Autoridades Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Sistema de Atención Médica de Emergencia (SAME) Jefe de Gobierno Dr. Aníbal Ibarra Director General Dr. Germán Fernández Vice-Jefe de Gobierno Sr. Jorge Telerman Director Médico Dr. Julio Salinas Secretario de Salud Dr. Alfredo Stern Director Operativo Sr. Carlos Zoloaga Subsecretario de Salud Dr. Sergio Solmesky Subsecretario de Gerenciamiento Estratégico Ctdor. Pablo Mazza Publicación de la Asociación de Profesionales del SAME Comisión Directiva de la Asociación de Profesionales del SAME Presidente Dr. Vicente Carluccio Indice Mayo 2004 4 Vicepresidente Dr. José Guillermo Filet Cerviño Secretario † Dr. Pedro Pascual Quagliotti. Año 2 - Número 5 Síndrome de Burnout Estudio sobre agentes de salud del Area de Emergencias del GCBA 10 Emergencias y urgencias convulsivas en adultos: diagnóstico y terapéutica agudos basados en evidencia Secretario Científico Dr. Juan Miguel Carosella 17 Traumatismo encéfalocraneano Vocales Titulares † Dr. Francisco Loiácono; Dr. Carlos Osa 23 Conceptos actuales sobre intoxicación por monóxido de carbono Tesorero Dr. Humberto Jaime Sanguinetti. Revisores de Cuentas Dr. Ubaldo Gazzarrini; Dr. Antonio Ziaurriz Comité de Redacción Director Responsable Dr. Juan M.Carosella Secretarios de Redacción Dres. Carlos Osa; Humberto Sanguinetti; Marcelo Tenuta; Raúl Gómez Traverso; Pedro Ulibarri; Asesores Científicos Dres. Germán Fernández; Antonio Guardo;Oscar Iglesias Ordóñez; Juan Carlos Lopapa; José Mobilio; Jorge Neira; Adolfo Outes; Julio Salinas; Gustavo Tisminetzky Producción Gráfica y Publicitaria Francisco Baggiani Ediciones Científico-técnicas Diseño y diagramación Francisco M. Baggiani Impresión Gráfica Pinter S.A. Contacto SAME Zuviría 64 2º piso (1424) Ciudad de Buenos Aires Argentina - Teléfonos:(54-11) 4922-1281 e-mail: same_cmedica@buenosaires.gov.ar Nuestra portada Ilustración de Gustave Doré (1832-1883) En la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10,34-37) hay una notable descripción de la atención en emergencia. El hombre atacado y malherido por los salteadores recibe los primeros auxilios del Samaritano,quien cura y venda sus heridas y luego lo conduce a un sitio donde será atendido hasta su restablecimiento. 107 EMERGENCIA es una publicación científica editada por la Asociación de Profesionales del SAME. ISSN 1667-6432. Registro de la Propiedad Intelectual 261166. Editor Propietario: Asociación de Profesionales del SAME. Se permite la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación siempre que se cite el nombre de la fuente (revista 107 EMERGENCIA), el número del que ha sido tomado y el nombre del o los autores. Se ruega enviar 3 ejemplares de la publicación de dicho material. 107 EMERGENCIA 3 Síndrome de Burnout Estudio sobre agentes de salud del Area de Emergencias del GCBA Integrantes:Dres. Álvarez Cachés M, Campana L, Ferranti D, Mosca D, Román N, Salinas J, Licenciados Van Gelder L, Torino M. Institución: Dirección de Medicina del Trabajo - Dirección General de Recursos Humanos - SAME - Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Introducción El bienestar físico y emocional de los agentes de salud es un eslabón fundamental en el funcionamiento de los servicios hospitalarios. En los últimos años, numerosos autores han realizado algunos aportes que complementan el campo de la estadística y permiten identificar los factores influyentes en el rendimiento del desempeño laboral y sus implicancias sociales. 1,2 El término Burnout fue utilizado por primera vez, en el año 1974, por el Dr. Freudenberger, un psicólogo clínico familiarizado con las respuestas de estrés de los miembros del staff de instituciones tales como hospitales de beneficencia y casas de medio camino. Él se refirió con Burnout a la sensación de cansancio y desgaste observada en los trabajadores debido a las demandas excesivas de su labor, lo que producía que esta se volviera inoperante para la organización. Sin embargo, fue Christina Maslach, profesora en Psicología de la Universidad de Berkeley California, quien en 1982 definió más claramente el término. Ella propuso definir al síndrome en tres dimensiones: cansancio emocional, despersonalizacion y disminución de logros personales. También fue descripto como el resultado del estrés excesivo; último paso en la progresión de los intentos frustrados para manejar y disminuir una variedad de situaciones laborales negativas. Cada persona, de hecho, expresa el Burnout de una manera única. Sin embargo, existe un corazón sintomático que se repite: • Pérdida de enganche con el trabajo: éste empieza a tornarse un lugar poco placentero, que no satisface las necesidades personales. • Cambios emocionales: los sentimientos de entusiasmo, dedicación, seguridad y disfrute en el marco laboral dan lugar a los de ansiedad, angustia e inseguridad vividos en forma crónica. • Bajo rendimiento laboral: las personas que están “quemadas” disminuyen dramáticamente su rendimiento laboral. Estos síntomas erosionan la vida laboral del individuo, en forma gradual a causa de un desbalance entre las necesidades de la persona y las demandas laborales. 4 107 EMERGENCIA Cuando se dice que un profesional está desgastado se trata de reflejar el agotamiento de su capacidad de adaptación, la no disposición de recursos adecuados para amortiguar el estrés que produce su trabajo, más la aparición de una constelación de síntomas físicos y emocionales ante la percepción de no poder con las demandas de su entorno laboral. Como en una tragedia griega, el síndrome de Burnout tiene una presentación, un nudo y un desenlace. Esta obra de teatro, cuyo guión está escrito al dictado del estrés crónico, se desarrolla en la platea subjetiva de cada persona. En principio lo que la persona nota son simplemente síntomas de angustia o de estrés sin más. Son las pequeñas muestras de estrés cotidiano las que van minando las fuerzas de la persona; entonces la sintomatología es la sensación de que se está siendo superado por la situación.3,4 Es frecuente en nuestro medio escuchar hablar sobre Burnout, estrés laboral ó síndrome del quemado. Y esto tiene que ver con la percepción creciente de que, en los últimos años, han ocurrido cambios en forma insidiosa sobre la forma en que se vive tanto individual como colectivamente el ámbito laboral. En una proporción epidémica, es frecuente ver en distintos ámbitos de trabajo cómo la dedicación y el compromiso dan paso a actitudes cínicas, individualistas y poco comprometidas. Los ambientes de trabajo, en general, se han vuelto fríos, hostiles y demandantes, generando una erosión cada vez mayor en la energía y entusiasmo que, en cambio, deberían crear. Mucho ha pasado desde los tiempos de la Revolución Industrial, cuando los trabajadores eran tomados como piezas reemplazables de una enorme maquinaria de producción. Mucho se ha progresado respecto del concepto de comunidad de trabajo y de lo que el trabajo representa para cada individuo. El fenómeno que estamos describiendo es signo de uno de los mayores retrocesos en la historia del hombre y de su relación con el trabajo. ¿Qué nos está llevando a esta crisis? ¿Por qué es cada vez más común escuchar en las áreas de recursos humanos hablar de Burnout? La economía global, el desarrollo tecnológico y la creciente competencia han ido generando más presión sobre objetivos de corto plazo, dejando de lado las necesidades a futuro. Poco a poco, desde el punto de vista individual, el trabajo se ha tornado más una mera obligación y menos un recurso para mejorar nuestra calidad de vida. El Burnout constituiría un índice acerca de la disociación que existe entre lo que las personas son y lo que tienen que hacer. Representa un desgaste en sus valores, su dignidad y espíritu. Marca un desbalance entre las demandas percibidas del trabajo y lo que éste le provee a la persona. Aún cuando el Burnout ha sido identificado como un asunto relacionado con el trabajo, no todo el mundo acuerda en que sea un problema de gran envergadura. Uno de los motivos es que el Burnout es interpretado, con frecuencia, como una parte inevitable pero manejable de todo trabajo. Inclusive cuando nuestro equipo propuso la investigación, encontró cierto grado de oposición en funcionarios que plantearon que este estudio no tendría impacto en la productividad de la organización y, por tal motivo, no sería de interés para la conducción. Nuestro propósito entonces es iniciar a través de la detección del Burnout un proceso que redunde en una mejora en la salud de la población de la Ciudad de Buenos Aires. Objetivo del estudio El objetivo del estudio es evaluar la prevalencia y distribución de Burnout en los agentes de salud de las áreas de emergencia, identificar las variables de riesgo y determinar sus efectos en el desempeño laboral de dichos agentes. Material y método Se propone un estudio de corte a través del cual se conozca la frecuencia y distribución del Burnout en la población de agentes del SAME, a través del reconocimiento de factores condicionantes de su aparición que permitan inferir las causas. Se definió como un procedimiento observacional, transversal, realizado sobre una muestra representativa de la población en estudio, para identificar en el mismo momento la presencia de Burnout junto con los factores de riesgo de interés. Período: Marzo 2001 – Mayo 2003 Lugares: Hospital Álvarez, Hospital Penna, Hospital Piñero, Hospital Tornú, Hospital Durand, Hospital Ramos Mejía, Hospital Rivadavia, SAME, Hospital Argerich y Hospital Fernández. Para la selección de los hospitales se tuvo en cuenta su condición de polivalentes. Ahora bien, debido a que para la investigación se requería de una serie de condiciones tanto de espacio físico, como de compenetración con el trabajo por parte de las autoridades del hospital, la selección estuvo teñida por estas variables. Método Creación del modelo de protocolo de aplicación. Selección de técnicas Se seleccionaron los instrumentos para evaluar las distintas variables que concurren a la configuración del síndrome de Burnout. Para determinar las variables personales de quienes integraron la muestra, se elaboró una Ficha Inicial. Respecto de los criterios diagnósticos de Burnout se adoptó el Maslach Burnout Inventory (MBI). Para establecer las variables laborales que producen estrés, se implementó el Cuestionario de Estrés en el Trabajo. Para realizar un diagnóstico diferencial del Burnout respecto de otros trastornos mentales y establecer comorbilidad, se eligió el Mini International Neuropsychiatric Interview Spanish versión 5.0 (MINI). Finalmente, se previó una entrevista clínica destinada a precisar, detallar y profundizar los significados de las respuestas obtenidas en el MBI. Como paso inicial para la aplicación del protocolo, se entrevistaron los directores y jefes de las diferentes instituciones y servicios para acordar y establecer los requisitos para realizar el estudio. Administración de las pruebas de evaluación a) Entrega del material autoadministrable (Ficha Inicial, MBI, Cuestionario de Estrés en el Trabajo). b) Evaluación: una vez entregado el material autoadministrable, se evaluó la subescala de cansancio emocional del MBI. Quienes obtuvieron puntajes por encima de 26 pasaron a la entrevista personal. c) Entrevistas personales (MINI - entrevista clínica) con aquellos participantes que obtuvieron puntajes significativos. d) Recopilación y análisis de datos. Muestra La muestra objeto de esta investigación se integró por profesionales, técnicos, enfermeros, camilleros y demás personal integrante del área de emergencia de los Hospitales de Agudos de la Ciudad de Buenos Aires. Material entregado: 220 cuestionarios. Material excluido: 35 cuestionarios (16%). Se excluyeron quienes no completaron la totalidad de los datos solicitados Material completado: 185 cuestionarios (84%). Recurso: material específico 1) Material Autoadministrable a) Ficha de Entrevista: se recaban datos socio demográficos (edad, nivel de estudios alcanzado, estado civil, hijos, convivientes, repartición y tarea que desempeñan, horario de trabajo en el GCBA y en otro si tuviera). Se realizan preguntas a ser contestadas por “sí” o por “no” relativas a la 107 EMERGENCIA 5 consideración que el entrevistado tiene sobre la capacitación brindada y si cuenta con el equipo necesario para realizar su tarea. Se indaga si realizó tratamiento médico, psiquiátrico o psicológico por algún motivo, antecedentes de enfermedad médica, uso de medicación, consumo de tabaco y alcohol. Esta ficha se construyó teniendo en cuenta las variables que pueden ser tomadas como marcadores de riesgo más frecuentes, dada la desigual preferencia que muestra la enfermedad por cada uno de ellos.5 b) Cuestionario de Estrés en el Trabajo: este cuestionario consta de 18 preguntas, con una graduación de 1 a 4, que se responden como: “nunca se aplica a mí”, “se aplica un poco a mí”, “se aplica a mí mucho” y “se aplica a mí siempre”. Se diseñó para medir el estrés percibido en el ámbito laboral. El cuestionario se completa en 5 minutos. Se considera que existe un elevado grado de estrés cuando la puntuación es superior a 44. c) Maslach Burnout Inventory (MBI) (Maslach y Jackson, 1981)6 es un cuestionario que mide el desgaste laboral de profesionales que prestan servicio directo al usuario. La mayoría de las personas precisa entre 10 y 15 minutos para completarlo. Es un cuestionario constituido por 22 ítems en forma de afirmaciones sobre los sentimientos personales y las actitudes del profesional en su trabajo y hacia los pacientes. Su versión en castellano ha sido aplicada a diversos profesionales de la salud mental. Este instrumento fue diseñado para valorar tres aspectos fundamentales del síndrome de Burnout o del desgaste profesional: a) el agotamiento emocional, b) la despersonalización y c) la ausencia de logros personales. La subescala de agotamiento emocional, constituida por 9 ítems, valora la sensación de estar emocionalmente saturado o exhausto por el propio trabajo. La subescala de despersonalización, formada por 5 ítems, mide el grado en el cual la respuesta hacia los pacientes es fría, distante e impersonal. La subescala de logros personales consta de 8 ítems que valoran los sentimientos de competencia y eficacia en la realización del trabajo. 