Fragmentación humana Por Elianne Defilló “Quizás la frontera final de la ciencia – su último desafío – sea la comprensión de las bases biológicas de la consciencia y de los procesos mentales por medio de los cuales percibimos, actuamos, aprendemos, recordamos.” Eric Kandel No se puede pensar antes de ser. La mente no es mera capacidad intelectual humana, es voluntad y propósito, es actitud y pensamiento. Para sobrevivir, el ser humano se hace de una conciencia elemental que desemboca siempre en la posibilidad de pensar y después de utilizar el lenguaje para organizar y comunicar mejor los pensamientos. Mucho antes de conformarse la humanidad, los seres eran seres, tal como dice Damasio, existía el cuerpo y existían las emociones en una búsqueda eficaz de razón, de identidad, de integridad. “Imposible tratar el cerebro como sistema aislado, imposible concebir actividad cerebral sin actividad corporal. Ambos, partes de una misma realidad” (Damasio). La razón no está descargada de emotividad, por el contrario, las emociones se mezclan con la razón. Por tanto, no hay pensamiento sin emociones, ni capacidad de decisión moral si éstas se ven afectadas de alguna manera. ¿Somos capaces de percibir el mundo exterior, o percibimos las modificaciones que éste tiene sobre el cuerpo? ¿Entendemos la evolución y permanencia del cuerpo a través de la conciencia de pensamiento? ¿Acaso el cuerpo es más importante que la mente? Sentir el cuerpo y sentir los sentidos refuerzan la identidad del individuo, le advierten de un mundo exterior y de una estructura corporal interna que no se ve, pero representa una viscera indispensable en su existencia. Sentimos constantemente, pensamos constantemente; lo que no sabemos es qué acción antecede a la otra, si los estados corporales, o la consciencia. “Pienso, luego existo” (Descartes) o “somos, y después pensamos, y pensamos sólo en la medida en que somos, porque las estructuras y las operaciones del ser causan el pensamiento.” (Damasio). Esta contraposición de ideas supone un enfrentamiento crítico al pensamiento occidental. La existencia de una dualidad que escinde cerebro de cuerpo, mente de piel; o quizás los une. ¿Supone esto una separación de la integridad del ser humano?, ¿conjetura una delimitación emocional?, ¿un sistema de disfunciones aisladas?. Felicidad, tristeza, ira, miedo, no sólo son estados corporales innatos, son también conmociones afectivas que modifican el desarrollo del individuo y originan la identidad que modela su integridad. Entre emociones y consciencia existe una relación íntima, tanto que en la toma de decisiones las emociones son indispensables. Forma y fondo desempeñan un rol central en la consciencia de la experiencia del individuo y su supervivencia, y normalmente acompañan opciones de respuestas. ¿Por qué sentimos como sentimos? La representación del cuerpo en el cerebro es continua, así por ejemplo, la sonrisa precede la alegría, el llanto la tristeza, un moretón el dolor. El cuerpo no es más inconsciente que la mente, al contrario de lo que la gente piensa el cuerpo posee otro tipo de conciencia basada en sentimientos de fondo que rompen con el sentido de la estaticidad y la tendecia de categorización. El cuerpo es mucho más que simple representación física de una persona, contiene al alma en sí misma, emociones, sentimientos. “Cuerpo soy yo y alma” – así habla el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños? Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y alma es sólo una palabra para designar algo en el cuerpo. El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor. Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas “espíritu”, un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón. Dices “yo” y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa aún más grande, en la que tú no quieres creer, - tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo. F. Nietszche. Así Habló Zaratustra. De los despreciadores del cuerpo.