GOBIERNO DEL ESTADO DE JALISCO SECRETARÍA DE EDUCACIÓN DEL ESTADO DE JALISCO MAESTRÍA EN EDUCACIÓN CON INTERVENCIÓN EN LA PRÁCTICA EDUCATIVA QUE PRESENTA “HISTORIA Y VIDA COTIDIANA” ROSALES PÉREZ ARMANDO armando.rp@live.com.mx Alumno del 1er.Semestre de la sede de JOCOTEPEC. Chapala, Jalisco, 01 de noviembre del 2013. HISTORIA Y VIDA COTIDIANA En mi vida cotidiana, respecto a la esfera de mi trabajo que es parte de mi vida profesional como docente, la puedo iniciar en 1982 cuando estaba estudiando el bachillerato tecnológico en el Centro de Enseñanza Técnica Industrial (CeRETI) en Guadalajara. Desde mis primeros días en esa institución, comencé a darme cuenta de que los docentes que me daban clases eran muy diferentes a los que tuve cuando asistía a la escuela secundaria de Chapala: la mayoría eran personas preparadas que seguían el paradigma humanista y, sobre todo eran muy buenos motivadores. En especial, mi profesor de primer semestre en Matemáticas, el Ingeniero David Venegas Camarena. Me es grato recordar cómo supo captar nuestro interés por la asignatura a muchos de nosotros que queríamos entender esos temas que no habíamos visto en el nivel básico anterior, pero que estábamos interesados en aprender por su buena metodología y su motivación que me ayudó a que fuera uno de los mejores en su clase. Tal situación ocasionó que muchos de mis compañeros comenzaran a pedirme asesorías para las actividades y tareas de esa asignatura por lo que comencé a convivir rápidamente con los compañeros de mi grupo y, en poco tiempo, iniciara una sana relación de amistad en una escuela en la que tenía muy pocos conocidos cuando llegue. Cuando comenzamos a trabajar juntos, normalmente me costaba trabajo explicar los procesos de algún algoritmo, pero veía con gusto que ellos me entendían y poco a poco hicimos un buen “club de estudio”. Años después, cuando terminé el bachillerato, comencé a trabajar formalmente y en casi todas las empresas que estuve laborando como mecánico aparatista; principalmente en las que mi departamento tenía nexos directos con el departamento de ingeniería, me propusieron para dar cursos como instructor en instrumentos de medición, de matemáticas aplicadas en la operación de máquinas-herramientas o de capacitador en el uso de esas máquinas a mis compañeros o a trabajadores de otros departamentos. Trabajé casi por diez años en varias empresas y estando trabajando en alguna de ellas, ingresé a estudiar ingeniería industrial, pero por problemas que da ese trabajo absorbente, dejé la carrera trunca. En la última fábrica que trabajé fui el jefe del departamento de máquinas-herramientas, por lo que una de mis responsabilidades era capacitar a los nuevos compañeros en el uso adecuado de tales máquinas. Fue ahí cuando me pegunté por primera vez: ¿Qué pasaría si dejara este trabajo y me fuera a trabajar como profesor de Matemáticas a una escuela secundaria o preparatoria? En ese momento tenía veintiocho años, estaba soltero, me sentía satisfecho por haber logrado mi meta laboral inicial de llegar a ser algún día jefe departamental, ya había ahorrado lo suficiente para poder pagarme una carrera, estaba un poco cansado por la rutina, la falta de tiempo para mí mismo y por lo estresante del trabajo…renuncié. A los pocos meses hice el examen de admisión para ingresar a la Escuela Normal Superior de Jalisco en la especialidad de Matemáticas y fui aceptado. Era el año de 1994. Cuando estaba cursando en esa escuela la mitad de mis estudios de la licenciatura, ya trabajaba en una escuela secundaria particular como profesor de matemáticas en los tres grados; además de trabajar como profesor interino en dos secundarias estatales. Ese mismo año obtuve plaza base en ambas. Mi primera experiencia como docente la viví en una secundaria particular. El orden, organización y apoyo que les daban a sus profesores era muy bueno; me pusieron a prueba por un bloque, me evaluaron, me aceptaron y me mandaron a capacitar en unos cursos que la misma escuela pagó. El mismo Director entraba a mis grupos continuamente para revisar mi práctica, me asesoraba y me recomendaba soluciones a los errores que cometía en la aplicación de la metodología que él nos inducía a que aplicáramos. La primera semana fue la más estresante porque me criticaba hasta mi forma de vestir y mi permisivo “humanismo”. Después de un mes sólo me observaba mis clases la subdirectora; a los tres meses me dejaron en paz. La mayoría de los alumnos eran muy eficientes y les gustaba ir a la escuela, eran de clase alta; algunos eran extranjeros que hablaban dos o tres idiomas, pero siempre estaban todos muy motivados. Renuncié por haber conseguido trabajo base, y mejor pagado en secundarias públicas, pero trabajar como profesor en esas escuelas tiene su retos; y más si se trata de obtener resultados con adolescentes que les cuesta trabajo entender a qué van a una escuela y, además de que ni sus papás los pueden controlar o motivar. Mis primeras impresiones como profesor en escuela pública fueron de asombro al comparar los niveles de aprovechamiento y de disposición al trabajo que manifiestan los estudiantes de ambas modalidades con el mismo docente. Pienso que el problema que tenemos en nuestra escuela pública es que sólo muy pocos compañeros de cada escuela hacen su trabajo; mientras que en la escuela privada trabajan en equipo hacia el mismo lado y persiguiendo un mismo objetivo. Al paso de diez y siete años de servicio, y dos en escuela particular, ha valido la pena ver la interesante propuesta que nos propone la MEIPE y considero que si continuamos en este proceso le daremos un real resignificado a nuestra labor dentro del aula y nos reforzaremos para tomar nuevos bríos en la búsqueda de soluciones a un verdadero problema de mejorar la educación pública en un país que sufre y vive una aguda crisis económica y social.