2) Entrevistas dirigidas a) MINI (Mini International Neuropsychiatric Interview Spanish versión 5.0). Es una entrevista diagnóstica estructurada, de una duración media de 15 minutos que explora los principales trastornos psiquiátricos del eje I del DSM IV. b) Entrevista clínica: entrevista semiestructurada que evalúa aspectos cognitivos, afectivos y comportamentales; busca relacionar los significados dados por los entrevistados con hechos externos o internos. grado bajo, moderado o grave y no como una variable dicotomizada, presente o ausente, a los efectos del diseño de nuestro protocolo definimos como línea de corte: 26 puntos ó más en la subescala de cansancio emocional en el cuestionario de Maslach. Con relación a las puntuaciones de las diferentes escalas, cabe señalar: Cansancio emocional (menor de 18 = baja; mayor de 27 = alta) Despersonalización (menor de 5 = baja; mayor de 10 = alta) Realización personal (menor de 33 = baja; mayor de 40 = alta) Resultados Distribución de las profesiones que conformaron la muestra • Médicos: 59,5% • Enfermeros: 15,1% • Choferes: 5,4% • Administrativos: 4,9% • Radiooperadores: 3,8% • Psicólogos: 2,2% • Otros: 9,1% Población con síndrome de Burnout • 71 profesionales: 34,2% Relación entre cansancio emocional (CE) y despersonalización (D) • Alto CE y alta D: 30,5% • Alto CE y baja D: 3,7% • Alta D y bajo CE: 17,5% • Bajo CE y baja D: 41,0% Población afectada con Burnout según profesión • Médicos: 45.5% • Enfermeros: 25% • Administrativos: 33,3% • Radiooperadores: 42,8% • Psicólogos: 50% • Choferes: 20% Variables significativas para el riesgo de Burnout • Edad: menores de 35 años • Sexo: femenino • Nivel de estudios: universitario Variables no significativas para el riesgo de Burnout • Estado civil; hijos; otro trabajo • Tratamiento médico-psicológico Evaluación Si bien el Burnout o desgaste profesional se concibe como una variable continua que se puede experimentar como de 6 107 EMERGENCIA Diagnóstico diferencial - trastornos mentales hallados • Trastornos del estado de ánimo: 6% A) trastornos depresivos: 3% B) trastornos bipolares: 3% • Trastornos de ansiedad: 1% • Sin codificar: 93% Incremento del consumo de tabaco durante el período de guardia Sí: 82% No: 18% Discusión Maslach definió al fenómeno de Burnout como un proceso continuo que constituye el paso final en una progresión de tentativas frustradas para afrontar distintas condiciones estresantes. Este síndrome sería el desencadenante de un proceso individual en el que finalmente la persona que lo padece responde con síntomas de desgaste y agotamiento relacionados con el contacto con el público, especialmente en situación de ayuda. Se trata de una variable continua que se puede manifestar en diferentes grados de intensidad. A los efectos de la investigación, definimos como rasgos fundamentales del Burnout: • Cansancio emocional: es la sensación de estar emocionalmente saturado o exhausto por el propio trabajo. • Despersonalización: es la respuesta fría, distante e impersonal hacia los pacientes. • Realización personal disminuida: los sentimientos de competencia y eficacia en la realización del trabajo están menoscabados en quienes padecen el Síndrome de Burnout. Se presenta una sensación subjetiva de que la capacidad de logros personales se ha aminorado. Nuestro estudio ha demostrado una alta incidencia de Burnout en la población evaluada arrojando una prevalencia del 34,2%, siendo los médicos los profesionales más afectados. Al establecer una relación entre las escalas de cansancio emocional y despersonalización, podemos afirmar que el 30, 5% de la muestra presenta altas puntuaciones en ambas escalas. El 17, 5 % presentó altas puntuaciones en despersonalización y bajas en cansancio emocional. El 3,7% obtuvo alto puntaje en cansancio emocional y bajo en despersonalización y el 41,0% presenta bajo puntajes en ambas escalas. Con respecto a nuestra experiencia, debemos destacar las dificultades para llevar a cabo el estudio, representadas por la falta de cumplimiento de los requisitos en los diferentes hospitales; cuestión que debió ser solucionada por nuestro equipo antes de comenzar con la tarea (ej.: no teníamos un lugar asignado, los participantes no estaban informados de nuestra presencia, etc.). Cuando nuestra presencia estaba prevista y los participantes informados acerca de los objetivos y la modalidad de trabajo, hubo buena aceptación, colaboración e interés que permitieron que los cuestionarios se completaran en forma óptima. En el caso contrario, ocasionó desconfianza, falta de interés y de participación. En este sentido, cabe destacar que de un total de 220 formularios entregados, debieron excluirse 35 (16%) y se incluyeron 185 (84%). Contar con una sede asignada dentro del hospital resultó útil para lograr privacidad en las entrevistas así como para organizar la tarea; facilitó a los profesionales la posibilidad de evacuar dudas sobre algunos ítems de los cuestionarios autoadministrables. Cuando no se contó con un espacio físico adecuado, los participantes mostraron reticencia a completar el material e imposibilidad de realizar las entrevistas personales. Se destaca la desconfianza de muchos participantes con respecto a las intenciones de la investigación, por deberse a un trabajo realizado por personal perteneciente al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La falta de credibilidad y desconfianza en la institución fue puesta de manifiesto al no aceptar los formularios, no entregarlos o hacerlos en forma inconclusa, verbalizar críticas negativas en forma abierta y descalificar a sus superiores. Se debe consignar que en algunos casos hubo interés en la temática, colaboración y expresiones favorables para que los resultados de la experiencia les fueran devueltos y lograr cambios que contribuyan a la mejora de sus condiciones de trabajo. Estas actitudes fueron coincidentes con la disposición de buena aceptación y respeto que tuvieron los jefes de los servicios ante nuestra presencia. En las entrevistas personales se observó apertura por parte de los participantes y compromiso con los encuestadores; aporte de información significativa, detallismo en las respuestas, necesidad de hablar sobre la problemática laboral, moderada ansiedad, síntomas depresivos, angustia y llanto. Debemos destacar como una de las principales quejas de los diferentes equipos de guardia, el hecho de no contar con una contención psicológica. A partir del desarrollo de este trabajo y a modo de ser operativos, definimos el Síndrome de Burnout como un proceso crónico, que se manifiesta en profesionales con vocación que trabajan en actividades estresantes al servicio de las personas. El síndrome se manifiesta en el descenso de la eficacia del profesional, debido a una pérdida de la sensibilidad, una actitud deshumanizada y un desinterés o despreocupación por el resultado de la tarea. Esta resultante está directamente relacionada con las expectativas iniciales respecto a la labor profesional y a los futuros logros; cuanto mayor sea la brecha entre las expectativas y los logros habrá mayor riesgo de padecer Burnout. Se da en trabajadores altamente motivados, perfeccionistas, entregados al trabajo. La eficacia baja de algunos profe107 EMERGENCIA 7 sionales que nunca presentaron estas cualidades descarta el síndrome de Burnout. Por otra parte, la menor eficacia debido a la pérdida o disminución de las capacidades laborales tampoco es Burnout. Esta disminución de la capacidad puede deberse a enfermedades psíquicas como trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, adaptativos o por consumo de sustancias. También puede ser resultado de la falta de actualización debido a las diferencias entre intereses personales y la profesión que desempeña. A modo de ejemplificar la relación entre expectativas y logros, presentamos las cifras resultantes del Cuestionario de Estrés en el Trabajo administrado en el Hospital Álvarez, que es representativo de los resultados obtenidos en el resto de la muestra; de un total de 21 personas se encontraron las siguientes recurrencias: las expectativas iniciales sobre el trabajo no se han cumplido (11 agentes), sienten que los compañeros no colaboran en el trabajo adecuadamente (7 agentes), que sus responsabilidades son muy diferentes a las que esperaban (10 agentes), que la preocupación por el trabajo hace difícil que se liberen de él en sus casas (8 agentes), consideran que trabajan mucho pero les rinde poco (8 agentes) y que el reconocimiento por su contribución al trabajo ha sido siempre escaso (10 agentes). Maslach propone una escala de seis variables que explicarían las causas del Burnout: 1) sobrecarga de trabajo, 2) pérdida del control, 3) insuficiente recompensa, 4) tipo de relaciones desarrolladas en la comunidad de trabajo, 5) ausencia de justicia y 6) conflicto de valores. De acuerdo con el análisis de datos surgido de la población testeada y a partir de las entrevistas personales, se han determinado las siguientes variables que se ubican dentro de la escala mencionada como principales factores de conflicto: Aspectos comportamentales: ausentismo y falta de iniciativa para concurrir al trabajo, aumento del consumo de sustancias en el horario de trabajo, falta de empatía con los pacientes. Síntomas físicos: cansancio, síntomas depresivo-ansiosos, desgano y alteración del sueño. Aspectos emocionales: sensación de inutilidad; intolerancia; sensación de impotencia; frustración; falta de apoyo y contención. Area cognitiva: el escaso reconocimiento por parte de los jefes y la falta de compromiso de éstos es una variable altamente significativa, así como la ausencia de reconocimiento por parte de los pacientes y la falta de colaboración del equipo. Factores institucionales: se describen como los factores más destacados la falta de insumos, de equipamiento y la infraestructura edilicia (falta de espacio, luz y comodidad) e inseguridad personal; les siguen la falta de personal, de capacitación e idoneidad y la sobrecarga horaria, ausencia 8 107 EMERGENCIA de normativas claras, superposición de roles; “amiguismos y favoritismos”; ingresos económicos bajos, tiempo asistencial insuficiente, falta de integración entre los diferentes servicios intrahospitalarios y falta de comunicación. Aspectos del Sistema de Salud: desigualdad en la provisión y distribución de materiales y equipamiento a nivel interhospitalario; falta de lineamientos claros en las políticas relativas a la atención del paciente de acuerdo a su lugar de radicación. Población asistida: en general, está compuesta por gente de bajos recursos económicos y, según la zona geográfica, población marginal. Estos factores fueron señalados como de gravedad dado que la dificultad económica sumada a la falta de insumos con que cuenta el hospital no permite responder a los requerimientos mínimos para satisfacer un tratamiento adecuado (ej.: medicación, movilidad del paciente). Por otra parte, la atención a población con problemas delictivos pone en riesgo la integridad física de la población estudiada. Cabe destacar que los factores externos antes citados conforman el principal motivo de queja, ya que dificultan la tarea específica en situación de urgencia, la que no es percibida como un factor de estrés. Es importante diferenciar el Burnout del Estrés Laboral, dado que el último surge frente a dos tipos de situaciones: a) En grandes acontecimientos impredecibles, catastróficos, incontrolables, que no tienen posibilidad de ser elaborados en forma previa. b) Ante estímulos “menores”, cotidianos (pequeños contratiempos), en un contexto donde la muerte y el dolor son situaciones constantes. A diferencia del Síndrome de Burnout, el