en conductas perpetradas por paramilitares”. (3)
(1) La Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento
(CODHES), indica que se han desplazado un total de 3.720.428 personas,
mientras que, según las cifras del gobierno, hay 1.823.663 personas inscritas
en el Sistema Único de Registro de la Agencia Presidencial para la Acción
Social y la Cooperación Internacional, y se aclara que más del 75% son
mujeres, niñas y niños.(2) Tomado del artículo: “El desplazamiento: un estado de cosas
inconstitucional sin superar”, publicado en Caja de Herramientas virtual, de
autoría de Francisco Taborda Ocampo, miembro de la Corporación Viva la
Ciudadanía.
(3) Naciones Unidas. Comisión de Derechos Humanos. 62º período de
sesiones. 20 de enero de 2006. Informe de la Alta Comisionada de las
Naciones Unidas para los Derechos humanos sobre la situación de los
derechos Humanos en Colombia, 2005.
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