CENTRO DE ESPIRITUALIDAD PAULINA – MÉXICO Pautas de retiro para el mes de marzo de 2007 EN MANOS DEL PRIMER ALFARERO Para adentrarnos en este tema tan importante en manos del primer alfarero, se hace necesario ubicarnos en los relatos de la creación, principalmente en la creación del hombre y de la mujer; como también del drama del paraíso. Según nos relata el libro del Génesis, crear al hombre y a la mujer, en efecto no es sólo dar vida a un ser humano (Gn 2, 7), es también establecer su entorno físico, el paraíso. El jardín del Edén al oriente, donde Dios colocó al ser humano que había creado, modelado y formado con sus manos asignándole una tarea como ser vivo y activo (Gn 2, 8.15) recordándole su responsabilidad frente a Dios, y al mismo tiempo situándolo en un campo de relación con los demás seres vivos (vv 19-20) y sobretodo con su tú más próximo, la mujer (v 21-24) sólo entonces el hombre está completo. Así se puede decir que la obra de la creación en manos del primer alfarero finaliza y es celebrada con un himno jubiloso que sirve de epílogo triunfal a todo el relato (2-3). Entonces el hombre y la mujer son dotados de vida propia enraizados en la tierra que deben de trabajar y cuidar y de la que obtendrán sus medios de subsistencia y al mismo tiempo abierto obedientemente a la relación de dependencia de Dios su hacedor y situado ante el resto de los seres vivos, como ser en relación, en amor, respeto, igualdad y dignidad. Salido de las manos de Dios para glorificarlo en la eternidad haciendo un peregrinaje de prueba en el transcurso de su vida: además creada a imagen y semejanza de Dios, es espejo de la relación dialógica entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pues la Trinidad es su origen modelo y meta. Comienza a existir en el momento en el cual el Padre le dirige la Palabra en el soplo vital del Espíritu, y después de la experiencia del pecado, la recrea a imagen del Hijo; libre para amar y vivir la relación profunda con Dios, con los demás, con el universo. Es criatura amada, pecadora y redimida. Los tres primeros capítulos del Génesis nos recuerdan el acontecimiento de la creación y el origen del mal que tiene que ver con la responsabilidad personal del ser humano creado por Dios, que, a la vez que procede y depende de su creador, tiene capacidad para afirmarse automáticamente frente a Él. Porque de todas las criaturas visibles solo el hombre y la mujer son capaces de conocer, amar y seguir a su creador. Es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma, y está llamada a participar por el conocimiento y el amor, en la comunión trinitaria. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad. En el acto creador interviene la Santísima Trinidad: el Padre crea a imagen del Hijo y dona el Espíritu por la cual toda criatura humana esta compuesta de cuerpo, alma y Espíritu Santo. Por esto se habla de una tricotomía, que supera la dicotomía y por eso la tendencia a identificar la dimensión psíquica con la espiritual. “¿Qué cosa, o quién fue el motivo de que establecieras al ser humano en semejante dignidad?” Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura cuando la hacías, la formabas y la moldeabas como el barro en manos del alfarero, así contemplaste a tu criatura en tí mismo y te dejaste cautivar de amor por ella. El autor sagrado nos recuerda: “Mirad que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano”. Por amor le creaste por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien Eterno. Sin embargo su rebeldía e insensatez lo lleva a litigar con el que lo ha modelado, formado y creado, ¡la vasija entre las vasijas de barro! Dice la arcilla al que la modela: ¿Qué haces tú?, y ¿tu obra no está hecha con destreza? Por rebeldía el hombre y la mujer pierden la armonía en que se encontraban entre si y con su creador; el dominio de las facultades espirituales se quiebra. La unión entre el hombre y la mujer, y de estos con los demás seres es sometida a tensiones, dominio, competencia, violencia, en una palabra a toda clase de desorden. ¡Qué error tan grande! Acaso ¿es el alfarero como la arcilla para que le diga la obra a su Hacedor: No me ha hecho, y la vasija diga a su alfarero, no entienda el oficio? ¿Es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para oficios menos nobles o despreciables? (Rom 9,20) Se dijo que el hombre y la mujer como seres libres tienen capacidad para afirmarse automáticamente frente a Dios, por así decirlo, más no son ellos, sino, Dios que viene a su encuentro, por esto aflora la idea de la alianza