estrés se caracteriza por ser un estado pasajero, donde hay conciencia de situación, margen de adaptabilidad y reacción. En cambio en el Burnout hablamos de un estado crónico, donde no hay conciencia de situación ni margen de adaptabilidad ni reacción. En esta muestra de profesionales hemos hallado un 1% que presentaría trastornos de ansiedad y un 6% que presentaría trastornos en el estado de ánimo (el 3% con trastornos depresivos y el 3% con trastornos bipolares). Por ende, creemos imprescindible profundizar la evaluación para establecer un diagnóstico diferencial con respecto a los trastornos mentales asociados y detectar comorbilidad con tales trastornos. Según Flórez Lozano, entre los profesionales que padecen este síndrome es frecuente el alto nivel de ausentismo, tanto por causa física como psíquica, así como la automedicación, el consumo de psicofármacos y el incremento del uso de drogas: tabaco, alcohol, etc. En este punto podemos señalar que el 82% de nuestra muestra poblacional reconoce el incremento de consumo de tabaco, pero niegan consumir otro tipo de sustancias. Suponemos que la gran cantidad de respuestas negativas atribuidas a los ítems relacionados con el uso de fármacos, alcohol y otras drogas se podría deber a una falta de sinceridad por parte de la población en estudio. Si bien los diferentes autores2 que han estudiado el síndrome no presentan unanimidad en cuanto a las características epidemiológicas, muestran cierta coincidencia con respecto a determinadas variables: los años iniciales de carrera serían el período de mayor vulnerabilidad, dado que es el de adaptación entre el idealismo profesional y la realidad de la práctica diaria. Las mujeres presentarían mayor riesgo que los hombres por razones de diferente índole: la doble carga de trabajo que implica el ejercicio profesional y la actividad familiar, así como por la elección de determinadas especialidades. En cuanto al estado civil, las personas sin pareja estable tendrían mayor riesgo de padecer este síndrome; el hecho de tener familia e hijos sería un indicador de buen pronóstico. Sin embargo, el hecho de tener o no tener hijos y el estado civil no ha evidenciado diferencias significativas que permitan establecer que estos factores sean predictores de riesgo de Burnout. Tampoco se han observado diferencias entre las personas que realizan tratamiento médico o psicológico respecto de las que no. Entre los factores predisponentes y desencadenantes que se hallaron en nuestro estudio, éstos son coincidentes con la mayor incidencia del síndrome en los profesionales más jóvenes y en la población femenina. Podemos señalar que el hecho de tener otro trabajo no representó un factor de riesgo, pero debemos considerar relevante que la mayoría de los profesionales tienen más de un trabajo que, de acuerdo a las características horarias, estaría indicando una sobrecarga laboral. Consideramos el Burnout como la manifestación individual de una enfermedad institucional. El clima laboral generador de malestar produce un circuito de negativismo y desmotivación en el personal. Una vez que alguien es afectado por el síndrome comienza un proceso de epidemia que afecta al resto de los trabajadores, por lo que cabe destacar la importancia de considerar la desmotivación como un factor de riesgo relevante. Evitar desmotivar a los trabajadores es aún más importante que motivarlos, para establecer un clima laboral adecuado que sea percibido favorablemente por el personal Muchos autores7 consideran el Burnout como un proceso irreversible. Nosotros creemos que este cuadro puede revertirse si se implementan las estrategias de abordaje adecuadas. Para ello proponemos un modelo basado en las neurociencias cognitivas, que permita operar con herramientas específicas que erradiquen este síndrome que cada vez tiene más incidencia mundial, y que, finalmente, resulta ser un indicador relativo a la productividad organizacional. Conclusiones De acuerdo con los resultados obtenidos, concluimos que el 34,4% de la población estudiada padece Burnout, siendo la población médica la más afectada. Las variables de riesgo halladas en nuestro estudio corresponden a edad, sexo y nivel de estudios: los profesionales menores de treinta y cinco años, las mujeres y las personas con estudios universitarios completos son quienes tendrían mayor riesgo de padecer Burnout Propuestas Sobre la base de los resultados obtenidos, se considera el Burnout como un síndrome originado por las características disfuncionales de la organización, sin dejar de considerar los factores individuales que podrían influir en su evolución. Dado que el bienestar biopsicosocial de los trabajadores afecta la productividad de una organización, es nuestro propósito crear estrategias destinadas a disminuir los factores de riesgo del Síndrome de Burnout. Para ello es esencial prevenir y operar desde el área asistencial a través del planteo de propuestas de intervención a niveles de conducción superior, medio, inferior y dirigidas al personal de ejecución, en base a modelos de abordaje neurocognitivos. Desde esta perspectiva, la solución ante esta problemática estaría orientada a un abordaje institucional, complementando medidas dirigidas a lo individual. Agradecimientos Es nuestra intención agradecer muy especialmente a aquellos que colaboraron con nosotros en el marco de un clima de cordialidad y participación que ha facilitado nuestra tarea. Referencias bibliográficas 1. Bergen P, Fischer P. Stress, Burnout and trauma in health care. When working hurts. Nurs BC. 2003 Dec; 35(5): 12-5 2. Prag PW. Stress, Burnout and social support: a review and call for research. Air Med J. 2003 Sep-Oct; 22(5): 18-22. 3. Freudenberger H. Staff Burnout. J of Social Issues. 1974; 30: 159-165 4. Maslach C. Burnout: the cost of caring. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall 1982 5. Greenglass ER. Hospital restructuring and Burnout. J Health Hum Serv Adm. 2002 Summer; 25(1): 89-114. 6. Maslach C, Jackson SE, Leiter MP. MBI Manual, Third Edition. Psychology Press 1993 7. Thorensen G, Kaplan D. The affective underpinnings of job perceptions and attitudes: a meta-analytic review and integration. Psychol Bull. 2003 Nov; 129(6): 914-45. Review. 107 EMERGENCIA 9 Actualización bibliográfica Emergencias y urgencias convulsivas en adultos: diagnóstico y terapéutica agudos basados en evidencia Autor y revisor: Dra. Marta Kot.Colaboradores: Dra. Patricia Contreras, Dr. Gonzalo Aguirrebarrena. Centro de Emergentología, Medicina y Cirugía del Trauma.Hospital Juan A. Fernández.Buenos Aires. Argentina. Resumen Objetivos El propósito de esta búsqueda y análisis bibliográfico es revisar el manejo de las convulsiones y del status epiléptico como una situación de emergencia, basado en la evidencia médica disponible –con especial énfasis en sus tiempos y formas. Se han diseñado tablas y algoritmos para identificar y considerar los principales aspectos del uso racional y eficaz de las medidas diagnósticas y terapéuticas. Material y métodos La estrategia de revisión bibliográfica ha incluido artículos, revisiones, guías, trabajos de investigación y metaanálisis en revistas, publicaciones de Internet y libros relevantes, desde el año 1997 hasta junio de 2003. Se recopilaron 77 referencias bibliográficas que proveen niveles I y II de evidencia médica de las siguientes bases de datos electrónicas (palabras clave de búsqueda: convulsiones, epilepsia, status epiléptico, anticonvulsivantes, emergencias neurológicas): MEDLINE (1997-2003); PUBMED (1998-2003); MEDSCAPE (1997-2003); MDCONSULT (1998-2003); OVID (1998-2003); COCHRANE (1998-2003); MICROMEDEX (2001-2003); UP TO DATE (2002); CIAP CLININFO (2001-2003) Se analizaron y consideraron 14 estudios clínicos, 12 metaanálisis, 23 revisiones, 22 artículos y 6 libros, que proporcionaron información con niveles I y II de evidencia médica. Epileptogénesis y neuroprotección Las convulsiones son síntomas de disfunción cerebral temporaria resultante de la excesiva descarga de un grupo de neuronas hiperexcitables. La mayoría de las convulsiones se originan en descargas generadas en estructuras corticales e hipocámpicas, aunque también participan otras estructuras. La expresión clínica depende del origen, tiempos de evolución y propagación. No toda convulsión es epilepsia –que se define como una enfermedad progresiva con recurrencia de al menos dos convulsiones–, ni toda convulsión genera una descarga motora. Una convulsión es un síntoma. El tratamiento disponible al momento es sólo de carácter sintomático: las drogas anticonvulsivantes no han demostrado capacidad para modificar la evolución de la epilepsia ni el desarrollo de convulsiones intratables, pero sí inciden en el 10 107 EMERGENCIA acortamiento de su duración y en la limitación de su generalización –al prevenir en parte el daño inducido por las convulsiones recurrentes. Convulsiones y epilepsia posteriores a injuria cerebral Las convulsiones y la epilepsia son secuelas comunes de injurias cerebrales, siendo los factores de riesgo más frecuentes la enfermedad cerebrovascular (21%), los tumores cerebrales (11%) y la injuria cerebral traumática (7%). Las convulsiones agudas sintomáticas configuran uno de los marcadores de la severidad de la injuria –cuyo período de latencia es variable– que ofrecería una ventana terapéutica para la prevención de la epilepsia y de las convulsiones no provocadas; sin embargo, la administración de las drogas anticonvulsivantes disponibles, con posterioridad a la injuria cerebral, no permite prevenir la epilepsia tardía. La incidencia acumulativa de convulsiones a los 74 años de edad es del 10%, y la etiología sintomática corresponde al 30-49% de los casos. Podría establecerse una clasificación de tipos de convulsiones con implicancias diagnósticas y terapéuticas, a partir de su asociación con potenciales factores epileptogénicos:1 • Convulsiones sintomáticas agudas o tempranas: las convulsiones agudas postinjuria, de 1-2 semanas son un epifenómeno de la injuria cerebral o marcador de severidad de la injuria. Es posible suprimirlas a corto plazo con medicación anticonvulsivante profiláctica, pero ello no altera la incidencia de la epilepsia tardía. Las convulsiones tempranas constituyen un fuerte predictor de epilepsia tardía, pero no un factor claramente independiente de la severidad de la injuria. • Convulsión tardía, no provocada o remota, sintomática: única, posterior a la injuria, con semanas, meses o años de latencia. En pacientes con injuria remota, el riesgo de recurrencia de convulsión después de una convulsión tardía es de aproximadamente el 80%. • Epilepsia sintomática remota: es recurrente tardía, con factor remoto diagnosticado, reconocido como epileptogénico. Evaluación de las convulsiones como emergencia neurológica Las convulsiones son emergencias neurológicas que requie- ren un tratamiento eficaz basado en un diagnóstico adecuado y precoz, en especial del status epiléptico, tanto de sus formas convulsivas como no convulsivas. Se recomienda proceder según las prioridades del sostén vital, incluyendo la seguridad del personal asistencial, evitando injurias secundarias. Como proceso inicial ante un paciente con convulsiones pueden plantearse tres pasos:2 1. Determinar si el evento es una convulsión. Existen una serie de trastornos neurológicos y psiquiátricos que pueden aparentar convulsiones: pseudoconvulsiones, mioclonías, atetosis, corea, temblores, decorticación, descerebración, distonías, etc. Los pacientes con convulsiones previas pueden presentar eventos no convulsivos; aproximadamente el 20% de los pacientes con pseudoconvulsiones presentan también epilepsia. Asimismo, pueden darse convulsiones parciales de origen frontal, con movimientos pélvicos atípicos, descriptos como pseudoconvulsiones, y electroencefalograma (EEG) de corteza normales. La Tabla 1 muestra elementos de orientación general para el diagnóstico diferencial. 2. Identificar los precipitantes agudos. La etiopatogenia de las convulsiones sintomáticas depende de su incidencia por tramos de edad, de enfermedades subyacentes y de enfermedades endémicas: • 5-15 años: infección en sistema nervioso central (SNC), trauma encéfalocraneano (TEC). • 15-35 años: TEC; en mujer joven: eclampsia. • 35-64 años: abstinencia alcohólica, tumores SNC, stroke, TEC. • >65 años: stroke, tóxicas, metabólicas. 