Llamados a Profetizar Si alguien nos preguntara acerca de nuestra

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Llamados a Profetizar
F. Javier Orozco (Domingo 15º de tiempo, 2012)
Si alguien nos preguntara acerca de nuestra vocación profética, muchos de
nosotros nos sentiríamos un poco incómodos con la idea de ser profeta. La
imagen que tenemos en nuestras mentes sobre lo que es ser un profeta no
es tan admirable. Los profetas, o son realidad del pasado o son aquellos a
los cuales nadie quiere escuchar—o peor aún, son los que están dispuestos
a pagar con su propia cabeza.
La verdad es que aun en nuestros tiempos la vocación profética es una
realidad. Nos guste o no este llamado, nuestra fe nos enseña que Dios es
constante en su fidelidad hacia nosotros. Y es en esta fidelidad de Dios
donde encontramos el verdadero sentido de lo que es para nosotros este
llamado a la profecía.
Como bien lo menciona la primera lectura de hoy, el llamado a profetizar
siempre encuentra su inicio en Dios—en la invitación divina que se nos
brinda. Al igual que Amós (Amós 7:12-15), nosotros resistimos y
exclamamos con nuestras propias excusas. Y de igual manera, Dios nos
responde: “Ve y profetiza a mi pueblo de Israel.”
Con este mandamiento en mente, solo nos queda preguntarnos, ¿y qué
vamos a decir al mundo? ¿Cuáles serán nuestras palabras proféticas?
Sin limitar el mensaje personal que Dios pondrá en tu corazón y boca, vale
la pena recalcar que las palabras de Dios siempre son aquellas que nos
llaman a la paz, misericordia, fidelidad y salvación: “La misericordia y la
fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de
la tierra, y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará lluvia, y
nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación
seguirá sus pasos” (Salmo 84).
La confianza y firmeza de estas palabras se encuentran de forma plena y
definitiva en la palabra que Dios dirige hacia nosotros en la persona de
Jesús. En Cristo Jesús, no solo tenemos la promesa de Dios cumplida, sino
que también encontramos todo lo que vallamos a necesitar para cumplir
nuestra vocación profética.
Cristo es la palabra profética que tiene que ser compartida…Cristo es la
verdad que el pueblo debe escuchar de nuestras propias lenguas. En sí, no
hay otro mensaje que tengamos que compartir. Cristo Jesús es todo y para
todos. Como nos lo menciona Pablo cuando habla del plan de Dios, “Éste
es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el
momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la
tierra” (Efesios 1: 3-14).
Ahora nos toca ir de casa en casa, de ciudad en ciudad para así profetizar y
proclamar todo lo bueno que Dios ha hecho por nosotros. Siguiendo los
pasos de nuestros antepasados en la fe, juntos caminamos por todo el
mundo llevando un mismo mensaje de esperanza.
En nuestro caminar, tenemos que recordar que nuestra responsabilidad es
de compartir nuestra fe con los demás—siempre y en todo lugar. La
respuesta que otros brinden a nuestras palabras no depende de nosotros:
“Quédense en la primera casa en que les den alojamiento, hasta que se
vallan de ese sitio. Y si en algún lugar no los reciben ni los escuchan, no
se alejen de allí sin haber sacudido el polvo de sus pies: con esto darán
testimonio contra ellos" (Marcos 6:15).
¡Vallamos pues a profetizar! ¿Estás listo/a?
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