como hecho sobresaliente en la historia de la salvación. Dios sacó a los hebreos de Egipto para crearse un pueblo (Ex 6, 6-8), crea como ya dijimos al hombre sacándolo de la tierra; como Dios conduce a su pueblo del desierto a la tierra que mana leche y miel; y además establece su morada en medio de su pueblo como Trinidad Santa (Ex 29, 45-46; lv.26,11-13; Ez 37,20-28). La persona humana en su unidad y totalidad, corazón y conciencia, intelecto y voluntad, creada a imagen de Dios... por su interioridad trasciende el universo, regresa a la profundidad interior, cuando se vuelve al corazón donde le espera Dios, donde bajo la mirada de Él, decide su destino como persona libre y responsable, cuya conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario donde está a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo. Su libertad aunque está herida por el pecado, está redimida gracias a la muerte, resurrección y glorificación de Cristo La acción creadora de Dios viene sugerida por un hecho de experiencia: al término de su vida, el hombre exhala el aliento y se convierte en polvo, luego en cuanto ser vivo consta de dos elementos polvo y aliento: todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo Qo 3, 20-21) Yahvé sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo (Sal 103,14); les retiras el soplo y expiran y a su polvo retornan (Sal 104, 29). Ahora bien el antropomorfismo de un Dios alfarero, modelando del barro una figura y haciéndola vivir al insuflarle el aliento no cabe duda que se enfatiza deliberadamente la relación que liga al hombre con la tierra; Adam es de la Adamah – homo- humus. Tal relación de origen se trocará al final de la existencia humana, en una relación de destino. Adam torna a la Adamah de la que procedía (Gn 3, 19) y entre esta doble relación, de origen y de destino, la vida humana se desplegará en la relación dinámica de su trabajo sobre la Adamah. Por otra parte esta condición terrena del hombre y de la mujer ilustra su nativa e irreparable caducidad. Habiendo sido formado del barro, su complexión adolece de la misma fragilidad que caracteriza a la humilde vasija quebradiza. Y lo que es más importante aún, su ser está en la misma relación de dependencia respecto del Creador, que liga la vasija del alfarero que la modeló: entonces el hombre y la mujer están en las manos de Dios. Esta idea es frecuente en la Biblia, del Antiguo al Nuevo Testamento, veamos algunos textos: Si 33, 13; Jr 18, 1-6; Job 10, 8-9; Is 45, 9; Rom 9, 20, etc. Así la imagen de Dios alfarero sintetiza felizmente las dos primeras relaciones constitutivas del ser humano: el abajo de la tierra y el arriba de Dios. Situado entre dos polos, la persona no pueden renegar de ninguno de ellos; en cuanto Adam de la Adamah, debe fidelidad a la condición humana -el mundo en el cual esta arraigado- y, a la vez, debe acatamiento a Dios de quien depende absolutamente. En la acogida de esa dependencia transcurre su vida; una vida que, por lo demás encontrará sus medios de subsistencia y de realización personal en relación dinámica con el entorno terreno. De Dios ha recibido la vida y sólo la conservará en la obediencia y acatamiento a su voluntad, y sólo en comunión con Él, fuente de vida y santidad se puede alcanzar una vida estable, justa, fraterna y santa. Cristo Maestro y Pastor resucitado, resplandor de la gloria de Dios, es la manifestación fidedigna e inequívoca de la divinidad de Dios. Cristo Primogénito de toda la creación, la recapitula y le confiere consistencia (Col 1, 15. 17. 18, 3, 10 9). Finalmente Jesucristo transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo (Fl 3,21), hasta alcanzar su punto culminante en la plenitud gloriosa donde Dios sea todo en todos. DINAMICA DE REFLEXIÓN 1. Lee detenidamente el contenido “En manos del primer alfarero”. Selecciona alguno de los textos bíblicos, aquel que más te impacta. Reflexiona, medita, ora. 2. Coloca tu vida en manos de Dios tu hacedor, agradece por el don de tu existencia, dones, talentos, capacidades, responsabilidades... 3. En las manos de Dios, humildemente reconoce delante de Él, tus limitaciones, pecados, defectos, vicios... Pide perdón. 4. En total disposición y abandono en Dios permite que el moldee, forme y quite de tu vida el pecado o defecto que más desagrada a Dios, a tu prójimo y a ti mismo(a). 5. Imagina tu vida delante de Dios como una nueva creación radiante de luz, amor y esperanza. Agradece, bendice y alaba al Señor. Ahora fíjate una meta, un propósito para mejorar tu vida personal, comunitaria y apostólica.