3. Identificar los precipitantes remotos o condiciones crónicas predisponentes a convulsiones. Los precipitantes remotos más frecuentes que inciden son los congénitos, los idiopáticos y el stroke, especialmente según la edad: • 15-34 años: congénitas, injurias SNC previas. • 35-64 años: eventos cerebrovasculares previos, TEC, tumores. • >65 años: enfermedad cerebrovascular, trastornos degenerativos, TEC, tumores. neas para enfermedades sistémicas. La falta de recuperación requiere diagnósticos diferenciales, sugiriendo el foco neurológico una posible lesión focal. La ausencia de datos confiables acerca de la historia clínica del paciente obliga a encarar al evento como primera convulsión, con especial consideración a la exposición a tóxicos, TEC y complicaciones de enfermedades médicas.3,4,5 Se recomiendan los siguientes métodos complementarios: • Hemograma: la leucocitosis puede ser adjudicada a la misma convulsión. • Bioquímica: glucemia, iones (Na, K, Ca, Mg), función renal, hepatograma. • Carboxihemoglobina. • Test de embarazo: mujeres en edad fértil. • Tests toxicológicos: sospecha de abuso de drogas o intoxicaciones. • Punción lumbar y análisis de líquido cefalorraquídeo (LCR): indicada en sospecha de hemorragia subaracnoidea (HSA) o meningitis, precedida siempre por tomografía axial computada (TAC) del encéfalo. • Electroencefalograma (EEG): para el diagnóstico del patrón –especialmente en convulsiones de causa no conocida– cuya definida utilidad se da únicamente en la emergencia, para un diagnóstico diferencial entre el status no convulsivo y el síndrome postictal. Primera convulsión en adultos Como premisa básica, la primera convulsión en adultos no debe asumirse como idiopática: siempre se deben evaluar las causas reactivas (médicas, tóxicas) y neurológicas. La evaluación de los signos clínicos debe estar orientada por la fiebre –son esperables registros febriles posteriores a la convulsión, pero se debe sospechar una infección del SNC o sistémica–; por la persistencia de taquipnea, taquicardia o alteración de la tensión arterial, que sugieren la posibilidad de exposición a tóxicos, hipoxia, lesión de SNC; signos de injurias asociadas a la convulsión y al TEC, rigidez de nuca, estigmas de abuso de drogas, adenopatías y lesiones cutá- Tabla 1. Diagnóstico diferencial entre convulsiones y pseudoconvulsiones 107 EMERGENCIA 11 Tabla 2. Indicaciones de TAC encéfalo en paciente con convulsión en emergencia • Dosaje de drogas anticonvulsivantes: indicado con tratamiento anticonvulsivante previo. • Electrocardiograma (ECG): QT prolongado en pacientes que presentan convulsiones por primera vez. • Neuroimágenes: existen controversias con respecto a indicaciones, tipos de estudio y tiempos de realización. Algoritmo 1 12 107 EMERGENCIA • TAC: No debe ser indicada en forma rutinaria en situaciones de emergencia en convulsión, en ausencia de déficit focal o mental; en el 35% de los pacientes en departamentos de urgencias con nuevo comienzo de convulsión, es posible demostrar una patología estructural (9,3% con lesiones agudas), motivo por el cual se sugiere un uso más liberal de la TAC ya que posee baja sensibilidad para el diagnóstico de determinadas lesiones (hipocampo, displasias corticales, MAV cavernosas). • Resonancia magnética nuclear (RMN): indicada en todo paciente mayor de 18 años y en niños con desarrollo o examen físico anormal, así como en tipos de convulsiones asociadas con formas sintomáticas. La Tabla 2 muestra las indicaciones de TAC encéfalo en paciente con convulsión en emergencia: El 25% de los pacientes que consultan por una primera convulsión desarrollan epilepsia, pero es cuestionable la necesidad de tratamiento anticonvulsivante prolongado, debido a que el mismo reduce la recurrencia al 30%, comparada con el 42% sin tratamiento. No existe evidencia de que el tratamiento altere el pronóstico de la epilepsia; por lo tanto, en la mayoría de los pacientes es razonable diferir el tratamiento hasta la segunda convulsión; el tratamiento debe ser individualizado. 6 No se debe considerar la administración de anticonvulsivantes prolongados en los siguientes casos: • Desorden metabólico desencadenante corregido; • Convulsión tónico-clónica única, no explicada con examen neurológico. • EEG y RMN normal (70% de probabilidad de no recurrencia).6 En el caso de administrar tratamiento farmacológico para suprimir la convulsión sintomática, no se requiere tratamiento prolongado después de la recuperación. El tratamiento debe estar orientado por la patología subyacente y la desencadenante. Los pacientes con HIV tienen una incidencia de nuevas convulsiones del 11-17%, predominantemente a consecuencia de infecciones oportunistas: considerando las interacciones medicamentosas y las disfunciones orgánicas que modifican la farmacocinética de los fármacos, se recomienda iniciar la terapia anticonvulsivante después de la primera convulsión.7 sión o mal cumplimiento (Tablas 3 y 4).1,5,8-15 Los anticonvulsivantes reducen en un 4050% el riesgo de convulsiones durante la primera semana del postoperatorio neuroquirúrgico, pero su eficacia no ha sido probada después de este lapso; no reducen el riesgo de convulsiones tardías postneurocirugía ni en pacientes con diagnóstico reciente de tumor encefálico. (Tablas 5 y 6). La incidencia global de convulsiones en la HSA aneurismática es del 5,4% en un período de aproximadamente 2 años, con predominio de convulsiones tempranas. 10 Existen estudios que no hallaron evoluTabla 3. Riesgo de convulsiones post injuria traumática encefálica. ción a epilepsia en pacientes que presentaron convulsiones tempranas; por lo tanto, la medicación anticonvulsivante, en la mayoría de los pacientes con aneurismas intracraneanos, se restringe al período perioperatorio inmediato. 16 En la hemorragia intracerebral supratentorial espontánea, existe un 8,1% de riesgo de convulsiones en 30 días: los predictores de riesgo para convulsiones inmediatas y tempranas son la localización lobar y el antecedente de alcoholismo, que increTabla 4. Recomendaciones para profilaxis con drogas antiepilépticas para adultos con TEC severo.14 mentan el riesgo de SE. En este caso, un breve período de terapia anticonvulsivante en fase aguda reduce el riesgo de convulsiones en la heRiesgo de recurrencia de convulsiones e morragia lobar.2,17 indicaciones de profilaxis anticonvulsivante Como se definió antes, el diagnóstico de epilepsia involucra la recurrencia de al menos dos convulsiones no provocadas. Toda decisión de tratamiento anticonvulsivante prolongado debe considerar la relación costo-beneficio entre la probabilidad de recurrencia de las convulsiones y la eficacia, efectos adversos e interacciones farmacológicas. La probabilidad de recurrencia varía según el número de eventos convulsivos no provocados y el tipo de precipitante: agudo o remoto. (Algoritmo 1). La recurrencia en 5 años después de una primera convulsión no provocada es del 33-35%, siendo la recurrencia después de la segunda y tercera convulsión del 73% y 76%, respectivamente; pero la prescripción de anticonvulsivantes después del primer episodio no modifica la evolución. La actividad convulsiva en fase temprana del TEC es causal de injuria secundaria. La probabilidad de presentar convulsiones en el TEC depende de la severidad, tipo de lesiones y edad (>65 años). El tratamiento profiláctico anticonvulsivante en el TEC no reduce el riesgo de las convulsiones tardías, sino de las tempranas (RR disminuido 0,34); demuestra cierta tendencia a la peor evolución, tal vez asociada a efectos adversos y riesgo de convulsiones por suspen- Tabla 5. Recomendaciones de profilaxis anticonvulsivante en neurocirugía.18 Tabla 6. Recomendaciones para profilaxis anticonvulsivante primaria de tumores cerebrales.19,20 107 EMERGENCIA 13 Tabla 7. Criterios diagnósticos de SE. 22,2 Status epiléptico El status epiléptico (SE) es una emergencia médica y neurológica asociada con morbi-mortalidad per se (7-10% en adultos) y de las patologías subyacentes; 2/3 de los casos presentan una causa aguda precipitante, pero en más del Tabla 8. Ventajas del Lorazepam como droga de primera elección en el tratamiento del SE.24 50% no tienen antecedentes de epilepsia y en un 10% es la primera manifestación de epilepsia. El 15 % de los pacientes con epilepsia presenta en algún momento uno o más episodios de SE. Los objetivos terapéuticos en el SE deben centrarse en: medidas básicas de soporte vital, eliminación eficaz de la actividad convulsiva, identificación y tratamiento de los de-sencadenantes y enfermedades agudas sub-yacentes, asumiendo un alto índice de sospecha para diagnosticar formas no con-vulsivas. (Tablas 7, 8, 9, 10, 11 y Algoritmo 2). Tratamiento del SE Tabla 9. Tratamiento prehospitalario y durante el transporte del SE.22 Se presenta un algoritmo diagnósticotera-péutico basado en evidencias: falta de eficacia de dosis adicionales de DFH y fenobarbital a las benzodiazepinas (BZD) de primera línea; insuficiente diferenciación entre Lorazepam y Fenobarbital; una se-gunda droga adicional al Lorazepam logra entre 3-8% de control del SE; como única droga, el Lorazepam resulta más eficaz que la DFH.21-24 Se define como SE refractario al fallo de anticonvulsivantes de pri-mera línea, BZD y requerimiento de drogas que inducen deterioro del sensorio y soporte vital avanzado. Conclusiones Tabla 10. Tratamiento hospitalario del SE basado en tiempos.15 14 107 EMERGENCIA El tratamiento debe iniciarse con medidas de soporte vital, precauciones de seguridad para el personal de asistencia y una oportuna y racional administración de drogas anticonvulsivantes para cesar la actividad convulsiva, reduciendo los riesgos de morbilidad y de mortalidad. La asistencia de emergencia debe diseñarse de modo de prevenir injurias, mientras que el tratamiento farmacológico debe estar orientado, por un lado en función de su capacidad para limitar los cambios sistémicos Tabla 11. Drogas para el tratamiento del SE refractario en adultos.22,23 Algoritmo 2 107 EMERGENCIA 15 y neurológicos que produce el daño neuronal inducido por las convulsiones y, por el otro, por la relación costo-beneficio. La situación clínica dirige las decisiones. Después del tratamiento inicial, deben buscarse las causas del ataque o status epiléptico, proporcionando información específica para una toma de decisiones óptima basada en la evidencia médica disponible al momento. La situación de los pacientes que acceden al departamento de emergencias probablemente deba asumirse como status epiléptico, por lo que sería recomendable un alto índice de sospecha para su diagnóstico diferencial. after traumatic brain injuries. The New England Journal of Medicine 1998; 1. 11. Mazzini L, Cossa F. Posttraumatic epilepsy: neuroradiologic and neuropsychological assessment of long-term outcome. Epilepsia: ILAE 2003; 44(4); 569–574. 12. Review: Prophylactic antiepileptic drugs reduce early seizure after head injury but not death or neurological disability. Evidence-Based Medicine 1998; Volume 3; 137. American College of Physicians - American Society of Internal Medicine. 13. Schierhout G, Roberts I. Anti-epileptic drugs for preventing seizures following acute traumatic brain injury. The Cochrane Database of Systematic Reviews 2003; (1). Summary Treatment must begin with life support, assistants safety, and timing and rational administration of effective anticonvulsant drugs to terminate the seizure activity and to reduce the risks of morbidity and mortality. Emergency care must be designed to prevent injury, whereas drug treatment is guided by its ability to limit the systemic and neurological changes from seizure-induced neuronal damage and by the cost-benefit relationship. The clinical situation must drive decisions. After initial treatment, the cause of seizures or status epilepticus must be sought for, providing accurate information to the medical team decisions. Probably patients arriving at the emergency department with seizures must be treated on the assumption they are in status epilepticus; therefore it should be recommended to hold a high suspicion index in a differential diagnosis. Referencias bibliográficas 1. Herman ST. Epilepsy after brain insult. targeting epileptogenesis. Neurology 2002; 59: S21-S26 2. Neurologic Clinics - Neurologic Emergencies 1998:16:2, 237553. 3. Rosen's Emergency Medicine: Concepts and Clinical Practice, 4th ed. 1998 4. Bradford JC, Kyriakedes CG. Evaluation of the patient with seizures: an evidence based approach. Emerg Med Clin North Am. 1999 Feb; 17(1): 203-20. 5. Willmore L. Epilepsy emergencies: The first seizure and status epilepticus. Neurology 1998; 5. 6. Hauser W, Rich S. Risk of recurrent seizures after two unprovoked seizures. The New England Journal of Medicine 1998; 7. 7. Romanelli F, Jennings H. The use of anticonvulsants in HIVpositive individuals. Views and Reviews. Neurology 2000; 7. 8. O'Dell C, Shinnar S. Epilepsy. Initiation and discontinuation of antiepileptic drugs. Neurologic Clinics 2001; 2. 9. Temkin N. Antiepileptogenesis and seizure prevention trials with antiepileptic drugs: meta-analysis of controlled trials. Epilepsia: ILAE 2001; 42(4); 515-524. 10. Annegers J, Hauser W. A population-based study of seizures 16 107 EMERGENCIA 14. Chang B, Lowenstein D. Practice parameter: antiepileptic drug prophylaxis in severe traumatic brain injury. Report of the Quality Standards Subcommittee of the American Academy of Neurology. Neurology 2003; 60(1); 10-16. 15. Pedley T, Bazil C. Epilepsy. Chapter 140. Merritt’s Neurology 2000. 16. Baker C, Prestigiacomo C. Short-term perioperative anticonvulsant prophylaxis for the surgical treatment of low-risk patients with intracranial aneurysms. Neurosurgery 1995; 37: 863-871. 17. Passero S, Rocchi R. Seizures after spontaneous supratentorial intracerebral hemorrhage. Epilepsia: ILAE 2002; 43(10), 1175–1180. 18. Temkin N. Prophylactic anticonvulsants after neurosurgery. Current Review 2002; 2(4), 105–107 19. Glantz MJ, Cole BF. Practice parameter: Anticonvulsant prophylaxis in patients with newly diagnosed brain tumors. Special Article Neurology. 2000; 54(10): 1886-93. 20. Arnold S, Patchell R. Diagnosis and management of brain metastases. Hematology/oncology Clinics of North America 2001; 15(6). 21. Alldredge B, Gelb A. A comparison of Lorazepam, Diazepam, and placebo for the treatment of out-of-hospital status epilepticus. Annals of Emergency Medicine 2002; 40(4). 22. Smith B. Epilepsy: treatment of status epilepticus. Neurologic Clinics 2001. 19(2). 23. Bassin S, Smith T. Clinical review: status epilepticus. Critical Care 2002; 6(2): 137-142. 24. 4 Anticonvulsant drug regimens had similar efficacies for generalized convulsive status epilepticus. Evidence-based Medicine 1999; 130; 4: 46. (Para el texto y referencias bibliográficas completas de esta revisión solicitar por mail:martabeatrizk@swissinfo.org) Ecos del Congreso de Emergencias Médicas de la Ciudad de Buenos Aires Traumatismo encéfalocraneano Dr. Juan Franco Gruarin, Jefe de Guardia, Hospital Pirovano La patología traumática es la tercera causa de muerte en la población general, después de las enfermedades vasculares y neoplásicas. El traumatismo de cráneo es la causa de mayor morbilidad y mortalidad del politraumatizado, y constituye la principal causa de muerte en adultos jóvenes menores de 40 años de edad. Estas lesiones traumáticas –intencionales o no– provocadas por la exposición brusca a una fuente de energía, pueden ser frecuentemente previsibles y, en otros casos, prevenibles. Las causas más frecuentes, que suman el 72%, son: • Accidentes de tránsito (40%) • Accidentes laborales (15%) • Accidentes domésticos (12%) • Accidentes deportivos (5%) El resto de las causas (28%) incluyen accidentes escolares y suicidios, homicidios etc. Los factores sociales, psicológicos, ambientales u orgánicos son, tomados individualmente o en conjunto, en gran parte prevenibles. En la patología traumática se produce una transferencia de energía cinética al cráneo, en formas diversas, que provoca diferentes consecuencias anatómicas, biomecánicas o dinámicas en partes blandas, óseas o intracraneanas. Atención prehospitalaria La asistencia en el sitio del accidente debe considerar tanto al paciente como al accidente en sí, ya que del mecanismo de este último se puede extraer valiosa información referente a los daños que puede presentar el enfermo. Existen múltiples métodos y escalas que se utilizan para estandarizar y uniformar criterios de atención en el lugar del hecho o etapa prehospitalaria, así como para priorizar la atención y traslado de los enfermos cuando son víctimas múltiples. No obstante, es de utilidad contar con la siguiente información esencial de los traumatizados: • Edad del paciente • Mecanismos de la lesión • Estado respiratorio y circulatorio • Examen neurológico, lesiones asociadas no neurológicas El rol del neurocirujano no se ejerce en la ambulancia, sino que comienza en la etapa hospitalaria, dentro de un equipo multidisciplinario de trauma; no obstante, el neurocirujano debe estar al corriente de los métodos de atención en el campo (lugar del accidente), así como también de los mecanismos íntimos del accidente. En el trauma, la energía cinética descargada sobre el paciente es la que determina la producción de lesiones. La energía cinética, que se calcula por la fórmula: Ec=1/2 m.v2, es igual a la mitad del producto de la masa (m) por el cua- drado de la velocidad (v). Por lo tanto, la velocidad, que es el elemento independiente más importante para determinar la energía cinética responsable de los daños del paciente, debe ser evaluada en el lugar del hecho. Tanto la aceleración como la desaceleración producen lesiones que pueden sospecharse a partir de los mecanismos del accidente; por ejemplo: contusiones cerebrales por contragolpe y lesiones cervicales por latigazo. También deben conocerse otros datos como el empleo o no de casco protector y de cinturón de seguridad. En la atención inicial prehospitalaria del paciente, el protocolo de evaluación y tratamiento ABCDE es bien conocido por todos (Figura 1) . Es de hacer notar que recién en el cuarto paso (disability) se obtiene alguna información específica del sistema nervioso. No obstante, un examen rápido nos revela el nivel de conciencia del enfermo mientras se coloca el collar cervical y se realizan las maniobras para concretar las pautas del “ABCDE”. El resto de los ítems representa la concreción de las pautas ABCDE (vía aérea, control de las hemorragias, exposición etc.) El neurocirujano, si bien no actúa en la etapa prehospitalaria, debe conocer estas pautas y hacerlas cumplir para lograr una adecuada ventilación y perfusión del tejido nervioso. El oxígeno y la glucosa son vitales; a menudo, la lesión cerebral por hipoxia o isquemia puede ocasionar más daños que el traumatismo en sí. Traumatismo encéfalocraneano Ya en el hospital, las primeras medidas deben completar las prehospitalarias y, paralelamente, el equipo multidiscipli- Figura 1. Pautas y secuencias de la atención prehospitalaria. 107 EMERGENCIA 17 nario debe realizar el examen del enfermo, así como los estudios iniciales. El collar debe ser mantenido hasta que el examen radiológico descarte la existencia de lesión en la columna cervical. El examen neurológico debe actualizarse y ser completo. En los traumatismos con signos de fractura de la base del cráneo, es necesario tener en cuenta las contraindicaciones a la colocación de una sonda nasogástrica. El primer elemento de decisión en un paciente con traumatismo encéfalocraneano (TEC) es el score que resulta de la aplicación de la Escala de Coma de Glasgow (GCS), que se indica en la Figura 2. Si el GCS resulta menor o igual a 14, el enfermo deberá ser tomografiado; si resulta menor o igual a 12, deberá realizarse una tomografía axial computada (TAC) de emergencia. Existen otros criterios para definir la realización de una TAC urgente: • GCS igual o menor a 12 • Signos de foco neurológico deficitario o irritativo • Fractura del cráneo • Deterioro progresivo del sensorio • TEC abierto (heridas penetrantes, fístula de líquido céfalo raquídeo (LCR), exposición de masa encefálica, pneumoencéfalo) Obsérvese que el criterio ¨fractura del cráneo¨ implica que la correspondiente placa radiográfica simple ya ha sido realizada. Si bien la utilidad de la misma es muy discutida, en particular en los traumatismos banales, es frecuentemente orientadora, constituyendo también un documento legal. Las imágenes de la TAC son tan demostrativas y útiles para esta patología, que en neurotraumatología se puede hablar de una etapa pretomográfica y de otra con tomografía. Las lesiones visualizables en las imágenes de la TAC son: • Fractura del cráneo • Hundimiento del cráneo • Hematoma extradural • Hematoma subdural • Contusión cerebral • Hematoma intracerebral • Hidrocefalia • Pneumoencéfalo • Hemorragia subaracnoidea • Hemorragia intraventricular • Esquirlas y cuerpos extraños • Edema cerebral • Infarto cerebral • Velamiento de los senos paranasales En cuanto al monitoreo de la presión intracraneana (PIC) existen criterios claros para su utilización: • TEC grave con GCS menor o igual a 8 y TAC anormal, o con TAC normal en pacientes con postura de decorticación o descerebración • En el postoperatorio de la evacuación de una masa ocupante por hematomas o contusiones 18 107 EMERGENCIA Figura 2. Escala de coma de Glasgow • En pacientes con medicación psicotrópica Finalmente, cuando el TEC no es tan severo desde el inicio, adquiere importancia el control evolutivo en observación, para descartar o tratar a tiempo un hematoma intracraneano en desarrollo. Se considera de utilidad tomar como guía en la urgencia la hoja de ruta de traumatismos craneoencefálicos (Figura 3). Heridas penetrantes craneoencefálicas Los traumatismos de cráneo se pueden clasificar en abiertos y cerrados. Una forma especial de trauma abierto es el traumatismo penetrante. Figura 3. Traumatismo craneocefálico:hoja de ruta El traumatismo penetrante implica la efracción de la envoltura dural por el agente agresor que entra en contacto con el contenido craneal. La energía cinética, según lo ya señalado, se calcula por la fórmula: Ec = 1/2 m.v 2, (m = masa; v = velocidad). Esta relación cuadrática hace que la velocidad, en mucha mayor medida que la masa, sea determinante en la génesis de la energía cinética. De esta energía cinética dependerá a su vez el daño infligido al sujeto. El trauma penetrante puede clasificarse también en heridas de alta y baja energía cinética, por razones didácticas y de fisiopatología. Heridas de alta energía cinética: heridas de bala en cráneo Las heridas producidas por balas de armas de fuego son el paradigma de las heridas penetrantes en cráneo y representan el mayor porcentaje de casos relacionados con el aumento de la violencia social en la Figura 4. Proyectiles de diversas formas y distintos calibres. vida cotidiana. Todas ellas corresponden a injuria provocada por la alta energía cinética del proyectil que penetra en el cráneo. Los restantes casos –de menor violencia y delincuencia creciente de la sociedad urbana. ocurrencia, dada la elevada resistencia mecánica del cráLas heridas por intento de suicidio se incrementan por la neo– son las provocadas por cuchillos, astillas de madera, mayor expectativa de vida y las condiciones sociales, lápices, agujas, alambres, remaches a pistola, taladros, etc.; económicas y psicoafectivas. Los accidentes en el manejo estos casos son más frecuentes en pediatría, debido a la de armas de fuego son menos habituales, pero deben presencia de las fontanelas, diástasis de las suturas y a la tomarse en cuenta, porque, desgraciadamente, las víctimas menor resistencia ósea. suelen ser niños, adolescentes o personas totalmente ajenas al manejo habitual del arma. Etiología Las heridas de bala en cráneo son una forma de agresión Fisiopatogenia que puede darse en la vida civil o en la guerra, con difeDentro de las lesiones traumáticas primarias, las heridas de rencias esenciales. Es importante resumir someramente las bala pueden producir todos los tipos de lesión: conmoción, diferencias entre las dos situaciones, en la medida en que contusión, laceración y lesión axonal difusa. Además, prolas mayores series publicadas de heridas de proyectil en ducen lesiones secundarias debidas a isquemia, hematomas cráneo pertenecen al ámbito bélico (por ejemplo, las guery edema, que deben ser consideradas. A la obvia agresión ras de Vietnam, Irán-Irak de los ’80) y sus resultados no son mecánica que produce la penetración del proyectil, se absolutamente extrapolables a las heridas de bala que ocudeben sumar dos efectos fundamentales (Figura 5): rren en la vida civil. • Onda expansiva o de choque: formación de una onda por Las balas se diferencian según su calibre, composición, delante de la bala, que se trasmite al parénquima. encamisado, forma etc. (Figura 4), pero lo determinante en • Cavitación: formación de una cavidad “al vacío” por las injurias es la velocidad. Así, en función de este detrás del trayecto del proyectil, que es ocupada por tejido parámetro, estos proyectiles se clasifican como de alta y sangre. velocidad (>800 metros/segundo) y de baja velocidad (<800 La onda expansiva produce lesión por delante del trayecto metros/segundo), o bien en supersónicos (>340 metros y se extiende más allá del recorrido verificable del proyec/segundo) o subsónicos (<340 metros/segundo). til. Las heridas de guerra suelen deberse a esquirlas o proyecEs también la responsable de que el daño en el orificio de tiles de alta velocidad, muchos de ellos supersónicos. Por salida sea en general mucho mayor que en el de entrada otro lado, se dan los desfasajes temporales entre la ocur(Figura 6). rencia de la herida y la atención médica; en situaciones de La onda expansiva puede ocasionar lesiones cerebrales aún triage, es posible que los heridos de bala en cráneo no cuando la bala no haya penetrado en el cráneo. Es imporsiempre tengan prioridad. En contraste, las heridas de bala tante señalar que muchas de las observaciones de la clínica en el ámbito civil suelen ser ocasionadas por proyectiles neurológica inicial puede deberse a una conmoción prosubsónicos, teniendo los pacientes acceso a una atención ducida por efecto de la onda expansiva, que puede mejomédica más rápida. rar posteriormente; ello incluye apnea transitoria, que ha Las tres circunstancias en que ocurren las heridas por bala sido bien demostrada en modelos animales. en la población civil son por agresiones, suicidios o acciDebe considerarse también la violenta aceleración rotadentes. Las agresiones van en aumento, como señal de la cional de la cabeza al recibir el disparo, la posibilidad de 107 EMERGENCIA 19 Figura 5. Proyectil primario, secundario, onda expansiva y cavitación. 1) orificio de entrada de la bala y proyectiles secundarios óseos. 2) balística con la onda de choque expansiva.3) balística interna con cavidad transitoria por la onda de choque positiva y formación del orificio de salida. 4) y 5) cavitación por onda negativa detrás del proyectil y decolamiento del cuero cabelludo por la onda positiva de la bala.6) resolución de la cavidad temporaria por la definitiva. Figura 6. Signo del cono truncado invertido de Bonnet. A .O rificio de entrada tabla externa. B. tabla interna. C. Orificio de salida tabla interna. D. tabla externa. Figura 7. Proyectil de baja velocidad, perforante Orificio de entrada temporal y de salida parietal: la bala queda subcutánea.El orificio de entrada es menor al orificio de salida. Figura 8. Proyectil de alta velocidad, perforante Orificio de entrada temporal con orificio de salida parietal provocando el estallido de la calota craneana. trauma cerrado al caer, etc. El hueso fracturado por el proyectil también puede penetrar la cavidad craneana, así como pelos, pedazos de tela, fragmentos de casco, etc. Se trata de “proyectiles secundarios”, que aumentan y potencian el daño original del proyectil metálico, e incrementan además el riesgo de infección. Se debe tener presente que el proyectil puede rebotar contra la superficie interior del cráneo, labrándose así varios trayectos en el encéfalo. Como fuera señalado más arriba, el factor determinante en las injurias es la velocidad (Figuras 7 y 8) . Las heridas de bala pueden clasificarse en no penetrantes, tangenciales, penetrantes, perforantes y transorificiales, según sea el ingreso, la trayectoria y el destino del proyectil en relación con el cráneo –a semejanza de una esfera con orificios naturales (agujero occipital, conducto óptico etc.). Clínica El cuadro neurológico es muy variable: va desde la muerte cerebral, hasta la ausencia de alteraciones en el examen neurológico. Obviamente, ello dependerá de la topografía y extensión del parénquima lesionado y, también de la existencia o no de lesiones traumáticas secundarias. Localmente, el orificio de entrada, en general más pequeño que el de salida, constituye la evidencia de una herida de bala, que puede presentar quemadura periorificial e impregnación de pólvora, según la distancia a la que fue realizado el disparo (Figura 9). Si bien no es frecuente, existen casos de “balas perdidas” en las que el proyectil se halló recién al hacer las radiografías simples, estando el orificio de entrada oculto por el cabello o por el ingreso del proyectil en orificios naturales; también 20 107 EMERGENCIA debe considerarse, en otros casos, el ocultamiento de información por parte de familiares o allegados del paciente. El orificio de salida, habitualmente mayor que el de entrada, frecuentemente es sangrante y anfractuoso, con exposi- mejor que en otras combinaciones de lóbulos afectados. En pacientes que evidencian un GCS de 5-8/15, (post RCP), se debe realizar la TAC y operar al paciente para evacuar hematomas, aspirar tejido lacerado, extirpar cuerpos extraños y realizar la toilette de la herida. En los casos en los que la herida no sea abordable (paladar), se efectuará la evacuación de hematomas y la toilette de los orificios de salida, si los hubiese. En pacientes con un GCS más elevado, se realizará la cirugía de toilette de los orificios, la evacuación de los hematomas que hubiese, la extracción de fragmentos óseos y del proyectil –si éstos son accesibles– y la resección de la piel periorificial. Aspectos médicos Antibióticos: se utiliza en general ceftazidima-vancomicina. Anticomiciales: se administran durante las primeras semanas. Su uso más alejado está en discusión; por lo cual no existen evidencias concluyentes al respecto. Figura 9. Orificio de entrada con quemadura cutánea y pólvora ción de tejido cerebral, esquirlas óseas, etc. En los pacientes más graves, si las funciones vitales están comprometidas, debe procederse a la resucitación cardiopulmonar (RCP). Esto, por lo dicho más arriba, es importantísimo, ya que el GCS de ingreso puede ser engañosamente bajo. En los enfermos graves, desde su ingreso, deben tomarse decisiones con el GCS postreanimación. El enfermo debe ser revisado (inspección corporal total) en búsqueda de otras lesiones u otras heridas de bala. El método complementario de elección es la TAC, aunque también son útiles las radiografías simples y, en ciertos casos, la angiografía. La TAC se debe realizar en todos los casos, aún en los enfermos más graves. En los casos con GCS menor de 5, se realiza una toilette simple de las heridas, dado el mal pronóstico y la probabilidad de efectuarse la donación de órganos. Si aparece un hematoma, se lo evacua únicamente si el proyectil no ha interesado estructuras centroencefálicas o del tallo cerebral. Constituyen indicadores de mal pronóstico: dificultad respiratoria, GCS postreanimación bajo, pupilas fijas y dilatadas, coagulopatía, edad avanzada, heridas perforantes e hipertensión endocraneana (HE). En la TAC, son de peor pronóstico la presencia de signos de HE, velamiento de las cisternas de la base, hemorragias subaracnoideas, hemoventrículo, lesiones multilobares y bihemisféricas; respecto de estas últimas, en un subgrupo de pacientes con lesiones circunscriptas a los dos lóbulos frontales, el pronóstico pareció ser Examenes complementarios La TAC es de elección como examen complementario. La radiografía simple es utilizada en forma regular, ya que en ella el proyectil puede visualizarse mejor que en el escanograma, y permite interpretar mejor la trayectoria (balística interna del proyectil). La angiografía está reservada a los pacientes en los que se infiere daño potencial a un vaso mayor (carótida intracraneana, polígono de Willis, basilar) a partir de la interpretación de la balística; este estudio generalmente se realiza en forma diferida. Consideraciones quirúrgicas Los objetivos quirúrgicos son: evacuar hematomas, esquirlas óseas, fragmentos de proyectil, cuerpos extraños, etc. que sean accesibles, y reconstruir de la mejor forma posible las envolturas del cerebro. La reconstrucción plástica dural es crítica y prioritaria para la prevención de la fístula de LCR. Además, los senos óseos involucrados deben ser tratados. Ello puede abordarse con colgajo de cuero cabelludo, por la herida, o bien circunscribiéndola con una incisión regular y labrando una plaqueta o ampliando el orificio a gubia. Ello dependerá de cada caso en particular, de los medios disponibles y de las circunstancias. No debe realizarse a ultranza la exéresis total del tejido necrótico, y menos del proyectil, ya que ello lesiona más el cerebro. En general, es preferible aspirar el tejido cerebral que espontáneamente se ofrece, “lo que viene”: emplear espátula de 10 a 15 mm de ancho, aspirar con cautela y con frecuentes lavados con suero, lograr una adecuada hemostasia espontánea. Si no es posible hacerlo con coagulación bipolar, manejar en forma muy prudente este cerebro, de por sí muy lesionado. El proyectil se extrae únicamente si 107 EMERGENCIA 21 es accesible, no debiéndose explorar el interior del parénquima cerebral con el objetivo principal de extraerlo. En los pacientes con proyectiles ventriculares, dada la posibilidad de hidrocefalia –infrecuente, pero documentada–, se puede plantear la exéresis por endoscopía o estereotaxia. El proyectil, una vez acantonado en el interior del parénquima cerebral, es bien tolerado, no produce daño considerable; no se asocia con un riesgo significativo de infección, por lo que se evaluará cada caso en particular antes de indicar la extracción. Es recomendable realizar el monitoreo de PIC con el mismo criterio que en el trauma cerrado. Por último, hay que considerar la fístula de LCR, que es frecuente en las heridas por balas. Además del mecanismo directo, la onda expansiva transmitida puede destruir la criba etmoidal o provocar brechas aracnoidales –aún alejadas del trayecto– produciendo rinorreas. La infección es el riesgo principal, en especial si existen fragmentos de la pared de los senos óseos, o bien cuerpos extraños (fragmentos de casco protector, sombreros, etc.). Por lo tanto, se recomienda su extracción, con los recaudos correspondientes. Las fístulas persistentes o recidivantes serán tratadas con las mismas pautas con que son tratadas las fístulas en general. Secuelas A las secuelas neurológicas determinadas por el sitio de la lesión (hemiparesia, afasia, síndrome prefrontal, anosmia, amaurosis, etc.), se agregan: defecto óseo, secuelas psicológicas y epilepsia. Las convulsiones parecen ser poco frecuentes, si es que no se presentan en los primeros 3 años: la probabilidad de desarrollar epilepsia a posteriori es menor al 5%, lo cual debe tenerse en cuenta al medicar anticomiciales como rutina –en especial en ciertas situaciones de intolerancia o de embarazo. Heridas penetrantes de baja energía cinética Estas heridas son mucho menos frecuentes que las heridas de bala, lo cual es de esperar si se tiene en cuenta la función de defensa mecánica que ejerce el cráneo sobre el contenido neural. Por la misma razón, estas heridas ocurren más en niños que en adultos. Etiología Las causas son similares a las anteriores. Los objetos involucrados en nuestra experiencia, así como los mencionados en la literatura, son diversos: cuchillo, taco de billar, clavo, destornillador, alfiler, alambre de púas, remache; incluso existe un caso de intento de suicidio con autoperforación del cráneo con un taladro. Es interesante recordar el caso de Phineas Gage (relatado por Harlow en 1868), quien sufrió una herida penetrante en 1848 por un remache ferroviario y sobrevivió: es el primer caso de estudio de las 22 107 EMERGENCIA secuelas frontales en la medicina moderna. En algunas ocasiones, el elemento agresor en pacientes pediátricos ingresa al endocráneo por las zonas de menos resistencia esquelética (fontanelas, diástasis de suturas, etc.) o craneofaciales (órbita, fosas nasales, etc.) Fisiopatogenia La baja energía cinética –producto de una velocidad mucho menor que la que involucra proyectiles de arma de fuego– limita el daño directo sobre las estructuras craneocerebrales agredidas. El efecto de cavitación y la onda expansiva no se dan con estos objetos. Incluso, debe considerarse que la penetración en el cráneo disipa en gran medida la energía cinética del agente agresor, limitando la magnitud de la lesión. La contaminación y la subsiguiente infección son más frecuentes que con las heridas de bala. En estos casos debe temerse asimismo la lesión vascular. Clínica y manejo médico y quirúrgico El estado neurológico variará según la topografía y extensión de la lesión causada, pero como en general la penetración es menos profunda que con las balas, el enfermo tiene mayores probabilidades de ingresar a la guardia hospitalaria con un GCS alto. Pero si el enfermo presenta deterioros en el sensorio, se debe realizar una TAC de urgencia, para descartar un hematoma intra o extraaxial. No debe extraerse el cuerpo extraño penetrante si el enfermo ingresa con éste. Se extraerá en quirófano, luego de realizados los estudios complementarios adecuados. Se iniciará el diagnóstico por imágenes con placas simples y TAC. En los casos en que el elemento agresor compromete la región selar, pudiendo existir una relación con las arterias del polígono de Willis, es aconsejable la angiografía digital por cateterismo de la circulación cerebral preoperatoria. Se indicarán antibióticos de amplio espectro, antitetánica y anticomiciales. En quirófano, se debe realizar una craneotomía o craniectomía adecuada al sitio de ingreso, extraer el elemento agresor con el cerebro expuesto y disponer en la mesa de instrumentación los instrumentos e insumos que potencialmente podrían ser requeridos. Es indispensable realizar un constante lavado con suero y antiséptico; el resto de los pasos son los de una toilette habitual. Si el enfermo se ha, o le han extraído el elemento agresor, la cirugía se limita a una toilette y a una hemostasia meticulosa, una vez descartadas las complicaciones. Conceptos actuales sobre intoxicación por monóxido de carbono Dras. Mabel Bahrein, Mónica Crocinelli, María Elisa Fernández, María Claudia Keller, Laura Martins. Unidad de Toxicología del Hospital de Niños Pedro de Elizalde Introducción La intoxicación por monóxido de carbono (CO) constituye una verdadera emergencia toxicológica. Su prevalencia en la época invernal y la gravedad potencial de las secuelas neurológicas que ella provoca hacen necesario un manejo adecuado de la misma. Para ello es imprescindible conocer los conceptos actuales de su fisiopatología y de su correcto manejo terapéutico. La biología molecular ha aportado nuevos conceptos que evidencian la capacidad de actuar del CO como un poderoso y dañino neurotransmisor, superando el enfoque terapéutico tradicional acerca de esta intoxicación. El conocimiento y la difusión de los mismos permitirán una intervención oportuna y racional en asistencia y prevención. Mecanismo de acción del monóxido de carbono La intoxicación por CO conduce a la hipoxia y a sus consecuencias a través de diferentes mecanismos: a. Deterioro de la hemoglobina La teoría clásica del envenenamiento por CO era la de “hipoxia de transporte”. En 1985, Haldane demostró por primera vez que el CO se combina con la hemoglobina (Hb) para formar carboxihemoglobina (COHb), con una menor capacidad para transportar oxígeno (O2). La afinidad del CO por el receptor de O2 de la Hb es 240 mayor que para el O2. La ocupación de los sitios de transporte del oxígeno resulta en hipoxia tisular. La estructura molecular de la Hb se caracteriza por ser un tetrámero con cuatro sitios de unión al O2. La fijación del CO a cualquiera de esos sitios, incrementa la afinidad de los receptores por el O2 en los sitios remanentes, provocando dificultad para ceder el O 2 a los tejidos periféricos. Este fenómeno se conoce como “efecto Haldane” y se demuestra gráficamente como una desviación hacia la izquierda de la curva de disociación de la Hb. Experimentalmente se ha demostrado la importancia de los efectos del CO disuelto en el plasma y del rol menor que la formación de COHb tiene en la patogénesis de la intoxicación por CO. b. Deterioro de la mioglobina Químicamente, el CO tiene una afinidad significativa con todas las proteínas que contienen hierro o cobre y que compiten con el oxígeno por los sitios activos. Las metaloproteinas incluyen mioglobina, citocromoxidasa, citocromo p-450 oxidasa y guanilatociclasa. Después de la Hb, la mioglobina es la segunda hemoproteína más abundante, y funciona como un reservorio de O2 a corto plazo. La afinidad de la mioglobina con el CO es 40 veces mayor que con el oxígeno y la curva de disociación de la mioglobina también está desviada a la izquierda en la intoxicación por monóxido de carbono. c. Injuria mitocondrial La interferencia en la respiración celular a nivel mitocondrial ha sido postulada como mecanismo adicional de hipoxia en la intoxicación por CO. La citocromoxidasa es una metaloproteína cuya afinidad con el oxígeno es nueve veces mayor que por el CO; pero en condiciones de hipoxia local e hipotensión, este gas compite con el O2 y ocupa sitios de recepción para el oxígeno. La mayor importancia de este fenómeno reside en que esta unión anormal es muy difícil de revertir. El bloqueo de la citocromoxidasa altera el transporte de electrones en la cadena respiratoria, favoreciendo la formación de radicales libres. Además, se describe otro mecanismo de formación de radicales libres en condición de hipoxia, a partir de la producción y liberación de óxido nítrico (ON·) por parte de las plaquetas. Este gas, en presencia de radicales libres, se convierte en peroxinitrito, capaz de inactivar las enzimas mitocondriales y dañar el transporte de electrones. d. Injuria de la guanilatociclasa Otra hemoproteína afectada es la guanilatociclasa, responsable de la producción de GMPcíclico, un poderoso relajante del músculo liso. Cuando el CO se combina con esta enzima, estimula su actividad e incrementa rápidamente los niveles de GMPciclíco intracerebral. Esto explicaría la inmediata respuesta vasodilatadora que genera la presencia de CO, de igual manera que lo hace el óxido nítrico en condiciones de hipoxia. El CO es mil veces menos potente que el ON·, pero al mismo tiempo es biológicamente más estable, por lo que su acción perdura en el tiempo. El ON·, conocido como factor relajante derivado endotelial, actúa como gas mensajero molecular o gas señal. Es decir, es capaz de penetrar y salir de una célula sin la intervención de mecanismos de transporte o receptores. Las plaquetas producen ON· y lo acumulan en su interior 107 EMERGENCIA 23 unido a metaloproteínas: aprovechan la afinidad que este gas posee con el hierro en estado ferroso tanto del grupo Hem como del grupo no hemínico de enzimas mitocondriales. La combinación del ON· con estos grupos de enzimas provoca la inhibición funcional de dichos sistemas. La producción de ON· está regulada por el GMPcíclico. El CO, al aumentar la concentración de GMPcíclico, aumenta el ON· intraplaquetario, provocando la salida de las plaquetas al espacio extracelular, donde ejerce un efecto vasodilatador intenso y fugaz, cuya duración es de segundos. Ello explica los cuadros sincopales transitorios que caracterizan la intoxicación por CO. La existencia de episodios sincopales durante la intoxicación por CO es de mal pronóstico y anuncia secuelas neurológicas severas. Las experiencias realizadas en monos demuestran que la hipotensión está más correlacionada con la existencia de lesiones desmielinizantes de la sustancia blanca que con una alta concentración de COHb. El CO coinduce la hipotensión, por un doble mecanismo: 1. A través del aumento del GMPcíclico y de la difusión del ON· plaquetario al espacio extracelular. 2. Por injuria miocárdica hipóxica, que a su vez también ocasiona el descenso de la presión arterial. Injuria de reperfusión La histopatología del envenenamiento por CO es sorprendentemente similar a la encefalopatía postanóxica, también llamada injuria de reperfusión. El patrón de injuria de reperfusión parece estar dirigido por un daño oxidativo descontrolado, iniciado por radicales libres de O2, pero sustentado por una segunda generación de radicales libres provenientes de la peroxidación lipídica. Diversos mecanismos comunes han sido postulados para la generación –mediada por CO o por la injuria cerebral– de dichos radicales libres. Presentación clínica La intoxicación por CO manifiesta una presentación proteiforme y notoriamente inespecífica: cefaleas, mareos, náuseas, malestar general y dificultades en el curso del pensamiento son signos y síntomas de común aparición. En niños pequeños es frecuente la presentación con cólicos abdominales, vómitos, diarrea e hipertensión de fontanela. Los factores que influyen en la presentación clínica son: la concentración de CO, la duración de la exposición, el volumen/minuto cardíaco, la edad, y la presencia de enfermedad cardíaca o cerebrovascular. Los síntomas más precoces de la intoxicación por CO, suelen ser cefaleas y vértigos. En pacientes con antecedentes de cardiopatía isquémica, el angor puede ser uno de los síntomas precoces. A medida que progresa el envenenamiento aparecen dificultades para concentrarse, irritabilidad, debilidad y náuseas. 24 107 EMERGENCIA Los hallazgos físicos pueden incluir taquicardia, taquipnea, hipotensión arterial sistólica y tolerancia disminuida al ejercicio. A menudo se va instalando un insidioso deterioro de las funciones cognitivas, que puede ser detectado sólo por estudios neuropsicométricos. Tal disfunción cerebral no es fácil de apreciar en un examen médico de rutina, pero lo evidencian el paciente o sus familiares, en especial cuando tienen que resolver problemas simples. Con intoxicaciones más severas se produce síncope, convulsiones, obnubilación, rigidez muscular generalizada e incluso se llega al coma. El corazón, otro órgano oxígeno-dependiente, con frecuencia se ve afectado en intoxicaciones graves. Se pueden observar extrasístoles, fibrilación, bloqueo cardíaco, cambios electrocardiográficos por isquemia y hasta infarto agudo de miocardio. La hipotensión arterial –transitoria o persistente– con síncope, acompaña a la depresión miocárdica, y se asocia con complicaciones neurológicas severas. El cerebro es el principal órgano afectado por el CO; en segundo lugar, el corazón, seguido de una larga lista de complicaciones que sólo afectan a los intoxicados graves; en estos casos, nuevamente, el cuadro clínico está determinado por los signos neuropsiquiátricos. En el cuadro clínico de la intoxicación por CO las manifestaciones más importantes son las neurológicas y las psiquiátricas. Histopatología Desde la perspectiva anatómica, la lesión más común ocurre en los ganglios basales y en la sustancia cerebral gris y blanca. Histopatológicamente, los cambios de la sustancia blanca van desde pequeñas áreas de necrosis multifocal en la comisura y “septum” cerebral, hasta extensas zonas de necrosis a través de ambos hemisferios. Es común que se produzca la desmielinización subcortical simétrica; ello probablemente explica el deterioro neurológico tardío. Un hallazgo común en pacientes con complicaciones severas es la menor densidad del globo pálido en la TAC cerebral. La resonancia magnética nuclear (RMN) es el método de investigación preferido. En RMN seriadas se puede apreciar una disminución en la extensión e intensidad de las lesiones de la sustancia blanca, que es acompañada por la resolución de síntomas clínicos. Estas observaciones sugieren que la principal característica de la encefalopatía tardía, es un proceso desmielinizante de la sustancia blanca que en la mayoría de los pacientes es reversible. Tanto la TAC como la RMN son estudios limitados, porque proveen únicamente información anatómica, en oposición a la información fisiológica. Las nuevas técnicas de imagen, como el sistema de tomografía computada con emisión de positrones (SPECT), pueden grabar la actividad funcional en la forma de perfusión cerebral regional, siendo más sensiti- vas y por lo tanto recomendables. El SPECT ha sido utilizado para la valoración funcional de la perfusión cerebral, utilizando un radioisótopo (Tecnecio 99) que atraviesa la barrera hematoencefálica y permanece fijado el tiempo suficiente para permitir la toma de imágenes. El SPECT proporciona un estudio fisiológico del cerebro y podrá servir como guía terapéutica en un futuro cercano para evaluar las intoxicaciones por CO. Complicaciones neurológicas El CO puede producir tres tipos diferentes de síntomas: • Inmediatamente luego de la exposición al CO sobrevienen los síntomas de intoxicación aguda. • Si la exposición al CO cesa, la condición del paciente suele mejorar, pero puede deteriorarse una a dos semanas después, con nuevos síntomas evocadores de la intoxicación aguda, llamado síndrome del síntoma recurrente. Afortunadamente, es habitual que le siga una segunda fase de recuperación. • En otros casos, puede desarrollarse un síndrome más severo, el de secuela neuropsiquiátrica tardía, a veces sin recuperación. Síndrome del síntoma recurrente Luego de un episodio de intoxicación moderada, los pacientes pueden tener un intervalo lúcido asintomático de 1 a 40 días, seguido por recurrencia de cefaleas, náuseas, irritabilidad, confusión, desorientación, apatía y trastornos de la memoria. Este síndrome afecta entre el 12% y el 21% de los pacientes con intoxicación moderada. Si estos pacientes se analizan formalmente con tests psicométricos, muestran scores anormales, pero se recuperan gradualmente en 40 días, sin tratamiento alguno. Secuela neuropsiquiátrica tardía Esta secuela es una forma más severa de deterioro secundario, que se caracteriza por la aparición de signos neurológicos o psiquiátricos. Los signos neurológicos incluyen facies inexpresiva, signo de la glabela, reflejo de prensión, demencia, parkinsonismo, corea, apraxia, agnosia, trastornos en la marcha, bradiquinesia, mutismo, ataxia, nistagmus, tinnitus, pérdida auditiva, ceguera parcial o completa, incontinencia de esfínteres. Los hallazgos psiquiátricos incluyen alucinaciones, cambios de personalidad, impulsividad, agresividad verbal, síndrome de La Tourette y extrema labilidad emocional. Muchos de estos síntomas se asocian con el deterioro de los lóbulos temporal y frontal, y su aparición es habitualmente repentina, con rápido deterioro en pocos días. Cuando el antecedente de una exposición reciente al CO es pasado por alto, la constelación de síntomas, incluyendo apatía, mutismo y amnesia, en unión con otras conductas –sonrisas sin sentido, negativismo, confabulaciones irracionales y problemas en la marcha–, han llevado a falsos diagnósticos de esquizofrenia, histeria o depresión. En contraste con el síndrome del síntoma recurrente, en estos casos sólo se recupera el 50% de los pacientes, a veces con una duración que se extiende a lo largo de un año. Con frecuencia, este síndrome está asociado con un episodio sincopal o un período de coma durante la exposición inicial, seguido por un intervalo lúcido asintomático. Aunque la pérdida de conocimiento no es un requerimiento absoluto, está presente en el 98% de los pacientes que desarrollan secuelas neuropsiquiátricas retardadas. La verdadera incidencia de este síndrome es difícil de determinar, pero ronda, según la literatura, de 3 a 4%. Efectos cardiológicos Los enfermos con coronariopatía pueden presentar exacerbación de síntomas de angor luego de leves exposiciones al CO –aún con concentraciones de COHb menores del 10%–, al igual que fibrilación ventricular. Con COHb mayores al 15% puede producirse infarto agudo de miocardio. Los pacientes sin lesiones coronarias presentan incremento del flujo sanguíneo coronario, pero este incremento es inadecuado: aumenta la producción de lactato y disminuye el flujo a nivel del subendocardio, sobreviniendo una relativa hipoperfusión subendocárdica. Se ha detectado un incremento en la adhesividad plaquetaria, durante la intoxicación por CO. La combinación del aumento de la actividad plaquetaria y la relativa isquemia subendocárdica favorece el infarto agudo de miocardio. En intoxicaciones severas por CO pueden producirse edema pulmonar no cardiogénico, rabdomiólisis y síndromes compartimentales. La coloración rojo cereza de la piel, observada en las autopsias, rara vez es vista en la práctica clínica, y varía con el observador y con el tipo de paciente. Diagnóstico La cefalea, los mareos y las náuseas son los síntomas más comunes de intoxicación por CO. Por lo tanto, ésta debe sospecharse ante las siguientes circunstancias: • la aparición de síntomas similares en varios pacientes a la vez, con una fuente común; • la persistencia de síntomas mientras el paciente continúa expuesto, y la mejoría al salir del lugar; • la observación de la enfermedad o la muerte de los animales que conviven con la familia; Los diagnósticos diferenciales más comunes son: • intoxicaciones alimentarias; • enfermedades psiquiátricas: histeria, confusión, depresión; • enfermedades cardíacas: angina o síncope; 107 EMERGENCIA 25 Tratamiento Figura 1. Graduación clínica de la intoxicación por monóxido de carbono • intoxicación alcohólica o delirium tremens; • intoxicación aguda con solventes; • migraña; • enfermedad isquémica cerebral; • hemorragia cerebral; • tumor cerebral. Rol de la carboxihemoglobina (COHb) Los niveles normales de COHb son entre 0 y 3-4%, aunque para fumadores de un paquete de cigarrillos por día van de 6 a 10%. La determinación de los niveles se realiza con un cooxímetro, usando espectrofotometría para determinar el porcentaje de Hb saturada con CO. Debido a que la COHb absorbe luz a la misma longitud de onda que la oxihemoglobina (OHb), el oxímetro marca una falsa elevación de la saturación de la OHb, debiendo interpretarse con precaución los casos de intoxicación por CO. Se usa anticoagulante para mantener la muestra de sangre arterial. No hay sustancial diferencia en el valor de la COHb entre la sangre venosa y la arterial, debido a la alta afinidad del CO a la Hb. El dosaje de COHb no cuantifica la severidad de la intoxicación, ya que existe poca correlación entre los niveles de COHb y los síntomas. Es útil para confirmar la etiología del cuadro, cuando el antecedente no es claro. Tests neuropsicométricos Esta serie de tests ayudan a determinar déficit cognitivos –incluyendo disgrafias, disfasias, agnosia y dispraxia– y se utilizan para detectar una disfunción cerebral insidiosa que puede pasar desapercibida en un examen casual. En pacientes sintomáticos, los tests son importantes para determinar si la intoxicación fue de grado leve o moderado. Específicamente, el deterioro del nivel cortical alto clasifica la intoxicación del paciente como moderada. 26 107 EMERGENCIA El antídoto de la intoxicación por CO es el oxígeno al 100% que debe ser administrado con una máscara de no reinhalación o por un tubo endotraqueal, para asegurar la máxima concentración posible de O2. El uso de oxígeno al 100% facilita la disociación del CO de la hemoglobina. La vida media del CO se reduce de 5 horas en aire ambiental (con un rango de 2 a 7 horas) a 90 minutos con oxígeno al 100% con máscara de no reinhalación, y a 60 minutos con tubo endotraqueal. El uso de cámara hiperbárica acorta la vida media del CO a 23 minutos, con un rango de 4 y 86 minutos, pero sus efectos farmacológicos trascienden el simple acortamiento de la vida media de la COHb, ya que previenen en conjunto la injuria oxidativa cerebral. El uso de la cámara hiperbárica en el tratamiento de la intoxicación con CO debe reservarse para las intoxicaciones de grado moderado a grave. Si el paciente presenta dolor precordial o tiene historia de enfermedad cardiovascular, serán necesarios el monitoreo cardiaco y el ECG. Las arritmias deben ser tratadas de acuerdo con el protocolo de la terapia de soporte cardiaco. Los pacientes con intoxicaciones moderadas a severas pueden presentar acidosis metabólica por bicarbonato bajo, o aumento de ácido láctico. Se ha demostrado en estudios retrospectivos sobre intoxicaciones severas que, si el oxígeno hiperbárico es utilizado durante las 6 primeras horas de transcurrido el hecho, se obtiene una reducción de la mortalidad. Cuando el tratamiento con oxígeno hiperbárico se aplica luego de transcurridas 6 horas del hecho, la mortalidad aumenta del 13,5% al 30,1%. La incidencia del daño neurológico secuelar es similar (36%) tanto en pacientes tratados con oxígeno al 100% como en aquellos tratados con oxígeno hiperbárico después de 6 horas de la exposición. En contraste, la incidencia de las secuelas neurológicas en pacientes tratados con oxígeno hiperbárico dentro de las primeras 6 horas se reduce al 0,7%. Los estudios clínicos de Goulom y colaboradores sugieren que la ventana óptima en el tratamiento de la intoxicación con CO se da en las primeras 6 horas desde la exposición. Aun no está establecido cuándo los efectos agudos del CO comienzan a transformarse en daño cerebral crónico. El debate sigue centrado en cuál es la mejor terapia para el daño cerebral crónico. Algunos investigadores creen que las presiones bajas de oxígeno hiperbárico (1,5 ATA) son aceptables. La terapia hiperbárica es claramente beneficiosa en las primeras 24 horas; sin embargo, no está definido su beneficio luego de las primeras 24 horas. Embarazo e intoxicación con monóxido de carbono (CO) El tratamiento recomendado para las embarazadas debe tener en cuenta la sensibilidad del feto al CO y la cinética de eliminación desde el feto. La hemoglobina fetal tiene una gran afinidad por el CO 500 veces mayor que la del adulto; la eliminación del CO fetal es más lenta y la curva de disociación de la oxihemoglobina está desplazada hacia la izquierda respecto de la hemoglobina materna. El feto es mucho más susceptible a la acción del CO que un adulto. En estudios realizados con monos se ha comprobado que una simple exposición al CO –que no produce síntomas en la madre, pero sí una hipoxia intrauterina– se expresa como injuria cerebral fetal, siendo además mayor la proporción de muertes fetales. Por lo antes mencionado, en toda mujer embarazada que haya estado expuesta en forma significativa y prolongada al CO, se debe considerar la terapia hiperbárica, y con más razón si la paciente está sintomática o ha tenido historia de síncope. No existen teorías claras sobre los efectos adversos de la terapia hiperbárica en el embarazo. Actualmente se cree que no se generan efectos perjudiciales sobre el feto si dicha terapia es utilizada con protocolos standard. Las recomendaciones de Van Hoesen y colaboradores sobre terapia hiperbárica en embarazadas con intoxicaciones agudas, son las siguientes: • Administrar oxigenoterapia hiperbárica (OHB) si el nivel de COHb es >20% en cualquier momento durante la exposición. • Administrar OHB si la paciente presenta –o ha padecido– síntomas neurológicos, con independencia de sus niveles de COHb. • Administrar OHB si se presentan síntomas de sufrimiento fetal: taquicardia, desaceleraciones, variabilidad en los latidos. • Si la OHB es imposible de realizar, administrar oxígeno al 100% con máscara de no reinhalación durante un tiempo cinco veces mayor que el necesario para reducir la COHb a niveles normales (<5%). • Si la paciente continúa con síntomas neurológicos, o los síntomas de sufrimiento fetal aparecen dentro de las primeras 12 horas posteriores al tratamiento, está indica do administrar un adicional de OHB. ¿Cuál es el trabajo del oxígeno hiperbárico? El CO se disocia más rápido de la hemoglobina si la concentración de oxígeno que compite con el sitio de unión es alta; ello se conoce como la ley de acción de masas. La union del CO de carbono a la citocromoxidasa, interfiere la producción de energía y estimula la formación de radicales libres. Ambas circunstancias están implicadas en la neuropatogenicidad del CO. La aplicación de O2 hiperbárico a 3 atmósferas puede acelerar marcadamente la disociación del CO de la citocromoxidasa, y así restaurar la fosforilación oxidativa y disminuir probablemente la producción de radicales libres. Existen evidencias sustanciales que muestran que los leu- cocitos están involucrados en la injuria oxidativa del sistema nervioso central. Después de la exposición inicial al CO, la injuria endotelial por hipoxia y la adherencia leucocitaria estarían involucradas en el daño de la microcirculación. El oxígeno hiperbárico ha demostrado ser eficaz en prevenir la adherencia leucocitaria. Indicaciones de oxigenoterapia hiperbárica (OHB) Se recomienda administrar OHB a los siguientes tipos de pacientes: • Todos los pacientes intoxicados que presenten trastornos neurológicos, pérdida de conocimiento, inestabilidad, coma, etc. • Enfermos que cursen alteraciones cardiacas como arritmias, dolor torácico o signos isquémicos en el ECG • Pacientes con antecedentes de cardiopatía isquémica, así como las embarazadas, ya que el feto es muy vulnerable Discusión La hipoxia provocada por este gas letal, el CO, desencadena el mecanismo de injuria de reperfusión, con generación de radicales libres y fenómenos de peroxidación lipídica que conducen a la desmielinización de los territorios menos vascularizados del sistema nervioso central (SNC). La evaluación de la gravedad de la intoxicación mediante el dosaje de COHb en sangre, es un concepto perimido. Solamente el cuadro clínico y la conducta terapéutica adecuada y oportuna, señalan el pronóstico de esta intoxicación. Las secuelas neurológicas pueden aparecer hasta días o semanas después de la exposición. Se ha demostrado que el aporte de O2 hiperbárico o en su defecto O2 normobárico al 100%, durante las primeras horas de esta intoxicación, disminuye el índice de letalidad y de aparición de secuelas. En nuestro medio la OHB es de difícil acceso y no todos los servicios de emergencias cuentan con el material adecuado para garantizar el aporte de oxígeno lo más cercano a la concentración de 100%. Conclusiones El CO se comporta como un gas señal. Inhalar monóxido de carbono es como inhalar un neurotransmisor con potencial de letalidad o de alta morbilidad. Por eso se deberían evitar, en lo posible, aquellos errores que se suelen cometer en el tratamiento de esta intoxicación, a saber: • No esperar observar el color rojizo que se indica como típico en la literatura clásica • No relacionar los niveles de COHb con la gravedad del cuadro. • No sobreestimar la terapia normobárica: en muchos casos pacientes que han recibido oxígeno en concentraciones adecuadas durante más de 48 horas, continúan con valores altos de COHb. • No olvidar la existencia del síndrome neurológico tardío. 107 EMERGENCIA 27 • No retrasar la solicitud del tratamiento hiperbárico. Por todo lo expuesto, la OHB es la modalidad preferente de tratamiento de la intoxicación con CO, por cuanto es la única manera de conseguir un inmediato desplazamiento del CO de los sitios de unión del O2, permitiendo una oxigenación suficiente; con ello se logra una rápida recuperación clínica y se evita la aparición de secuelas neurológicas tardías. Recomendaciones • Se debe definir la gravedad de la intoxicación por CO sólo sobre la base del cuadro clínico. • Recordar que el dosaje de COHb en sangre sólo confirma el diagnóstico. • La indicación de OHB durante las primeras 6 horas de la exposición disminuye el índice de aparición de secuelas. • El aporte de oxígeno hiperbárico en forma tardía mejora el edema cerebral. • Ante la imposibilidad de acceder a la cámara hiperbárica, se debe garantizar el aporte de O2 lo más cercano a 100%. • Se debe difundir la necesidad de contar en los servicios de emergencias con máscaras de O2 adecuadas, para asegurar un aporte correcto a la mayor concentración posible. 28 107 EMERGENCIA • Se deberá procurar el aporte de O2 hiperbárico en todos los casos de convulsiones, coma, pérdida de conocimiento, isquemia coronaria y embarazo o cuando, a pesar del aporte de O2 normobárico durante 3-4 horas, persista la sintomatología neurológica. Bibliografía Salas Pardo. El empleo del oxígeno hiperbárico en medicina intensiva y urgencias. Conclusiones. En Principios de emergencias, urgencias y cuidados críticos. http://www.conocimientosweb.net/dcmt/ficha1052.html Casarett & Doull’s. Toxicology. Mc Graw-Hill, 5º edición, USA, 1999. Goldfrank, LR. Toxicologic emergencies. Connecticut, Appleton & Lange, 6° edición, 1998 Viccellio P. Emergency toxicology. Philadelphia, Lippincott-Raven Publishers, 2º edición, 1998. Haddad, LM. Clinical management of poisoning and drug overdose. Ed. W.B. Saunders Co, 3rd. Ed., 1998. Normas de diagnóstico y tratamiento. Unidad de Toxicología Hospital Elizalde, Buenos Aires, 2002